martes, 26 de septiembre de 2017

Inevitable Atracción: Capítulo 20

Dos días después, Paula estaba en el yate de Pedro, navegando por la bahía Vizcaína. Él no había dejado de perseguirla. Al principio, a ella le había sorprendido que hubiera reservado una suite en su mismo hotel. Pero así era él, un hombre muy persistente.

—Había olvidado lo mucho que me gusta Miami —comentó ella.

—¿Y las noches aquí? ¿A que son preciosas? —preguntó él, al timón en la cabina de mandos, junto a ella.

—Me encantan las noches —contestó ella, acariciándole el hombro. Le gustaba sentir sus fuertes músculos bajo la camisa.

—La reunión de comité ha ido bien hoy, ¿No te parece? —señaló él.

Paula meneó la cabeza.

—Estamos de vacaciones, así que no podemos hablar de trabajo.

—¿Estás segura? —preguntó él, arqueando una ceja.

Ella asintió. Llevaba dos noches teniendo sueños ardientes con Pedro. Desde que lo había conocido, no había podido dejar de pensar en él. Y esa noche, con la brisa del mar en el pelo y el olor del océano, se dió cuenta de que no iba a poder olvidarlo nunca. Y reconoció que, aunque luego fuera a arrepentirse, estaba decidida a teneruna aventura con él. Quería conocerlo por dentro. Quería poseer al hombre que se ocultaba tras la superficie. ¿Poseerlo? ¿De veras quería poseerlo?, caviló Paula. Lo quería tener en su cama…¿Y  algo más?

—Estoy segura. Pero esto solo puede ser una aventura, Pedro, nada más.

—Estoy de acuerdo. ¿Te importa ayudarme con la cena?

—Bueno, aunque te confieso que mi talento culinario deja mucho que desear — contestó ella—. Sobrevivo con platos precocinados.

—Pues te sientan muy bien —observó él, recorriéndole las curvas con la mirada.

—¿Qué quieres que haga?

—Tengo una cesta con un picnic preparado en la mesa de la cocina y una botella de vino enfriándose en la nevera. ¿Puedes subirlo?

—Sí. ¿Vamos a cenar en cubierta?

—Sí… en la popa, donde están los cojines para sentarse. Buscaré un buen sitio para echar el ancla y nos veremos allí.

Paula pasó delante de él para bajar las escaleras, pero Pedro la detuvo, tocándole la cintura con suavidad.

—¿Sí?

—Me alegro mucho de estar contigo aquí —confesó él.

A Paula le dió un brinco el corazón al escucharlo. Podía ser un hombre muy dulce
cuando no era arrogante.

—Y yo.

Pedro se inclinó y la besó. Paula lo saboreó, agarrándose a sus hombros, dándose cuenta de que aquello era justo lo que necesitaba. Había pasado demasiado tiempo sola, reflexionó. Se había refugiado en eltrabajo para olvidar sus penas y su temor a estar con otro hombre. En ese momento, le pareció que él sería el remedio perfecto. Entonces, una ola sacudió el barco, haciéndolos perder el equilibrio. Ella cayó sobre Pedro, que los sujetó a ambos.

—Es mejor que ponga atención en el rumbo —dijo él.

—Sí. Tengo planes para tí—indicó ella.

—¿Ah, sí? —preguntó él, arqueando las cejas.

—Sí… Has mencionado una botella de vino… Puede que necesite a un hombre fuerte para abrirla.

Pedro echó la cabeza hacia atrás, riendo. Paula sonrió. Eso era lo que necesitaba,un respiro después de un largo día de negociaciones, pensó. Y no le importaba quefuera con el mismo hombre con el que había estado discutiendo todo el día. Paula bajó las escaleras y entró en la cocina. Había estado en algún yate antes y,aunque ese era muy lujoso, no la hacía sentir incómoda. Pedro  lo había convertido en un lugar acogedor. Lo que más le gustaba era una foto de él con sus hermanos, todos sin camiseta y muy guapos, jugando voleibol en la playa. Cuando se acercó a la foto para verla mejor, se dió cuenta de que él tenía una cicatriz en el esternón. Tocándola con la punta del dedo, se preguntó cómo se la habría hecho. Había muchas cosas de él que le gustaría conocer, aunque sabía que debía sercautelosa en el terreno de lo personal. Si iban a compartir una aventura nada más, no debería saber mucho de él. ¿Cómo iba a hacerlo? Quería saberlo todo. Además, necesitaba adivinar cuáles eran suspuntos débiles para que Justin no tuviera ventaja sobre ella. ¿Podría hacerlo? Diablos, al menos, iba a intentarlo, se dijo ella. No pensaba alejarse de él, fuerao no sensato. Entonces, oyó que se paraban los motores y las hélices y cómo se boyaba el ancla.Saliendo de su ensimismamiento, se dió cuenta de que había estado embelesada mirando la foto en vez de hacer lo que él le había pedido. Abrió la nevera y sacó una botella de Coppola Pinot Grigio. Tomó también la cestade picnic, que era muy pesada. Justo cuando Pedro estaba bajando de la cabina de mandos, ella salió a cubierta.

—Deja que lleve la cesta —se ofreció él.

Paula se la tendió y lo siguió a la parte trasera del barco, donde había unos cojines preparados para sentarse. Pedro apretó un botón y una suave música comenzó asonar. Ella se estremeció, pensando que aquella noche era como una fantasía hecha realidad. De alguna manera, él había sabido ver dentro de su alma para saber que eso era lo a ella le gustaba.

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