Paula tuvo mucho tiempo para pensar después de que Pedro se fuera. Sabía que había traspasado la barrera. Había perdido el control y necesitaba recuperarlo. Federico no dijo nada mientras subían a la sesión de fotos. No entendía lo que le estaba pasando con Pedro. No era como los otros hombres con los que había salido. Una parte de ella presentía que sólo conseguiría sufrir con todo aquello. Él le había dicho en más de una ocasión que no quería ser su caballero de brillante armadura, pero ella no dejaba de verlo así. ¿Se estaba engañando al igual que le había pasado con los otros hombres con los que había salido? Se separó del resto del grupo, se fue a un rincón y se sentó en el suelo apoyándose en la pared. Pedro la estaba volviendo loca. La hacía sentirse especial, de una manera que nunca había experimentado. No podía esperar para volver a verlo cuando estaban separados. Quería disfrutar de aquella sensación para siempre.
—¿Estás bien?
Paula levantó la mirada y vió que Rolo la estaba observando. Rodrigo, Vanina y Federico estaban con el fotógrafo, seguramente diciéndole lo que estaba haciendo mal.
—Sí, sólo estaba pensando.
—¿Te importa si te acompaño?
—Por supuesto que no.
Rolo se sentó junto a ella y se quedó observando a Vanina con un interés más allá de la amistad.
—Esta mañana, el programa ha sido una locura. ¿Crees que existe el hombre ideal?
Paula reclinó la cabeza contra la pared. Aquél era su problema, creer en cosas que probablemente ni existieran. Deseaba algo que formaba parte de la versión que Hollywood daba a los cuentos de hadas, algo que estaba idealizado y que nunca podría existir en el mundo real.
—A veces. ¿Y tú?
Él se encogió de hombros.
—No demasiado. Nunca puse interés en el amor y todo eso.
—¿Por qué no? —preguntó Paula.
Rolo parecía estar muy solo. A veces le parecía advertir algo especial entre Vanina y él, algo más de lo que parecía a simple vista.
—Siempre me pareció más importante mi carrera.
Ella no pensaba demasiado en su carrera. Le gustaba su trabajo y relacionarse con otras personas.
—Es difícil mantener una relación en nuestro negocio. Mi madre es presentadora de un programa de televisión y sé lo difícil que es cuando un miembro de la pareja está bajo los focos —dijo Paula.
Su padre siempre había dicho que el éxito de su esposa era el suyo también. Claro que era un hombre inteligente que no sentía su ego amenazado por el éxito de su esposa.
—¿Por eso prefieres el turno de noche? —preguntó Rolo.
Nunca antes se le había ocurrido. Lo único que sabía era que le gustaba la noche porque la hacía sentirse más viva.
—Quizá. Además, no me gusta mucho llamar la atención. Comencé a trabajar en la radio porque me gustaba la música y hablar y... Bueno, quería ser como mi madre.
—Yo nunca estuve tan unido a mis padres. Mi familia nunca fue cariñosa. Pero te entiendo.
Paula se quedó pensativa. Lo mismo le pasaba a Pedro. Por lo que Federico le había contado, la relación de sus padres no había sido demasiado buena.
—¿Qué me dices de tí? ¿Por qué empezaste en este negocio? —preguntó ella.
—Me ví obligado a hacerlo.
—¿Sentiste una llamada? —preguntó Paula.
No se imaginaba a Rolo siendo obligado a hacer algo.
—No, más bien fue como si me hubieran dado una patada en el trasero.
Paula se rió.
—No los entiendo a los hombres.
—¿Qué hay que entender? Comida, sexo, deportes. La buena vida.
—Si fuera tan sencillo...
—Ya estamos listos —dijo Federico.
Lauren se puso de pie y volvió a posar. Les hicieron las fotos y después todos volvieron a sus oficinas para ocuparse de sus llamadas, correos electrónicos y demás. Cuando estaba terminando de contestar el correo electrónico de su hermano, sonó el teléfono.
—¿Hola?
—Hola, cariño.
—Estaba a punto de irme. Llegaré unos minutos tarde.
—Federico es un explotador.
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