-De acuerdo, Pedro. Comamos -agarró una silla, se sentó y levantó la tapa de metal que cubría el plato-. Cena de Navidad -dijo ella, mirando el pavo y la guarnición.
Cuando comenzó a comer, Paula se dió cuenta de que estaba hambrienta y de que la comida estaba deliciosa.
-¿Quién iba a imaginar que la comida del servicio de habitaciones del hotel, en un día como hoy, pudiera estar tan buena?
-En un hotel de cinco estrellas, no hay que imaginar. Hay que contar con ello, por eso uno se aloja allí.
-Si es que uno puede permitírselo -ella sabía que Pedro podía hacerlo.
Comieron en silencio durante un rato. Después, Paula cometió el error de mirarlo a los ojos. Al ver que su rostro expresaba inquietud, se percató de lo poco que lo conocía.
-Entonces, ¿Podemos hablar de tu familia? -preguntó ella.
-No.
Paula aplastó el puré de patatas con el tenedor. Al mirarlo, pensó que parecía un hombre que necesitaba comunicar sus sentimientos. Y por eso ella no podía aceptar un no como respuesta.
-Creía que ibas a tumbar a tu padre.
Él la miró con ojos entornados.
-¿Lo sabías?
-Nunca me constaste que tenías padres.
-Todo el mundo los tiene. Me parecía que confirmar lo evidente sería ofenderte.
Su sonrisa no expresaba humor y, al verla, ella se estremeció. Pero no se detuvo.
-Supongo que tus padres están divorciados. ¿Dónde está tu madre?
-En Dublín -se metió un pedazo de pavo en la boca.
-¿Vas a ir a verla?
-Supongo que en algún momento tendré ocasión de visitarla.
Ella bebió un sorbo de la copa de vino que él le había servido.
-Me refería a mientras estamos aquí.
-Técnicamente, esto no es Irlanda. Londres está en Inglaterra.
-Gracias por la clase de Geografía -sabía que Pedro trataba de cambiar de tema-. Sólo para que lo sepas, los acentos británicos han sido una buena pista para mí. Pero para ser más clara todavía, ¿No vas a ir a visitarla ahora que estamos tan cerca?
-Hay un problema de tiempo. No estoy seguro...
-Por favor, Pedro, hemos venido hasta aquí. Ir a Irlanda es como ir de Nueva York a Nueva Jersey.
-Lo pensaré.
Paula lo miró fijamente. Sabía que él actuaba por instinto y que no pensaba las cosas. Ese era su trabajo. Sabía que él ya había tomado una decisión y que había decidido cambiar de tema. Por el momento.
-Sonia me ha caído muy bien -se terminó la copa de vino y él se la rellenó-. Parece simpática.
-No quiero hablar de mi familia.
Eso era otra señal de que algo no iba bien. Normalmente, él era abierto y sincero, y le contaba más de lo que ella quería saber sobre la mujer con la que salía en aquellos momentos. Sin embargo, se comportaba de manera distante. Y la miraba de manera extraña... Paula había cenado con él otras veces, pero nunca en una situación como ésa. Era demasiado íntima. Y podía sentir la energía sexual que emanaba de él y que afectaba a su cerebro, algo que ningún hombre había conseguido hacer desde la universidad.
-Háblame de Matías -le pidió.
-¿Qué pasa con él? -preguntó Pedro con fuego en la mirada.
-Es muy atractivo.
-Las apariencias engañan.
-Hablando de apariencias -dijo ella-, tienen cierto parecido familiar. ¿Él también trata a las mujeres como si fueran pañuelos de papel?
-¿Pañuelos de papel?
-Sí, desechables.
-Matías no es tu tipo -dijo él.
-¿Cómo sabes cuál es mi tipo?
-He conocido a un par de ellos. El contable -bebió un sorbo de vino-. El informático. El profesor de Química. Pero no tenías química con ninguno de ellos.
-Como que iban a mostrar la química delante de mi jefe.
-Si la chispa existe, uno no puede disimularla.
-Sabes mucho -en esos momentos se percató de que estaba disimulando lo que sentía por Pedro al notar que la miraba fijamente. Se le aceleró el pulso y respiró hondo-. Pasar de una mujer a otra no significa que se cumpla el requisito de la química.
Él se reclinó en la silla y jugueteó con la copa de vino.
-Piensa en mí como científico... Experimento hasta que obtengo el resultado correcto.
-Ni se te ocurra tratar de convencerme de eso. No reconocerías la química ni aunque el experimento científico te estallara en la cara. Y suele ocurrirte.
-¿Y eso cómo lo sabes?
-Dos palabras. Ailén Tedesco.
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