-¿No soy felíz? ¿Y puedes decirlo después de verme cinco minutos?
-En menos -agarró la mano de su marido y entrelazaron sus dedos-. Ahora que sé cómo es la felicidad, es fácil reconocer cuando no existe. Hablaremos más tarde.
Sonia se alejó con su marido y se mezcló con el resto de la familia. Pedro miró a Matías y sintió de nuevo una profunda soledad. Eran hermanastros y habían sido muy buenos amigos. Matías había sido el que lo había iniciado en salir a fiestas, con chicas y con coches deportivos. Pedro se percató de lo mucho que lo había echado de menos.
-Me alegro de verte, Mati.
-Yo también -Matías miró a Paula-. ¿No vas a presentarme a tu importante compañera?
-Soy importante, y Pedro tiene muchas compañeras, pero yo no soy una de ellas -contestó Paula.
-Excelentes noticias. Soy Matías Alfonso.
-¿El hermano de Pedro?
-Sin duda.
-Paula Chaves-dijo ella-. La secretaria de Pedro y no su importante compañera. En alguna ocasión, y para mi desgracia, he tenido que calmar diligentemente a sus compañeras importantes. Lo que supongo que las convertía en poco importantes.
Matías sonrió.
-Eres luchadora.
Pedro se sorprendió al notar que lo invadía una oleada de celos.
-No eres su tipo, Mati.
-¿Y cómo lo sabes? -preguntó ella.
-Mati tiene mucha personalidad.
Paula se terminó el champán que tenía en la copa.
-Entonces quizá debería conocerlo mejor -soltó ella.
Antes de que Pedro pudiera comprender cómo podía alegrarse tanto de ver a su hermano, al mismo tiempo que deseaba retorcerle el pescuezo por coquetear con Paula, su padre se acercó a ellos. El hombre apoyó la mano sobre el hombro de Matías.
-Así que el hijo pródigo ha regresado -dijo Horacio Alfonso.
La última vez que Pedro estuvo cara a cara con su padre, Horacio, estaba hecho una furia. Esa vez estaba inexpresivo, ni siquiera sorprendido. Seguía siendo un hombre atractivo y los mechones canosos que se entremezclaban con su cabello negro le daban un aspecto distinguido. Sus ojos negros no revelaban nada sobre cuáles eran sus sentimientos hacia un hijo que había pasado dieciocho años tratando de llamar su atención. El hijo que había luchado por controlar su entusiasmo natural. El hijo que, en aquellos momentos, controlaba el destino de su restaurante. La ironía de todo aquello hizo que Pedro estuviera a punto de sonreír. Doce años antes, miraba a su padre con admiración; sin embargo, en esa ocasión lo miraba directamente a los ojos. Se había convertido en un hombre poderoso y ya no era el niño inseguro que ansiaba el reconocimiento de su padre.
-Hola, papá.
-Pedro -Horacio puso una sonrisa forzada-. Ha pasado mucho tiempo. ¿A qué se debe esta sorpresa inesperada?
-Sonia me llamó.
-¿Ahora?
-Sí. Para decirme que se había casado.
-¿Te ha dicho algo más? -tensó los músculos de la mandíbula.
En cualquier otro hombre, no habría significado nada. En su padre, indicaba que el hombre que Pedro siempre había considerado invencible estaba nervioso. Sintió cómo una oleada de satisfacción lo invadía por dentro.
-Me dijo que quería que conociera a su marido -contestó.
-Sebastián.
Sí, es un buen tipo. Pedro se encogió de hombros.
-Es difícil de decir en pocos minutos, pero mi hermana parece contenta.
-Ha florecido. Sonia se ha convertido en una mujer bella y segura de sí misma.
-Así es.
-He oído que a tí también te ha ido bien, Pedro -dijo Horacio.
-¿Te sorprende?
En lugar de contestar, Horacio dirigió la mirada hacia Paula.
-¿Y quién es ella?
Paula extendió la mano.
-Paula Chaves. La secretaria de Pedro -añadió antes de que su padre dijera nada más.
-Horacio Alfonso-dijo él, y le estrechó la mano-. Es un placer conocerte. Bienvenida a Bella Lucia.
-Gracias.
-¿Habías estado antes en Inglaterra?
Ella negó con la cabeza.
-Es mi primera visita.
-Y las navidades en Londres son una buena presentación -Horacio le sonrió.
-No hemos venido por placer; tengo negocios que atender -afirmó Pedro.
-Espero que el trabajo no les impida ver la ciudad -dijo el padre en tono encantador.
-No lo hará. Pedro me lo prometió -sonrió Paula, una clara señal de que el encanto de Horacio había tenido efecto-. Sería una lástima venir tan lejos y no ver nada. Viajar siempre ha sido una cosa que tenía pendiente.
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