—A lo mejor lo hago, sí.
—¿Siempre te ha dado tanto miedo dejar a una mujer embarazada?
—Digamos que tú eres la primera mujer con la que he practicado el sexo sin preservativo.
—Es agradable saber que soy única.
Él sonrió con pesar mientras negaba con la cabeza.
—Bueno, en eso tienes razón, desde luego. Venga, tómate el café antes de que se te enfríe y tenga que llamar otra vez a la azafata.
Paula se tomó el café rápidamente, deseosa de retomar la conversación. Tardarían un par de horas más en aterrizar en Happy Island, y eso le daba la oportunidad de tener a Pedro sentado a su lado. A Paula no se le ocurría mejor oportunidad que ésa para averiguar todo lo que siempre habría deseado saber sobre él; porque una vez en Happy Island no tendrían mucho tiempo para hablar.
—Háblame de tí, Pedro —le dijo ella cuando dejó la taza sobre la mesita abatible—. De tu vida antes de empezar a trabajar con mi padre. Siento curiosidad.
—Yo nunca hablo de esa etapa de mi vida, Paula.
—Pero eso es una bobada, Pedro. Yo ya sé algunas cosas. Sé que tuviste un padre horrible y que te escapaste de casa y viviste en la calle cuando sólo tenías trece años.
Y sé que a los dieciocho te metieron en la cárcel por robar coches.
—Entonces ya sabes suficiente, ¿no?
—Esos son los hechos en sí. Quiero que me des los detalles.
—Desde luego sabes elegir el momento —suspiró Pedro.
—Creo que tengo derecho a saber más cosas del hombre con quien me estoy acostando, ¿no te parece? Tú solías hacerles a mis novios el tercer grado.
—Pero yo no soy tu novio. Soy tu amante secreto; y los amantes secretos son a menudo hombres de mucho misterio...
—Lo siento, pero ya no eres mi amante secreto. Anoche le dije a Felisa que estábamos juntos.
—¿Cómo has dicho?
Paula se encogió de hombros.
—He dicho «lo siento».
—Sí, claro. Eres una descarada y una conspiradora.
Paula vió que no estaba tan enfadado como quería dar a entender. Y ella no tenía intención de echarse atrás.
—Entonces, ¿me vas a contar la historia de tu vida, o no?
—¿Tú crees que estás preparada para ello, chiquilla?
—No insultes mi inteligencia, Pepe. Es posible que yo no tenga tanta experiencia como tú en ese sentido, pero veo las noticias por la noche y sé leer. Sé cómo es el mundo real, así que nada de lo que digas me va a sorprender.
Qué afirmación tan inocente, pensaba Paula mientras escuchaba la horrible historia de la vida de Pedro durante la media hora siguiente.
Su madre se había largado cuando él era demasiado pequeño como para acordarse de ella, su padre había sido un borracho, un vago y un violento que había enseñado a su hijo a robar cuando sólo tenía cinco años y que le pegaba un día sí y otro no. Paula se quedó horrorizada cuando Pedro le contó que no sólo le había dado puñetazos y bofetadas, sino que también le había golpeado con correas y quemado con cigarrillos. Naturalmente la educación formal de Pedro había sido muy limitada, ya que había faltado a menudo a la escuela; pero como era listo había aprendido a leer y a escribir. El amor, por supuesto, había sido para él una emoción desconocida. Se había creído afortunado porque al menos le habían dado de comer, ya que entonces la supervivencia era lo más importante.
A los trece años, en plena pubertad, había pegado un estirón enorme que le había permitido llegar a tener casi la misma altura que su padre. Y cuando su padre le había golpeado, por primera vez Pedro le había devuelto los golpes.
No se había escapado de casa como Paula había creído; su padre le había echado sólo con lo puesto. Se había quedado en un refugio durante un tiempo, pero había tenido la mala suerte de acudir a uno que estaba dirigido por alguien que no tenía verdadero interés en ayudar sino en quedarse con su salario. Después de marcharse de allí, Pedro había dormido en edificios en ruinas y conseguido dinero del único modo que sabía: robando. No robaba en tiendas, sino que solía forzar la cerradura de los coches y llevarse el contenido. No había querido unirse a ninguna banda, ni confiar en nadie salvo en sí mismo. Había hecho algunas amistades, todos ellos chulos, prostitutas o traficantes de drogas. Inevitablemente, él mismo había empezado a abusar de las drogas, que en ese momento habían hecho más soportable su existencia. Pero las adicciones pedían dinero; de modo que había empezado a robar e casas y a robar coches.
—Una noche —empezó a decir Pedro—, cometí un error y me pillaron. Entonces fuí a la cárcel, conocí a tu padre y el resto ya lo sabes.
Paula estaba a punto de echarse a llorar.
—Oh, Pedro...
—Te lo advertí.
—Pero sobreviviste a eso.
—No lo creo —murmuró ella—. No eras tan malo cuando te viniste a vivir con nosotros; conmigo siempre fuiste amable.
—¿De verdad? ¿O sólo intentaba estar a buenas con el jefe?
Paula frunció el ceño. Nunca lo había contemplado desde ese ángulo.
—Maldita sea, no me mires así. De acuerdo, me gustabas, sí; eras una niña adorable.
—Sigo gustándote —dijo ella con una sonrisa de alivio.
—Sí. Sigues gustándome.
No era mucho, pero Paula se sintió mejor. De pronto todo se le antojaba más sencillo. Aun así, sintió que era mejor cambiar de tema.
—Deja que te cuente lo que es sobrevivir de ese modo —le dijo él en tono seco—. Sólo piensas en tí mismo; te conviertes en una persona dura, fría y capaz de cualquier cosa. Cuando conocí a tu padre en la cárcel, él no me importaba en absoluto; sólo lo que pudiera hacer por mí. Lo vi como la oportunidad de escapar y me agarré a ello como pude. Cuando finalmente salí de la cárcel y me puse a trabajar de chófer de tu padre, él me parecía un cretino. No le quería nada.
—Pero al final acabaste queriéndolo —dijo ella—. Tú mismo lo dijiste.
—Acabé respetándolo, sí. Eso no es lo mismo que querer.
—Entiendo...
—No, tú no lo entiendes. No puedes entenderlo porque no has vivido lo mismo que yo. Te lo he dicho una vez, y te lo diré de nuevo. Los hombres como yo no somos capaces de amar a nadie.
—¿Has sabido algo de tu película?
Nunca había visto a Pedro tan confuso.
—¿Cómo?
—¿No habías dicho que esa película donde habías invertido tanto dinero salía en Año Nuevo? Pues ya estamos a tres de enero; hace ya tres días que ha pasado Año Nuevo.
Pedro se dió cuenta. Su escabroso pasado era demasiado para Paula. Ojalá no sacara otra vez la conversación; porque prefería dejar su pasado allí, guardado en la mazmorra de su pensamiento.
Geniales los caps, q triste la vida de joven de Pedro.
ResponderEliminarMuy buenos capítulos! Ojalá Paula lo ayude a curar tanto dolor.
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