—¿Y si nos tomamos algo en el bar del vestíbulo? —propuso él con voz profunda y sexy.
—¿Por qué? —preguntó ella.
No estaba segura de que fuera buena idea estar a solas con él. Quería que su relación se limitara a los negocios. Era la única manera deno dejarse llevar por la atracción que sentía.
—Quiero poder hablar contigo a solas —repuso él—. Nada de negocios… solo de temas personales.
—¿Nada de negocios? Pedro, lo único que nos une son los negocios —señaló ella con la esperanza de convencerlo a él y, sobre todo, a sí misma. No estaba dispuesta a reconocer que hubiera chispa entre ellos.
—Pero podría haber mucho más.
—¡Ni siquiera me conoces!
—Eso es lo que quiero cambiar. ¿Qué mal podría hacerte tomar una copa conmigo?
—Una copa nada más —dijo Paula.
¿A quién quería engañar? Ella lo había invitado a la cena familiar para ver cómo se desenvolvía con sus parientes y valorar la clase de hombre que era, no por negocios.
—Solo una —repitió él—. Haré todo lo que pueda para ser encantador y que te quedes más tiempo.
—Soy dura de pelar.
—Eso es lo que quieres aparentar, pero creo que hay una mujer muy tierna en tu interior.
Pedro esperaba que él nunca tuviera la oportunidad de comprobarlo. Se había esforzado mucho en enterrar su yo más sensible. ¿Quedaría alguna huella de ella después de que Fernando le hubiera roto el corazón? Aunque había salido con hombres, siempre tenía mucho cuidado de nodejar que sus sentimientos fueran demasiado lejos. Fernando le había enseñado el precio de amar. Y no solo ella lo había pagado, también sus abuelos. Habían estado a puntode perder su empresa a causa del error que ella había cometido con un hombre. No dejaría que eso sucediera nunca de nuevo.
—Soy lo que aparento ser —afirmó ella—. ¿Y tú? ¿Eres un ejemplo de encanto y talento empresarial?
Pedro rió.
—Supongo que sí. Es difícil decirlo cuando creces a la sombra de un hermano carismático… todo el mundo espera que seas como él.
—¿Cuántos hermanos tienes? —preguntó ella. Aunque había dedicado parte de latarde a leer sobre ellos en Internet, quería oírle hablar de su familia. Ella no podía imaginarse la sensación de crecer siendo hijo de un rico y famoso jugador de golf o detener un hermano que jugara en los Yankees—. Sé que tu padre era jugador de golf profesional.
—Así es. Tengo dos hermanos…
—¿Y tú eres el mediano?
—Sí, señora. El más callado.
—No te he visto callado todavía.
Pedro rió de nuevo y Paula pensó que le gustaba el sonido de su risa… le gustaba demasiado. Pero, por muy encantador que fuera, ella no iba a bajar sus defensas.Tenía que dejarle claro que harían las cosas según sus reglas.
—De acuerdo, una copa. ¿Por qué no vienes alrededor de…?
—A las cinco.
—¿Las cinco? Eso son dos horas antes de nuestra cita. ¿Cómo vas a hacer que una copa dure tanto? —preguntó ella poniéndose en pie y pensando qué iba a ponerse.Faltaban cuarenta minutos para las cinco.
—Si las cosas salen bien, no quiero privarte de disfrutar de mi compañía.
—Qué considerado —dijo ella.
—Lo soy. Es una de mis muchas cualidades.
—Lo recordaré cuando estemos haciendo las negociaciones para el mercado — comentó ella, riendo—. A las cinco en punto en el bar del vestíbulo del Ritz.
—Nos vemos —se despidió él y colgó.
Paula entró en el dormitorio y se miró al espejo. Tenía aspecto de acabar de salir de la oficina. Abrió el armario y se dió cuenta de que solo tenía atuendos formales para ir a trabajar. No tenía ninguna prenda especialmente sexy. ¿Pero quería estar sexy para su cita con Pedro?
—Sí —se respondió a sí misma en voz alta. Si quería llevar las riendas de la negociación, iba a tener que jugar todas sus cartas, pensó. Y estaba segura de que iba a ser un juego de todo menos aburrido.
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