Luciana se colocó un mechón de pelo tras la oreja.
—Creo que deberíamos aclarar las cosas, cualquier mal sentimiento que tuviera hacia tí, ya no existe. Desapareció cuando tuvimos aquella conversación sobre mi boda, cuando Pepe me habló de tu pasado.
—Me gustaría que eso quedara en la familia.
—De acuerdo. Pero admítelo, han hecho las cosas de forma desenfrenada. Mi hermano es el hombre que te ha hecho llegar tarde.
—Me ha hecho muchas cosas, llegar tarde es sólo una de ellas —dijo sacudiendo la cabeza— No debería estar diciéndote esto.
—¿Por qué no?
—Porque sería volver a lo de la noche del compromiso —Paula se moría de ganas de hablar de lo que había entre ellos, pero no era muy adecuado con la hermana de Pedro.
—¿Y si te juro que no seré tan insensible como un búfalo? La cuestión es que me preocupo por tí y que quiero a mi hermano. Él está diferente últimamente, como más vivo desde que...
—¿Desde cuándo?
—Desde que tú... —empezó a decir Luciana mirándola a los ojos.
—No digas eso —la interrumpió Paula cubriéndose el rostro con las manos— No soy buena para él. No tengo ni idea de lo que una relación podría significar. Pedro y yo... No debería suceder de nuevo.
—¿De verdad? ¿Por qué?
Paula dejó caer las manos.
—Porque no me ama.
—Te pidió que te casaras con él.
—Porque estaba embarazada de su hija. La noche antes de la boda le pregunté si me amaba y él dijo «por supuesto». Soy la primera en reconocer que la seguridad era importante para mí. Odio decir la necesidad, pero... —se encogió de hombros— El matrimonio es un paso demasiado importante como para darlo sin amor. Después me dijiste que no me preocupara porque Pedro siempre hacía lo correcto. Entendí el mensaje. Iba a seguir adelante con la boda porque es un hombre de honor.
—Los hombres de honor también tienen sentimientos.
—Nunca he dicho que no los tuviera —Paula suspiró—, pero que la base de un matrimonio sea hacer lo correcto, no es hacer lo correcto.
—Pepe no habla de sus sentimientos —dijo Luciana— es un hombre...
—Eso no es nada nuevo.
Paula lo había visto desnudo. Otra vez. Y había sido incluso mejor esa vez. Había dicho que sin ataduras. Pero haber dicho eso y que el mensaje calara ensu corazón eran cosas diferentes. Esa vez, si no tenía cuidado, la caída, cuando llegara, sería mucho peor.
—No quería decir eso. Las mujeres hablamos de nuestros sentimientos, los hombres no. Y Pepe incluso menos que la mayoría. Tiene miedo de decir «te amo» —dijo Luciana sacudiendo la cabeza.
—No tiene miedo de nada —replicó Paula.
—No eres la única que tiene un pasado. ¿Te ha hablado Pepe de la última vez que vió a nuestros padres?
—No —Paula contuvo la respiración.
—Yo era pequeña, pero no lo olvidaré nunca —los ojos de Luciana se ensombrecieron con los recuerdos.
—¿Qué pasó?
—Mamá bromeaba con Pepe diciéndole que era demasiado frío y que nunca le decía que la quería. Cosas de mi madre. Como asegurarse de que llevabas la ropa interior limpia por si tenías un accidente y te llevaban a urgencias. Ese día volvió a decir que podía ser la última vez que tuviera la oportunidad de decir que la quería. Pepe actuó como el típico adolescente y no se lo dijo. La advertencia de mi madre fue profética —Luciana se inclinó hacia delante— Es un poco aventurado, pero mi teoría es que, para él, esas dos palabras significan adiós. Y nunca me las dice.
—Pero tú sabes que te quiere —intervino Paula.
—Sí. La cuestión es que él es de los que demuestran las cosas sin decirlas. Me hace saber lo que siente de muy diferentes formas. Pero nunca pronuncia esas palabras.
—Hay algunas que necesitamos oír las palabras. Especialmente cuando se esconde en el trabajo.
Luciana suspiró.
—Eso también comenzó después de la pérdida de nuestros padres. Transformó su dolor en actividad y ésta en éxito.
Como el donativo que había hecho para la unidad de neonatología del hospital, o la pasión y energía que estaba poniendo en el proyecto de las Torres.
—Luciana, yo no quiero hacerle daño otra vez.
—¿Te echarás atrás sin darle ni una oportunidad?
—Sí. Será mejor para él.
Luciana se levantó.
—¿Qué prefieres, un tipo que dice «te quiero» todo el rato pero es superficial o uno que demuestra que está pendiente de tí en cada cosa que hace?
—Bueno, yo...
Luciana la interrumpió con un gesto.
—Una cosa más... aunque me mataría si supiera que te estoy diciendo esto — pensó un momento— Me mataría por toda la conversación, pero es lo que hay. Entiendo que te marchaste por que te importaba mi hermano, pero tienes que saber que no te pidió que te casaras con él por el embarazo.
—Tú eso no lo sabes.
—Sí, lo sé. Podría haber sido padre sin casarse contigo. Pedro Alfonso ha salido con muchas mujeres y nunca le ha propuesto matrimonio a ninguna. Eres la única mujer a la que se lo ha pedido.
—No lo sabía —dijo Paula.
—Ha asumido riesgos en los negocios sin parpadear, pero hasta que llegaste tú, nunca le había visto darle una oportunidad a su corazón —Luciana se colgó el bolso del hombro—. Tengo que irme, ya tendremos la reunión en otro momento.
Paula asintió ausente. El corazón le latía desbocado. No era la única que no había compartido su lado oscuro. Pedro también lo había ocultado. Quería compartirlo todo, pero había creído que él se iba a casar únicamente por respetar la palabra dada. ¿Se había equivocado? ¿Tenía el corazón tan arrugado que era incapaz de reconocer el amor cuando lo tenía delante de los ojos? En ese momento era insensible y quería permanecer así porque él estaba buscando una relación sin ataduras. Ella había tenido su oportunidad y la había desaprovechado. Y no tenía a nadie que no fuera ella misma a quien echarle la culpa.
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