—Pues… hablar no me va a ayudar. ¿Por qué no pones tus labios sobre los míos y me haces olvidar?
—¿Tanto poder tengo sobre tí? —preguntó él, arqueando una ceja.
—Ni te lo imaginas.
Selena quería sentir su boca. Necesitaba que la tocara. Estaba cansada de ser una buena chica y vivir una vida recatada. Necesitaba la oportunidad de dejarse llevar, sin lastres, y Pedro se la estaba ofreciendo.
—Bésame.
—Sí —dijo él, y obedeció, mordisqueándole y chupándole el labio inferior.
Ella deslizó las manos bajo su camisa, palpando su calidez y la fortaleza de sus músculos. Le acarició el pecho y siguió el camino de vello que bajaba hacia la cintura. Entonces, Paula se apartó un poco para poder mirarlo. Pedro estaba recostado enlos cojines, con la camisa abierta. Parecía un poderoso sultán y ella se sintió como una esclava del sexo, ansiosa por complacerlo. Ella le quitó la camisa y él le desabrochó la blusa. Cuando esta se abrió, Pedro la sujetó de la cintura y la levantó, para colocarla sobre sus muslos. Luego, le metió lasmanos debajo de la blusa, acariciándole el vientre. A continuación, se la quitó y, despacio, le recorrió el sujetador con las manos,deteniéndose en la curva de sus pechos. A Paula se le puso la piel de gallina y se leendurecieron los pezones, ansiando ser tocados por aquellos fuertes dedos. Él le desabrochó el sujetador en la espalda y, con cuidado, se lo quitó, dejando sus pechos al descubierto. Dejó la prenda interior en el suelo, junto a la blusa. Tomando ambos pechos en las manos, Pedro le frotó los pezones con un movimiento circular. La sensación le provocó una deliciosa reacción en cadena.Dejándose llevar por el instinto, se apretó contra la erección de él para satisfacer eldeseo que le ardía entre las piernas. Pedro siguió prestando atención a sus pechos y, despacio, rodeó la areola de unode ellos con el índice. A continuación, agachó la cabeza, sujetando a Paula por la espalda. Ella sintió su aliento contra la piel y, después, la humedad de su lengua.
—Más —rogó ella, desesperada por sentir toda la boca de él rodeándole el pezón— Por favor.
Paula sintió el roce de su pelo cuando Pedro meneó la cabeza y siguió recorriéndole el pezón con la punta de la lengua. Desesperada por sentir su boca, ella notó que se le humedecían las braguitas.Intentó apretarlo contra sus pechos, pero él se resistió.
—No, hasta que yo lo decida —dijo él.
—Decídelo —ordenó ella.
—Todavía, no —replicó él con una sonrisa maliciosa.
Pedro aplicó la misma deliciosa tortura al otro pecho, haciéndola retorcerse de placer. Cuando él levantó la cabeza, Paula lo vió estremecerse y se alegró de comprobar que también ella tenía poder sobre él. Inclinándose hacia delante, enredó los dedos en su pelo y se frotó los pechos contra el torso de él. Pedro dejó escapar un gemido, ronco y grave.
—¿Te gusta? —le susurró ella al oído.
—Mucho —confesó él.
Sujetándola de la cintura, la echó hacia atrás, la colocó sobre los cojines y se posó sobre ella, apoyándose en los brazos. Paula gimió con suavidad al notar la erección de él en su parte más íntima.
—¿Te gusta esto?
—Sssí.
Él sonrió y agachó la cabeza para recorrerle el cuello con la lengua. Poco a poco, fue bajando hasta sus pechos. Cuando le envolvió ambos pechos en las manos, Paula se apretó contra él,pidiéndole más. Necesitaba a ese hombre. Ansiaba sentirlo desnudo y caliente dentrode ella.
Ella separó las piernas, rodeándolo por las caderas. Él pronunció su nombre conun suave rugido. Sin dejar de seducirla con su lengua, Pedro le levantó la falda. Ella arqueó las caderas y gimió, notando su erección entre los muslos. Entonces, él le sujetó de los glúteos y le bajó las braguitas, poniéndose de rodillasentre sus piernas. Después de tirar a un lado la ropa interior de ella, Pedro la miró. Su pecho se hinchaba y bajaba con cada respiración y tenía la piel sonrojada. La erección de él era notable bajo sus pantalones, observó Paula, orgullosa deprovocarle tan poderoso efecto. Entonces, ella se colocó las manos entrelazadas detrás de la cabeza, bajo la atentamirada de Pedro. Paula levantó la pierna izquierda y la dejó caer abierta, exponiendo su parte más íntima. Él le sujetó los tobillos y le separó las piernas todavía más.
—Eres la mujer más hermosa que he visto jamás —dijo él—. Quiero tomarme tiempo para explorar cada centímetro de ti, pero mi cuerpo quiere otra cosa.
—¿Y qué quieres tú, Pedro?
—Escucharte gemir mi nombre mientras me hundo en tu sedoso cuerpo.
—Y yo —afirmó ella. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había disfrutado de un hombre solo por el placer de hacerlo—. Ven a mí.
—No —repuso él—. Quiero que sea especial. Quiero que tu orgasmo sea tan fuerte que te haga olvidar a cualquier otro hombre que no sea yo.
Ella ladeó la cabeza, observándolo. Ya había borrado de su mente a los demás hombres. Solo soñaba con él… ¿Sería eso un error? Meneando la cabeza para dejar de pensar, se dijo que lo deseaba tanto que,en ese momento, no le importaba lo que pasara después. Ya se enfrentaría a las consecuencias cuando hiciera falta. Ella sintió el calor de su aliento en el estómago y cómo le acariciaba el ombligo con la punta del dedo. Poco a poco, él fue bajando hasta la cicatriz del muslo, para recorrérsela con el dedo y, luego, con la lengua.
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