jueves, 3 de marzo de 2022

A Mi Medida: Capítulo 45

 —Lo he superado, Paula —había dicho sinceramente.


—¿Pedro? —dijo Jimena—. ¿Sigues ahí?


—Sí, Jimena, perdona. Es que estaba pensando en mis cosas.


—¿Y Paula? ¿Está por ahí?


—No, está en Londres. Ha tenido que ir de repente a una prueba del vestido.


—Ah.


—Le he preparado una sorpresa para mañana. Cree que tiene sesión en el gimnasio, pero le he pedido hora para que le hagan la manicura, la pedicura y todo lo que quiera.


—Cómo me gustaría estar allí para ver todo esto. Espero que estés haciendo fotos.


¿Fotos? A montones. Del antes, del calentamiento, sudando, haciendo ejercicio, en bici…


—Muchas —contestó Pedro—. Por eso te llamaba precisamente, Jimena. Verás, ¿Estamos obligados a hacerlo? Quiero decir, ¿Has firmado un contrato?


—¿Cómo?


—Con Celebrity. Son ellos los que cubren la boda, ¿No?


—No sé de qué me estás hablando.


—¿El trato no era dejar que Paula usara las instalaciones del club gratis a cambio de vender las fotos de la hermana de la novia a una revista?


—No —contestó Jimena muy seria—. A cambio de utilizar el gimnasio gratis, Paula va a diseñar un tapiz para cubrir el enorme muro blanco de la recepción. Nadie, y digo nadie, va a utilizar ninguna foto de ella haciendo ejercicio. ¿Ha quedado claro? Aunque metenga que buscar otro trabajo, nadie se va a aprovechar de mi amiga.


Muy claro. Aquella mujer era buena, íntegra y leal. Pedro la quería en su equipo para siempre.


—Jimena, tienes otro trabajo —le dijo—. Te lo iba a decir cara a cara, pero, ya que ha salido el tema… Quiero que te hagas cargo de la dirección de todo el complejo, no solo del gimnasio.


Se hizo un grave silencio.


—Muy bien, Pedro. Me gusta la idea, pero antes quiero que me prometas que no vas a utilizar las fotografías.


—He sido yo el que te ha preguntado si habías firmado algún contrato que nos obligara a ello —le recordó—, pero, si te quedas más tranquila, te doy mi palabra.





Se suponía que Paula estaba trabajando, pero cuando Pedro se asomó al estudio se la encontró mirando fijamente las piezas del panel de invierno.


—Creí que lo tenías que tener terminado la semana pasada.


—Esa era la fecha que me había marcado yo personalmente, pero tengo un par de semanas para entregarlo.


—Entonces, ¿Te puedes tomar un descanso? Iba a hacer una deliciosa tortilla.


—Gracias, Pedro, pero no tengo hambre.


—Pero si no estás trabajando, solo mirando los paneles —insistió acercándose a ella y agarrándola de la mano, que estaba helada—. Anda, vamos.


Paula se dejó llevar hasta la cocina.


—¿Té, café, vino?


—No sé si debería tomar estimulantes…


—Paula, esto no es un castigo. Tienes que aprender a comer bien, pero eso no quiere decir que no puedas darte un gusto de vez en cuando. Lo estás haciendo muy bien. Hoy has ido al club en bici, has hecho una hora de ejercicio y has vuelto en bici a pesar de que yo me había ofrecido a traerte a casa en coche.


Paula sonrió ausente.


—He ido a buscarte, pero estabas hablando por teléfono como un millonario que estuviera cerrando un negocio de millones de dólares.


—Multimillonario.


—Ah, perdón.


—¿Y si te dijera que eso era exactamente lo que estaba haciendo? ¿Me creerías?


—No.

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