—Eso es diabólico.
—La venganza no tiene nada que ver —respondió Paula.
—¿Quién ha hablado de venganza? —Dijo Vanina en tono escéptico— Pero ahora que lo mencionas, ¿en qué fantasilandia vives? ¿Qué otra razón puede haber?
—¿Que soy buena en mi trabajo? —replicó Paula con ironía.
—Eso es verdad. Pero la venganza tiene que estar en el primer puesto de la lista.
—Las dos sabemos que Pedro podía haber dejado que me fuera en lugar de ponerme al frente de dos proyectos —Paula ya tenía bastante paranoia ella sola como para que se la reforzaran.
—La venganza puede tener muchas formas —dijo Vanina sabiamente.
Eso ya se le había ocurrido a Paula, pero se lo debía a Pedro. Había prometido hacer todo lo que pudiera para que tuviera éxito y no iba a incumplir su palabra. Quería demostrarle que no le volvería a fallar.
—Adiós, Vanina.
Paula se detuvo ante el ascensor y apretó el botón de bajada. Oyó algo tras ella y se dio la vuelta.
—¿Adónde vas? —Preguntó Pedro—¿A una comida de trabajo?
Maldición. Casi lo había logrado. ¿Tenía algún artilugio para localizarla o qué?
—En realidad voy a ver más capillas.
—Bien. Me alegro de haberme tropezado contigo. Te acompaño.
¿Era tropezarse con ella una expresión adecuada si en realidad había sido deliberado el encuentro? Evidentemente él tendría una agenda que cumplir...
—¿Acompañarme?
—Me apetece. Podemos ir en la limusina.
Paula esperaba que aquello no fuera en serio, si no la tarde iba a ser muy larga.
—Gracias, Pedro, pero necesito mi coche. Tengo cosas que hacer, compromisos —dijo vagamente.
—Te llevaré adonde te haga falta.
—Entiendo que quieras detalles, pero yo soy quien organiza la boda. Se supone que yo hago el trabajo de ir de un lado a otro.
—La cuestión es que me gusta ir de un lado a otro —dijo dejando caer la mirada hasta el borde de su falda.
Paula resistió la urgencia de mirar hacia abajo. Ya sabía que la falda era corta y deseó en ese momento que fuera una armadura.
—Pedro, ése es mi trabajo —insistió mirándolo— Por mucho que sientas la necesidad de controlarlo todo, seguro que tienes cosas más importantes que hacer que recorrer capillas de boda.
—Nada es más importante que mi hermana —sus ojos se oscurecieron.
—No hace falta que lo supervises. Todavía no tengo nada de que informarte. Ya sé que no tienes ninguna razón para confiar en mí, pero haré todo lo posible para que se haga exactamente lo que quiera Luciana—aseguró Paula.
—Hay algunas cosas que ella quiere que tú no puedes hacer. Como el toque familiar.
Y ella no era de la familia. Casi había sido una Alfonso.
—Esto es importante para mí —insistió él—. Luciana no tiene a su madre para ayudarla a comprar el vestido de novia ni a su padre para llevarla al altar.
—Luciana te tiene a tí—Paula no había querido decir eso, pero las palabras habían surgido solas.
Seguramente porque sentía algún tipo de remordimiento por ser tan cínica. Pedro era muchas cosas, pero un imbécil no era una de ellas. Había sido el padre y la madre de su hermana y había hecho un gran esfuerzo sacándola adelante cuando él casi era un niño. Era un buen hombre. Habría sido mucho más fácil si no lo fuera, si simplemente no le gustara. Pero no era así. Y ése era el mayor problema de todos.
Pedro miró hacia abajo.
—Y no quiero que ella olvide que siempre estaré ahí, especialmente el día de su boda.
—Lo tendré presente —asintió Paula.
No era mentira. Pedro estaba presente siempre, quisiera o no. La campana del ascensor sonó justo antes de abrirse las puertas. Pedro la miró.
—Paula, deja de discutir y entra.
Unos minutos después estaba sentada a su lado en el asiento trasero de su limusina. El lujoso interior era de cuero y moqueta, y el toque final lo ponía el especiado y exótico aroma de Pedro. Desde que se habían alejado de la entrada del hotel, los cristales tintados los protegían del intenso calor del desierto y de las miradas curiosas, porque en Las Vegas todo el mundo miraba las limusinas esperando ver algún famoso. Lo miró y supo que no había nada que pudiera protegerla de él. Otra mirada furtiva y apreció que llevaba una chaqueta negra de punto y unos pantalones de color caqui. Le quedaban bien, aunque dudaba de que algo le quedara mal. Luego pensó en lo que él le había dicho. Las palabras sobre la familia seguían en el aire y buscó algo que rompiera la tensión.
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