jueves, 21 de septiembre de 2017

Inevitable Atracción: Capítulo 13

Paula se quedó impresionada al ver lo bien que encajaba Pedro en su familia. El estaba de pie junto a la barbacoa, hablando con los hombres de béisbol.

—¿Qué pasa, pocha? ¿No lo estás pasando bien?

Su abuela se sentó a su lado y le rodeó los hombros con el brazo. Durante un minuto, Paula se sintió como si tuviera otra vez doce años y un abrazo de su abuela pudiera resolver todos sus problemas. Apoyó al cabeza en el hombro de la otra mujer y se quedó callada un momento, disfrutando de la sensación de seguridad que leproporcionaba.

—No. Me siento como si todo el mundo me observara —admitió Paula.

—Así es. Te han echado mucho de menos.

—No quiero que todo el mundo recuerde lo que pasó. Lo siento, abuela. ¿Te he dicho alguna vez lo mucho que lo siento?

Su abuela le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja y la besó en la mejilla.

—Sí. Deja de darle vueltas al pasado. Eso quedó atrás y ahora estamos mejor que antes.

—¿Mejor? Si no hubiera sido por mí, no estarías en esta situación con Pedro Alfredo.

—Y tú no lo habrías conocido. Me he dado cuenta de que miras mucho al señor Alfonso.

Paula se ruborizó.

—Teniendo en cuenta lo mala que soy para elegir a los hombres, eso debería alarmarte, abuelita, no hacerte sonreír.

Su abuela rió.

—El corazón no tiene nada que ver con el cerebro. Mi propia hermana, Elena, se enamoró de un gringo y, cuando nuestro padre la prohibió verlo, ¿Sabes lo que hizo ella?

—Se escapó y se casó con él y fueron felices. Al final, se reconcilió con la familia — respondió Paula.  Había escuchado esa historia muchas veces, pero por primera vez,entendió lo que su abuela estaba intentando decirle—. ¿Por qué hizo eso la tía Elena?—preguntó—. Vivir lejos de la familia es muy duro.

—No estaba sola, pocha, no como tú en Nueva York. Todo sucede por una razón.Otro hombre te hizo separarte de tu familia y este hombre —señaló mirando hacia Pedro— te ha hecho volver.

—No estoy segura de que sea buena idea ver a Pedro como un caballero andante.

—Es muy guapo.

—Abuelita, no deberías fijarte en eso.

—¿Por qué no? No he dicho que tuviera un buen trasero —añadió su abuela, guiñándole un ojo.

—Pero lo tiene, ¿Verdad? —dijo Paula y se sonrojó, recordando la sensación del cuerpo de él apretado contra el suyo.

—Claro que sí.

—¿Qué diría el abuelo si te oyera hablar así?

—Él sabe que mi corazón le pertenece —afirmó su abuela—. ¿Puedo decirte algo, pochi?

—Por supuesto.

—Tú nunca has sabido adonde pertenece tu corazón. Siempre has estado obsesionada con hacer cosas, con conseguir triunfar en tu profesión, pero no creo que comprendas el precio que estás pagando.

Su abuela tenía razón. Era algo que Paula nunca había querido pensar demasiado,pero sabía que era hora de hacerlo.

—Creo que tienes razón.

—Sé que sí —repuso su abuela, riendo—. ¿Tienes sed? Yo necesito otro mojito.

—¿Mi chica ha pedido un mojito? —preguntó Alfredo, acercándose hacia ellas.

—Sí —contestó su esposa, levantándose para darle un beso.

Paula los observó juntos y el corazón se le encogió. Sus padres también se habían casado jóvenes y habían llenado su hogar de amor y de felicidad. Ella quería tener lo mismo. Aunque también le gustaba su trabajo y su departamento de Manhattan.

—Vamos, ven a bailar con tu abuelo —invitó Alfredo, tirando de ella.

—¿No prefieres bailar con la abuela?

—Después. Ahora, quiero bailar con mi hermosa nieta. Estoy tan contento de que estés aquí, pocha…

Gonzalo estaba pinchando música de artistas latinos contemporáneos, mezclados con otros clásicos. En ese momento, estaba sonando una samba y Paula bailó con su abuelo, olvidándose de todas sus preocupaciones, riéndose con sus primos y tíos cada vez que se chocaban y se tropezaban en la pista. Cerró los ojos y, durante unos instantes, se permitió disfrutar de estar de vuelta en su hogar. Saboreó la sonrisa de su abuelo y la cara de concentración de su hermano mientras pinchaba música. Su familia. Entonces, sus ojos se encontraron con los de Pedro y el pulso se le aceleró. Deseaba a ese hombre. Pero no era posible tener a Pedro y a su familia al mismo tiempo. Sus objetivos eran incompatibles. A él solo le importaba el dinero y, a ella, la felicidad de su familia y su comunidad. Apartó la mirada. Quiso ser una mujer capaz de tener una corta aventura sin mirar atrás. Pero no estaba segura de poder hacerlo. Al estar entre su gente, era más que nunca como las mujeres de su tierra, con un fuerte sentido de la pertenencia y la pareja. Quería de Pedro Alfonso mucho más que sexo. Y él nunca podría dárselo.

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