—¡Buenos días, Detroit! Estás escuchando la WCPD, la emisora que te mantiene caliente aunque fuera haga un frío de mil demonios. Somos Rolo King y la encantadora Paula Chaves invitándote a salir de la cama y comenzar un bonito día.
Paula dió otro sorbo a su té mientras escuchaba a Rolo. Le gustaba la energía que ponía en lo que hacía. Miró hacia el puesto de producción y vió a Vanina sacudiendo la cabeza. Le daba la impresión de que le era difícil mantener a Rolo a raya. Rodrigo le mandó un mensaje a la pantalla del ordenador para que hiciera un inciso y diera paso a la publicidad.
—Y ahora que ya se han levantado, será mejor que permanezcan en sintonía para escuchar las noticias más destacadas y a continuación participéis en nuestro coloquio. Hoy el tema es qué diferencia al hombre perfecto de los demás.
A continuación apretó el botón de la publicidad y se quitó los auriculares. Rolo hizo lo mismo.
—¿Has visto su cara?
—Sí, creo que está enfadada contigo.
—Cree que puede controlarme —dijo él y de repente, la puerta se abrió—. No dejo de decirle: nena, tienes que dejar que un hombre tenga su espacio.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que no me llames nena? —preguntó Vanina.
—Tienes que avisarme cuando me esté espiando como ahora mismo —le dijo Rolo a Paula.
—¿Puedes hacerte cargo de las llamadas mientras hablo con Rolo fuera?
—Claro —respondió Paula.
Salieron y pudo oír cómo empezaban a discutir antes de que se cerrara la puerta. Miró a Rodrigo y él se encogió de hombros.
—Seguimos tú y yo solos durante un rato —dijo mirando hacia el puesto del productor—. Intenta alternar las llamadas, no quiero que esto se convierta en un manifiesto contra los hombres.
—Yo tampoco —dijo Rodrigo—. Haz una breve introducción. Tenemos ya tres llamadas en espera. En cinco segundos estás de vuelta en antena.
Ella asintió y escuchó el final del último anuncio. Luego apretó el botón para continuar la retransmisión.
—Encontrar la pareja perfecta puede ser difícil en el siglo veintiuno, nadie lo sabe mejor que yo. Mis oyentes me han estado dando pistas de cómo encontrar aese ser en extinción que es el hombre perfecto. Y lo que he descubierto es que el hombre que puede ser adecuado para una mujer puede no serlo para otra. Así que demos paso a sus llamadas y veamos cuáles son las cualidades que más os atraen.
Rolo regresó al estudio y se puso los auriculares mientras el primer oyente comenzaba a hablar. Era una mujer, Janice, que buscaba un compañero que la ayudara a criar a sus tres hijos. Había estado casada dos veces.
—No sé por qué sigo saliendo con hombres. Parece que siempre doy con el equivocado.
—Lo sé, Juana. Creo que seguimos teniendo citas porque estamos convencidos de que podemos dar con una buena pareja. Nos conformamos con tener a alguien agradable a nuestro lado —dijo Paula.
—Quizá te quedas en lo superficial y no profundizas —intervino Rolo.
—¿Qué?
—¿Por qué sales con un hombre, por cómo se comporta o por su aspecto? — preguntó Rolo.
—Todo empieza por el aspecto...
—No, empieza por otras cosas —dijo Rolo.
—¿Cómo puedo saber...? —comenzó Juana.
—La próxima vez que estés con un hombre que te guste, tómatelo con calma en lugar de saltar inmediatamente a una relación más seria —dijo Rolo.
—Es muy importante haceros amigos desde el primer momento. Eso siempre es de ayuda a largo plazo —añadió Paula.
—Eso tiene sentido. Lo intentaré.
—Estupendo. No dejes de llamarnos para contarnos cómo te va —dijo Paula.
Rolo la miró sonriente e hicieron otra pausa para la publicidad. Por primera vez, Paula sintió complicidad con su madre. Nunca antes había entendido la necesidad que ésta tenía de conseguir gente que fuera a su programa para hablar de sus problemas. Siguieron atendiendo las llamadas durante el resto de la mañana y cuando salieron del estudio, Federico los estaba esperando en el pasillo.
—Ha sido un programa muy entretenido. No hemos dejado de recibir llamadas en toda la mañana. Chicos, son unos fenómenos.
—Imagino que si pedimos el cambio a la noche...
—Ah, no, ni hablar. Lo siento, Pau, te necesito aquí.
—¿Es por mí, nena? —preguntó Rolo.
—No, es por la hora. No soy una persona madrugadora.
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