¡Ah, se refería a su casa! ¡Qué placer! ¡Mucho mejor que el de la comida basura!
—Puedes confiar en mí, pero prefiero volver a casa contigo —había contestado encantada—. ¿No me merezco un premio por lo de la hamburguesa? —había añadido mirándolo a los ojos con una franqueza que la había sorprendido a ella misma.
—¿Un premio? ¿Qué clase de premio?
Paula había dudado un segundo. Suficiente para que Pedro se inclinara sobre ella y la besara.
—¿Como este?
No había esperado una contestación. La había vuelto a besar, pero aquella vez había sido con una pasión desaforada que había hecho que Paula se apoyara en el coche y tuviera que sujetarse a su camiseta para no caerse. Unos chicos que pasaban por la calle silbaron y dijeron un par de obscenidades, así que dejaron de besarse. Jimena le había preguntado qué quería, y Pedro también. Ya lo sabía. Lo quería a él.
—¿Es suficiente, Paula? —había murmurado él.
—Bueno, más o menos —había contestado ella tragando saliva.
Aquello no había sido una descarga eléctrica sino algo mucho más peligroso.
—¿Seguro?
—Sí, sí. Era la oferta del día —había añadido al ver que Pedro no parecía muy convencido.
Él se había quedado mirándola un rato, la había soltado y había cerrado la puerta del coche con cuidado antes de meter la bici de Paula en la parte de atrás. Cuando se había puesto al volante tenía otra vez la situación bajo control, como de costumbre, pero ella estaba hecha un manojo de nervios.
—Supongo que lo de la invitación para cenar fuera ya no sigue en pie, ¿Verdad? —le había preguntado tras tomar aire varias veces.
—Tú hoy a pan y agua.
—No es justo —había protestado—. No me la he comido.
—Eso es cierto —había sonreído él—. Te daré también algo de fruta… Y algo de vino.
—¿Sin comida? Se me va a subir a la cabeza. ¿Y si das la vuelta y compramos algo en la hamburguesería? Si compramos patatas, sería una cena muy completa, ¿No? —había bromeado.
—Te estaría bien empleado que te hiciera algo así, sí —había bromeado él también—. ¿Conoces el restaurante italiano que hay al lado de la catedral?
—Yo no me puedo permitir ir a sitios así —había contestado ella sorprendida.
—Te has esforzado mucho esta semana, Paula, así que, si te vas a saltar el régimen, te mereces que sea con algo mejor que una hamburguesa.
—¿Sí? —había dicho ella muy sonriente—. Sí.
—Hola, Pedro, te iba a llamar luego. ¿Qué tal todo?
—El club va estupendamente. Has elegido un buen equipo, Gina. Trabajan mucho.
—¿Y qué tal Paula?
—Mejor de lo que ella cree. Es cierto que no está adelgazando un montón, pero está mucho más tonificada —contestó teniendo que tomar aire—. Ya no se queda sin aliento después de haber andado un par de kilómetros.
No como él, que la noche anterior, al verla con aquel vestido negro de escote para ir a Alfredo’s, se había quedado sin respiración. Tenía un precioso cuerpo de curvas femeninas que habían hecho las delicias de más de uno.
—Progresa entonces —dijo Jimena.
—He sido bastante duro con ella —admitió Pedro—. Solo me ha desobedecido una vez y la pillé a tiempo.
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