jueves, 6 de abril de 2017

Te Necesito: Capítulo 18

Después se unió a los demás, que lo recibieron con abrazos, besos y sonrisas. Paula sentía como un hueco dentro de ella, algo frío, oscuro, vacío. Lo identificó como envidia. Luciana y él habían sufrido una gran tragedia y no podía imaginarse cómo se sentían, pero habían ganado una nueva familia. Ella nunca experimentaría esa sensación de pertenencia. Tal vez porque ya no sabía lo que era pertenecer a nadie. Entre bastidores,  le daba las últimas instrucciones al equipo de camareros. Cuando volvió, la sala estaba repleta de invitados y se mantuvo al margen observando. Pedro y ella no habían celebrado una fiesta de compromiso. Él había querido que se casaran lo antes posible puesto que ella estaba embarazada.

Cuando se dió cuenta de que Luciana iba hacia ella, forzó un sonrisa.

—Paula, te estaba buscando.

 Mantenían una tregua, frágil pero que conseguían respetar.

—Aquí estoy —respondió sin ocultar en absoluto lo que había querido decir.

Escondida en un oscuro rincón dispuesta a intervenir si ocurría cualquier imprevisto.

—Bonito vestido, estás fabulosa.

El vestido de satén azul zafiro se ceñía a cada curva de su cuerpo y realzaba su pelo y sus ojos oscuros.

—Gracias, tú también.

—Muy amable —Paula esperó—. ¿Necesitabas algo?

Luciana parecía incómoda.

—Sí, darte las gracias.

—No es necesario. Tu hermano dijo que no escatimara gastos y no lo hice.

—Es todo perfecto. Está claro que has trabajado duro y quería que supieras que Nan y yo lo apreciamos.

Paula escuchó algo en la voz de ella y la miró más de cerca. La hostilidad que siempre esperaba, a pesar de que estaban trabajando juntas, no la había encontrado en Luciana hasta ese momento. Había tensión. Algo en la mirada de la hermana de Pedro le decía que el ser una novia le provocaba una gran tensión. Si alguien podía apreciar los síntomas, era ella.

—Lu, ¿Estás bien?

—Muy bien, puede que algo cansada. Nan y  yo hemos trabajado mucho. Y ahora con su familia en la ciudad... las horas se quedan cortas.

—Si alguien conoce la presión que supone casarse, soy yo.

—Eso es cierto —la frente de Luciana se llenó de arrugas— Ahora que pienso en ello, recuerdo la cena de la noche antes de tu boda.

—Fue un momento difícil. No pude dormir —admitió Paula— Estaba tan nerviosa que si algún nervio se hubiera tensado un poco más habría saltado y le hubiera sacado el ojo a alguien.

Luciana no sonrió.

—Tú y yo hablamos en el aseo de señoras. Me dijiste que tenías dudas. Buen momento el que había elegido para anunciarlo

—Lu, lo siento.  Necesitaba hablar con alguien, pero no debería haberte elegido a tí. Eres la hermana de Pedro.

—También era tu amiga. Y tu dama de honor.

—Había vino... —señaló Paula— Me aflojó la lengua.

—Me dijiste que tenías miedo de que Pepe no te amara.

—Estaba a punto de sufrir una crisis de ansiedad.

—Y yo te dije todo lo necesario para desencadenarla.

—Todo lo que dijiste fue con mucha calidez —Paula trataba de sonreír.

 —Tuve la misma sensibilidad que un búfalo. Y al día siguiente se demostró cuánto te había ayudado. Bueno, ahora hemos invertido los papeles. Me pregunto si el destino castigará a las malas damas de honor...

Paula rió.

—Tranquila, mis problemas no tienen nada que ver contigo. Tu situación es diferente, Nan y tú se conocen desde hace mucho tiempo.

—Lo sé —las señales de preocupación en su frente no habían desaparecido.

—Vas a ser muy feliz. Ve a divertirte, es una orden de tu organizadora.

Luciana asintió con la cabeza y después la abrazó en un impulso.

—Gracias de nuevo por tu trabajo.

Viniendo de la hermana de Pedro , aquel gesto significaba mucho. Pero sabía que organizar aquella fiesta había sido la parte fácil. Ver al hermano de Luciana y mantenerlo informado de todos los detalles había sido el auténtico reto. Al menos esa noche no tenía que verlo, por lo menos de forma tan personal y cercana. Se aseguró de que todo fuera bien y se mantuvo en la sombra. Los medios tenían su foto de Pedro y ella, pero el resto de la noche no era para dedicárselo al pasado, era por el brillante futuro de Luciana y Hernán. Sin embargo, no resultó ser la única que recordaba el pasado, se dió cuenta más tarde cuando Ricardo Paz se levantó y golpeó su copa pidiendo atención. El padre de Hernán era alto, distinguido y todavía guapo, como un adelanto de lo que sería su hijo de mayor.

Se aclaró la garganta.

—Quisiera darle las gracias a Pedro Alfonso por esta fiesta. Y por cuidar de una chica tan especial como Luciana.

La gente aplaudió y él levantó las manos pidiendo silencio.

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