jueves, 28 de julio de 2016

El Niñero: Capítulo 32

—Porque tengo que hacerte una proposición y creo que te interesará.

—¿Qué proposición? —preguntó Paula.

—Necesitas una niñera para Bauti y yo quiero solicitar el trabajo.

Paula lo miró, perpleja.

—Sí. Comprendo tu sorpresa. No pensabas contratar a un hombre para ese trabajo. Pero no hay ninguna razón para que un hombre no pueda hacer ese trabajo tan bien como una mujer. Por lo que sé de tí no eres sexista ni tradicional y además, ¿puedo recordarte que soy un excelente cocinero y un experimentado cuidador de niños? La verdad, es que no sería la primera vez que hago ese trabajo. Te aseguro que no podrías encontrar a nadie mejor.

Paula no sabía qué decir. No hubiera sido humana si no se hubiera sentido tentada. Tener a Pedro en casa cada noche era la fantasía de toda mujer hecha realidad.

Pero sólo una ingenua aceptaría aquella absurda proposición. El recién descubierto cinismo de Paula sobre los hombres y sus motivaciones la advirtió de que aquello no era lo que parecía.

—Sería una estupidez por mi parte contratar a un hombre del que sé tan poco. Ni siquiera sé cómo te llamas de apellido y sólo tengo tu palabra de que has cuidado niños antes. Me gustaría tener referencias, antes de dejar que alguien viniera a vivir a mi casa.

—Sí, bueno, también he pensado en eso —dijo, sacando un papel doblado del bolsillo de sus vaqueros—. Toma. Lee esto.

Paula  lo hizo y su asombro no pareció tener límites. La nota decía:

A quien corresponda:
"He conocido a Pedro Alfonso durante toda su vida y no tengo ninguna duda en recomendarlo para cualquier trabajo. Es un hombre trabajador y honrado, con valores cristianos. Su generosidad de espíritu y sinceridad son valiosas para todos aquellos que lo conocen. Es especialmente bueno con los niños y, en el pasado, ha sido responsable del cuidado diario de uno, haciendo el trabajo a la perfección".

Estaba firmada por la hermana Agustina, de Las Hermanas de San José, Strathfield, e incluía un número de teléfono.

—¿Una monja, Pedro? Estoy impresionada.

—Ya me lo imaginaba. Por favor, llama a sor Agustina si tienes alguna duda.

Paula no pensaba dejarse convencer tan fácilmente.

—¿Y cómo es que conoces a esta monja? —preguntó suspicaz. No había olvidado sus dudas recientes sobre Pedro.

—Ella me crió.

—Ella te crió —repitió ella atónita.

—Sí. Me dejaron en el convento cuando era un niño. Las hermanas me acogieron y sor Agustina fue como una madre para mí. Ella es la razón por la que quiero quedarme en Sidney durante un tiempo. Es mayor y no está muy bien últimamente. Quiero estar cerca, en caso de que me necesite o de que ocurra lo peor.

Paula estaba conmovida. Entonces, ésa era la razón por la que Pedro era un aventurero. Era huérfano y su única familia era aquella hermana Agustina. Era increíblemente tierno que renunciara a todo para estar cerca de ella al final de su vida.

—Oye, ¿podrías invitarme a pasar? —preguntó él—. Aquí fuera hace mucho calor.

Paula dudaba y Pedro esperó con paciencia.

—Si te dejo entrar —dijo ella, con intención—, no quiero que saques ninguna conclusión. Y no quiero que me toques —añadió, amargamente, conociendo su debilidad por aquel hombre.

—Nada de tocar —dijo él, levantando las manos. Pero había un brillo especial en aquellos ojos negros suyos que restaba validez a su supuesto gesto inocente.

—Entra —suspiró Paula—. Haré un poco de café.

—Y yo te convenceré de mis buenas intenciones.

—Tú y yo sabemos que no tienes muy buenas intenciones en lo que se refiera a las señoras.

—Ya veo que voy a tardar un poco en redimirme ante tus ojos.

Paula cerró la puerta y se dio la vuelta para mirarlo.

—¿Por qué te importa si te redimes ante mis ojos o no? ¿O es que no has vuelto para cuidar a Bauti sino para meterte en mi cama?

Pedro la miró pensativo.

—Supongo que podría mentir y decirte que no quiero volver a hacer el amor contigo. O podría decirte la verdad y toda la verdad, pero tampoco creo que me creyeras. Así que, por ahora te diré que no, no he vuelto sólo para acostarme contigo. Realmente quiero ese trabajo. Pero, sí, si compartir la cama contigo cada noche es uno de los beneficios, no voy a decir que no.

La cabeza de Paula daba vueltas ante la idea de tener a Pedro en la cama cada noche.

—Bueno, por lo menos eres honrado —dijo Paula, con un suspiro.

—Claro que soy honrado. ¿Es que no has leído las referencias? —preguntó con una maliciosa sonrisa.

—¿Te importa si pongo a prueba esa honestidad por segunda vez? —rió Paula cáustica.

—Adelante.

—¿La cena de anoche de verdad fue gratis o tuviste que pagar?

Él parecía completamente asombrado.

—¡Qué pregunta más rara! Pues claro que fue gratis. ¿Por qué iba a mentir sobre eso?

—Esta mañana me estaba preguntando si no sería parte del plan.

—¿Qué plan?

—El plan para seducir a la tonta y hambrienta hermana de Gonzalo.

Él se quedó mirándola y después negó con la cabeza. Cuando empezó a acercarse a ella, Linda se apoyó en la pared.

—Has prometido no tocarme —protestó casi sin voz cuando él la tomó por los hombros.

—Esto no es tocar. Es hacerte entrar en razón. Quiero dejar una cosa clara. Yo no vine aquí con ningún plan. Lo que ocurrió anoche, simplemente ocurrió. ¿Está claro?

—Sí —dijo ella.

—No quiero jugar a nada, Paula. Soy demasiado mayor para esos juegos. ¿Me vas a contratar como niñera de Bauti o no? Haré el trabajo a cambio de casa y comida. En qué cama duerma dependerá sólo de ti. Tú eres la que manda.

¿La que mandaba? Casi se rió al oír aquello. No mandaba en absoluto, especialmente con él tan cerca, con sus manos sobre ella. Le había hecho prometer que no la tocaría porque sospechaba que aquello podía ocurrir.

2 comentarios:

  1. Ayyyyyyyyyyyy, qué lindo, buenísimos los caps.

    ResponderEliminar
  2. Hermosos capítulos! que buen cambio el de Pedro! se la está jugando!!!!

    ResponderEliminar