jueves, 7 de julio de 2016

Un Amor Imposible: Capítulo 37

—Se estrenó ayer con críticas variadas —le dijo—. Hasta dentro de unos días no se sabrá la opinión del público.

—¿Cómo se llama?

—Regreso al desierto. Es una segunda parte de La novia del desierto. El guionista es el mismo.

—Entonces tendrá éxito. A todos los que les gustó La novia del desierto irán también a ver ésta.

—Es lo que esperamos.

—¿Es buena? Las segundas partes no siempre son buenas.

—Creo que ésta sí lo es.

—¿Pero los críticos no lo creen?

—A algunos les gustó; otros aborrecieron el final porque es muy trágico.

—¿Quién muere? Espero que no sea Sergio.

—No, Brenda.

—¡Brenda! Imposible. No puedes matar a la protagonista de un romance; tiene que haber un final felíz, Pedro.

—Tonterías. Muchas historias de amor no acaban bien.

—Sólo las escritas por hombres —dijo con pesar—. ¿Cómo muere Brenda?

—Le pegan un tiro cuando salva a su hijo de los malos —dijo a la defensiva, como si eso lo arreglara todo.

—No hay excusa posible. Sencillamente, no puede morir. ¿No podían haberla herido?

—Tenía que morir. No era buena para Sergio. Su historia de amor era falsa y su matrimonio un desastre en ciernes. Ella detestaba vivir en el campo. Le amenaza con volver a la ciudad y llevarse al niño cuando de pronto aparecen los malos de su vida anterior. La segunda parte no es una historia de amor, Paula, es un drama.

—Puedes llamarlo como quieras; suena fatal de todos modos.

—Gracias por el voto de confianza.

El capitán anuncio turbulencias y pidió que todos se abrocharan el cinturón, terminando de momento con la acalorada discusión.

—Típico —dijo Pedro mientras ajustaba el cierre.

—¿A qué te refieres? —le preguntó Paula mientras se agarraba a los apoyabrazos cuando de pronto el avión se estremeció.

—Enero es época de ciclones sobre todo por esta zona.

—Ojalá me lo hubieras dicho antes. Podríamos habernos quedado en casa, y más teniendo en cuenta que Felisa y Juan se han marchado.

—Quería enseñarte Happy Island.

—¿La isla en sí o la casa de lujo?

Pedro sonrió.
—Un hombre tiene derecho a presumir delante de su novia, ¿no crees?

A Paula le dió un vuelco el corazón.

—Me has llamado «novia»...

Pedro se encogió de hombros.

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