—Me gustas —repitió.
Después esbozó la sonrisa con la que ella siempre se derretía. Cuando la tomó fácilmente en brazos vió una pregunta en los ojos de Pedro. Le decía que hablara en ese momento o que callara para siempre. Ella también lo abrazó y le pasó la mano por el cuello mientras él la llevaba escaleras arriba para enseñarle la habitación principal.
A la mañana siguiente Paula entró en su despacho como un huracán y se encontró a su ayudante y a Luciana esperándola.
—Llegas tarde —dijo Vanina mientras le ponía una taza de café en la mesa.
—Lo sé. Lo siento.
—Decir eso no resuelve nada, nunca llegas tarde —dijo Vanina con las manos en las caderas.
—Tenemos una reunión —le recordó Luciana—para hablar de algunos detalles de la boda.
Paula dejó el maletín junto a su silla y trató de recuperar el aliento. Llegar tarde era lo que pasaba cuando Pedro Alfonso te hacía el amor toda la noche. Se sentó y miró a Luciana.
—De acuerdo. Quería hablarte del menú.
—No tan rápido, jefa. ¿Estás bien? —Vanina parecía preocupada.
—Perfectamente. Y ahora, si pudieras traerme la carpeta de la boda Alfonso–Paz...
—Estaba preocupada —siguió Vanina— No has llamado ni conseguía localizarte en tu móvil.
Paula lo sacó del bolso y miró el indicador de la batería.
—Está descargado.
Había dormido en casa de Pedro y el cargador estaba en su departamento. Sentir sus abrazos no dejaba mucho sitio para los pensamientos racionales y mucho menos para estar pendiente de la batería del móvil. Miró a Vanina.
—Como has dicho, nunca llego tarde, así que no estoy familiarizada con el protocolo de los retrasos. La próxima vez, llamaré.
Su ayudante entornó los ojos.
—¿Estás planeando llegar tarde otra vez?
—Puedes apostar a que sí —soltó Paula.
—Perdón por preocuparme.
—No, te lo agradezco —dijo. Ya encontraría alguna forma de suavizar los sentimientos de Vanina después de la reunión—, pero no quiero tener más tiempo esperando a Luciana. ¿La carpeta?
—En tu mesa —dijo Vanina, y salió del despacho cerrando la puerta.
—Tienes un aspecto fabuloso —le dijo a Luciana.
—Gracias, tú también —Luciana se sentó en una de las sillas delante de la mesa y después se quedó mirándola fijamente— De hecho, estás como incandescente.
—Demasiado sol.
Demasiado Pedro, probablemente. La última noche había sido... perfecta.
—Hay chispa en tus ojos, Paula. ¿Qué ocurre? Y no me digas que es por el sol —cruzó las piernas y se puso cómoda— Evidentemente Vanina está preocupada porque nunca llegas tarde. ¿Qué pasa?
—Lo que pasa es que parece que me he convertido en un animal de costumbres, totalmente predecible —se levantó y se puso a pasear— Claramente necesito variar mi rutina para que cuando llegue unos pocos minutos tarde...
—Casi una hora.
—¿Tanto? —Se interrumpió y miró a la otra mujer— No pensé que me llevara tanto tiempo pasar por casa a cambiarme.
—¿Pasar por casa? —Luciana se calló y la miró—¿Cambiarte? Ahora estamos llegando a algo. Tengo la impresión de que hay un hombre involucrado. Mi hermano ha llegado tarde también... —abrió los ojos de par en par—¿Mi hermano y tú...?
Paula se incorporó y apoyó los codos en la mesa mientras escondía la cara entre las manos.
—No me hagas decírtelo.
—Por favor —Luciana sólo la miró. Dudando un momento, Paula dijo finalmente: —Es importante para mí que entiendas una cosa. No dejé a Pedro porque no me importara, sino más bien por lo contrario.
—Mira, Paula, mientras ninguna de nosotras nos dábamos cuenta, nos hemos ido deslizando hacia la clase de amistad que un día tuvimos.
—Sí, me he dado cuenta. Y me gusta. Lo que pasa es que necesito guardarme esto para mí.
No le preocupaba Luciana, pero era la hermana de Pedro y su única familia. La noche anterior había demostrado que era inútil intentar mantener la relación con él como algo simplemente laboral. No tenía ni idea de qué hacer, excepto que lo que había pasado en su casa se quedaría allí y no volvería a ocurrir de nuevo.
Muy buenos capítulos! Me parece que van a repetir seguido! 😉
ResponderEliminarQue bueno que volvieron a estar juntos!!
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