jueves, 17 de marzo de 2022

Secreto: Capítulo 12

Paula había pasado por la peluquería como parte de su plan de recuperación después de Daniel, y le maravilló que Pedro se hubiera dado cuenta.


—Gracias —dijo, elevando su copa—. Porque los mellizos se adapten felices a Australia. Que todo vaya sobre ruedas.


—Brindo por eso —secundó él, y se sentó en una silla, estiró las piernas y cruzó los tobillos.


Paula intentó no mirarlo, pero era tan atractivo… Sus vaqueros, desgastados, le abrazaban los poderosos muslos. Sus botas de cuero, hechas a mano, estaban usadas pero impecables. La luz de la lámpara hacía brillar su cabello y acentuaba los marcados rasgos de su rostro. Tal vez no debería proponer lo de Australia. No quería pasarse los dos meses siguientes observando de reojo al ex marido de Lara, sólo porque no tenía novio. Se suponía que iba a continuar con su emocionante vida de soltera, y a hacer planes para su brillante carrera profesional. Dió un sorbo a su copa, preparándose para abordar la charla, y se le escaparon las palabras.


—He estado pensando que vas a necesitar ayuda con los niños nada más llegar a Australia.


Pedro asintió suavemente.


—He pensado lo mismo. Tal vez debería llamar a la agencia de empleo antes de llegar.


A Paula le invadió una emoción tan intensa, que se asustó.


—Yo no tengo nada que hacer.


¿Cómo podía ser que lo que había repetido miles de veces en su cabeza sonara bien, y al decirlo en voz alta pareciera una estupidez? Tampoco ayudaba la mirada atónita de Pedro.


—¿A qué te refieres con eso? —inquirió él en voz baja.


—Estoy libre durante un mes más o menos. Los colegios aquí cierran en verano —explicó, intentando que no le temblara la voz—. Hasta agosto, o posiblemente septiembre, no empezaré el nuevo empleo.


—¿Entonces estás libre el resto de junio y julio? —inquirió él, con los ojos como platos.


—Siempre y cuando tenga acceso al teléfono y a Internet. Para posibles entrevistas.


Viendo la reacción de Pedro, se puso aún más nerviosa.


—Sólo es una idea.


—Una idea fantástica —recalcó él, con los ojos brillantes, y sonrió ampliamente—. Serías perfecta.


«Por todos los santos, Paula, no te emociones». 


—¿Tienes pasaporte? —preguntó él, sin duda pensando con más claridad.


Paula asintió. Había estudiado italiano en el colegio y sus padres habían ahorrado y la habían enviado a un maravilloso viaje de estudios a la Toscana. El pasaporte seguía en vigor. Pedro frunció el ceño de pronto.


—¿Seguro que no te importa renunciar a tanto tiempo?


—Me encantará ir con ustedes. Me interesa mucho el Colegio del Aire, quiero ver cómo funciona. Y, por supuesto, deseo ayudar a Camila y Nicolás a que se adapten a aquello.


Pedro se puso en pie y empezó a pasearse agitado.


—Te prometo que no tendrás que preocuparte acerca de venirte allí —tragó saliva y la miró de reojo—. Quiero decir, que nadie sacará conclusiones acerca de tí y de mí… De si somos pareja.


Evidentemente incómodo, soltó una risa forzada. Paula sintió horrorizada que se ruborizaba.


—Bien —se apresuró a decir—. Por mi parte, tampoco tienes que preocuparte de eso. No tengo ninguna intención de enamorarme. Acabo de terminar una relación larga, y ha sido angustioso, así que transcurrirá mucho tiempo antes de que busque otra.


Pedro asintió pensativo, con mirada comprensiva, y Paula sintió un gran alivio por saber que habían dejado las cosas claras. Al mismo tiempo, le dolió aquella ansia de Pedro de querer aclarar que no estaba interesado en ella a nivel romántico. ¿No era una locura? Clavó la vista en su copa y se recordó por qué se había ofrecido. Él necesitaba ayuda, Camila y Nicolás una niñera, y ella necesitaba sentir que había hecho todo lo posible por los hijos de Lara.


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