jueves, 7 de julio de 2016

Un Amor Imposible: Capítulo 38

—Me reservo el derecho de invalidar el título si te pones grosera conmigo.

—Sólo me pongo grosera cuando viene un ciclón; y también histérica.

Pedro se echó a reír.

—Y me lo dices ahora. No te preocupes. Mi casa está construida a prueba de ciclones. En realidad, hace varias décadas que Happy Island no sufre el azote de ningún ciclón, aunque a veces llueva mucho o soplen vientos huracanados. Desgraciadamente, a lo mejor tendremos que quedarnos dentro de casa durante varios días seguidos —añadió con un brillo de picardía en la mirada.

Paula sonrió.

—Menos mal que me he traído los juegos de mesa, ¿no?

Pedro protestó.

—No, el Monopolio no, por favor. Siempre me ganabas.

—El Monopoly y el Scrabble y las damas chinas. Me los encontré en el fondo del armario cuando estaba haciendo la maleta.

Al ver la cara de Pedro, ella le dió un codazo en las costillas de broma.

—Vamos. Nos divertíamos un montón jugando a esos juegos.

—Ahora que somos mayores, tenía otros juegos en mente.

Paula negó con la cabeza.

—Si crees que estas vacaciones van a ser nada más que una orgía, estás muy equivocado. He traído unos folletos de Happy Island de la agencia de viajes y hay un montón de cosas que hacer.

—¿De verdad? ¿Como qué?

—Aparte de hacer una excursión para ver todos los lugares de interés de la isla, me gustaría tomar un barco e ir a la barrera coralina; y quiero montar en helicóptero para ver las Whitsundays desde el cielo. También se puede practicar el windsurf y comprar souvenirs en las tiendas. Ah, y jugar al minigolf. En eso me puedes ganar. También he visto fotos de una preciosa playa de arena blancas y aguas azul brillante donde me gustaría ir a nadar.

—No harás eso —dijo él negando con la cabeza.

—¿Por qué no?

—Por el irukanji.

—¿El qué?

—Son medusas asesinas. Si te pican, te puedes pasar días en el hospital. Y desde el 2001 han fallecido dos personas a causa de las picaduras. En verano es cuando más hay.

—Entonces, nada de nadar.

—En realidad, puedes meterte en el agua si llevas un traje de neopreno; pero no son especialmente bonitos. Aun así, no debes preocuparte. No conozco otro sitio donde haya más piscinas que en Happy Island. La mía es fabulosa, y se calienta por medio de placas solares, además.

—No lo dudaba.

Él sonrió divertido.

—Nunca te falta una respuesta, ¿verdad?

—Yo nunca he dicho que sea perfecta.

—Sólo casi —dijo él mientras se inclinaba a darle un beso en la mejilla.

Ella se volvió a mirarlo de frente.

—Pensaba que habías dicho que no me ibas a besar.

—¿Y a eso le llamas beso? Ya te enseñaré lo que es besar cuando lleguemos a mi casa.

Ella se estremeció al ver el deseo en su mirada.

Aquello era lo que ella siempre había deseado, que él la mirara de esa manera. ¿Pero sería suficiente ser el objeto de la pasión de Pedro? Sinceramente, ella deseaba más; quería un final feliz. Y sobre todo quería el amor de Pedro, aquello que él decía que jamás le daría a nadie.

—Puedes relajarte ya —dijo Pedro—. Hemos pasado la turbulencia.

A Paula se le encogió el corazón mientras se decía, atormentada, que las turbulencias acababan de empezar.

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