Desafortunadamente, no pudieron hablar con Paula antes de que la ambulancia se llevara a Mariana porque su teléfono comunicaba todo el tiempo y Pedro tuvo que cumplir la promesa de quedarse con Bautista hasta que su madre llegara a casa, alrededor de las cinco. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Mariana ya tenía suficientes problemas.
Cuando se fue la ambulancia, Pedro salió a la calle y, sujetando a Bautista con un brazo, llevó con la otra mano su moto hasta el garaje. No le importaba hacer el papel de caballero andante, mientras no perdiera su más preciada posesión. Poniéndose la mochila a la espalda, volvió a entrar en la casa y se dispuso a pasar el tiempo hasta que llegara Linda.
En un saloncito del piso de arriba encontró una televisión y se sentó para ver un partido de fútbol, con Bautista sobre sus rodillas. A mitad del partido, el niño empezó a quedarse dormido y Pedro lo volvió a poner en su cuna, sintiéndose aliviado cuando aquellos ojazos negros se cerraron.
Mariana le había dicho que tenía nueve meses, pero parecía mayor.
—Eres un enano muy guapo —dijo, alejándose de puntillas.
Pedro volvió a intentar llamar a Paula, pero seguía comunicando. Frustrado, llamó a sor Agustina y le dijo que quizá no llegaría aquella noche, pero no le explicó lo que estaba haciendo por miedo a que llegara a una conclusión equivocada, sor Agustina siempre intentaba convencerlo de que sentara la cabeza y no quería darle falsas esperanzas. Cada vez que hablaban por teléfono, le preguntaba por todo lo que estaba haciendo, pero nunca estaba contenta de cómo y dónde, siempre quería saber los cuándos y los porqués. Y siempre le preguntaba cómo se sentía. ¿Es que las mujeres no sabían que a los hombres les gusta mantener sus sentimientos ocultos? En fin, simplemente le dijo que había tenido problemas con la moto.
Cuando colgó, volvió a llamar a Paula. Seguía comunicando.
Pedro volvió a subir para ver cómo estaba el pequeño y su cara se suavizó con una sonrisa cuando miró la cuna. Estaba durmiendo como un ángel. Todos aquellos gritos lo habían dejado agotado.
El reloj de Pedro marcaba las tres y veinte; faltaban casi dos horas hasta que Paula llegase a casa. Frotándose la barbilla, pensó que le iría bien un afeitado. Y una ducha. No quería que la señora de la casa pensara que era un vagabundo.
Pero antes hizo un pequeño reconocimiento del segundo piso. Al lado de la habitación de Bautista había un baño y al otro lado, un dormitorio grande con un balcón que tenía vistas al puerto. Frente a éste, otro dormitorio pequeño y el saloncito en el que había estado viendo la televisión.
La decoración del piso de arriba era agradable y cálida, en contraste con el aspecto moderno del piso de abajo. Los suelos estaban cubiertos de moqueta gris y el saloncito era espacioso y muy cómodo.
En él había un enorme sofá tapizado en terciopelo azul, una estantería con una televisión, vídeo y un equipo de música. En una esquina había una encimera de granito y, tras ella, un pequeño espacio que servía de cocina y bar. Además de la pequeña nevera, contenía todo tipo de utensilios de cocina, desde un microondas hasta un tostador. Debajo de la encimera, había armarios llenos de bebidas, vasos, cubiertos, platos, té, galletas y comida para niños.
Pedro supuso que en el piso de abajo habría otra cocina más grande, pero por el momento aquella era suficiente para sus necesidades y las del niño.
Otra mirada a su reloj le dijo que eran las tres y media. Hora de ducharse, pensó, dirigiéndose hacia el baño.
Pedro tenía costumbre de cantar bajo la ducha. Sobre todo, ópera. O una de aquellas canciones de Mario Lanza que las monjas le habían enseñado cuando era un niño. Especialmente, las canciones religiosas.
Tenía una buena voz de tenor y se lanzó a cantar una de sus favoritas, mientras se enjabonaba. Se olvidó por completo de Bautista y seguía cantando a pleno pulmón cuando cerró el grifo y oyó los gritos del niño.
La siguiente línea de la canción fue inmediatamente reemplazada por una maldición que hubiera hecho que sor Agustina y Mario Lanza se ruborizaran. Pedro se secó rápidamente el pelo, se envolvió una toalla azul alrededor de la cintura y salió del baño.
—¡No te quites el pañal! —advirtió, mientras abría la puerta de la habitación.
De nuevo, el niño dejó de llorar cuando lo vio.
Pedro se quedó parado, con las manos en las caderas, mirando al niño.
—Tengo el presentimiento de que tú necesitas un poco de disciplina, jovencito.
Me dan ganas de dejarte ahí llorando mientras voy a vestirme.
Pero cuando Pedro sonrió con su boquita sin dientes, Pedro no pudo resistirse.
—Eres peor que una mujer guapa —dijo, acercándose a la cuna—. No te puedo decir que no. Venga, ven a ver cómo me pongo presentable para tu madre.
Una vez en brazos de Pedro, el pequeño tomó inmediatamente uno de sus rizos y se lo puso en la boca, chupándolo como si tuviera sed.
—Ah, ¿o sea que quieres beber? ¿No gritabas por mi horrible voz?
Cuando salía de la habitación y estaba a punto de torcer hacia el saloncito, algo en la escalera llamó su atención.
Giró la cabeza y vio a una mujer con ojos como dagas, que sostenía una pesada lámpara de bronce en las manos, dispuesta a partírsela a Pedro sobre la cabeza.
—¡Espera! —gritó Pedro, apartándose.
Ella bajó la lámpara, pero su mirada seguía siendo igual de peligrosa.
—Espero que tenga una buena explicación —advirtió ella—. O es usted hombre muerto.
Pedro casi sonrió. La madre tigresa salía en defensa de su cachorro. ¿No se daba cuenta de que no hubiera tenido ni la más mínima oportunidad contra él, si hubiera sido un delincuente? Medía más de un metro noventa, pesaba más de cien kilos y era cinturón negro de kárate. Ella no mediría más de un metro sesenta y cinco y no pesaría más de cincuenta kilos.
Pero, por supuesto, a ella no le importaría nada y lucharía a muerte por su hijo.
Aquel gesto le inspiraba ternura. Y no le sorprendió, porque supo desde que habló con ella por teléfono que la hermana de Gonzalo le iba a gustar.
Muy buenos capítulos! Me encanta Pedro, ya lo conquistaron la madre y el hijo!
ResponderEliminarQUé buenos los 4 caps, ya lo engancharon jajajajaja.
ResponderEliminarYa me re enganché con esta historia!!
ResponderEliminarYa me re enganché con esta historia!!
ResponderEliminar