sábado, 8 de abril de 2017

Te Necesito: Capítulo 23

Pedro suspiró.

—Aparentemente, son un buen ejemplo de los riesgos y desastres del matrimonio.

—¿No lo sabías?

—¿Que su infancia fue un auténtico infierno? No hasta hace poco —le contó a Luciana todo lo que Paula le había dicho sobre sus padres y lo que ella había sufrido por su mal matrimonio y peor divorcio— Cuando ya no la querían ninguno, la mandaron con la abuela.

—Oh, Pepe —parecía impactada— No podía ni imaginarlo.

—Sí. —Nuestros padres se fueron de repente y no hubo elección, pero pensar en lo que debe de haber sido para Paula...

—¿Te refieres a saber que tus padres están vivos en algún sitio y ninguno de los dos te quiere? —la rabia le producía escalofríos—Te entiendo.

—Me gustaría haberlo sabido —admitió Luciana.

—Bienvenida al club —se incorporó y caminó hasta la ventana para mirar el tráfico de la calle. Los turistas caminaban codo con codo arriba y abajo por Las Vegas Boulevard.

—Me siento fatal, Pepe. Paula trató de hablar conmigo y me la quité de encima. Le dije algo sobre que no podían equivocarse porque mi hermano mayor siempre hacía lo correcto.

—Estupendo —se volvió hacia ella y metió las manos en los bolsillos.

—¿Pepe?

—¿Respondió algo a eso?

Luciana negó con la cabeza.

—No, pero tenía una expresión extraña.

—Maldición...

—¿Qué problema hay, Pepe?

¿Que qué problema había? ¿Suponía alguna diferencia conocer la infancia difícil de Paula? Esperaba que no. Lo había dejado plantado una vez. Sería mucho más que estúpido si bajaba el escudo y ella le disparaba otra vez. Se volvería loco.

—Es mi problema. He venido a hablar de Nan y tú.

—Yo preferiría hablar de tí —Luciana parecía desgraciada.

—Si te sientes así —dijo él—, puede que quieras pensar en no seguir adelante con la boda.

—Pero ya hemos celebrado la fiesta de compromiso. Sus padres están tan felices... Y tú. Y la publicidad de las Torres Alfonso... —una sombra oscureció sus ojos— Pepe...

—Nada de eso importa si tú no eres feliz. La decisión que tomes tendrá que salir del corazón. Me gusta la idea de que Nan y tú estén juntos y, desde un punto de vista publicitario, es bueno, pero si hay la más mínima duda en tu cabeza, todas las buenas razones del mundo no son suficientes para casarse.

De repente se interrumpió y se le oscureció la mirada.

—¿Qué ocurre, Pepe?

—Me estoy dando cuenta de que lo que te acabo de decir es prácticamente una cita literal de lo que dijo Paula en una capilla llena de gente para explicar por qué no podía casarse.

—¿De verdad? —dijo Luciana con los ojos abiertos de par en par.

—El contenido de su mensaje es algo que difícilmente podré olvidar.

—Hay mucha sabiduría en lo que dijo.

Pedro empezó a pasear por delante de la mesa de Luciana.

—Y no salió corriendo. Afrontó todo.

—Hay que tener estómago —comentó Luciana mientras tomaba el bolígrafo y jugaba con él— Menudos prejuicios hemos tenido. Al menos yo le dí una especie de disculpas.

—¿Sí? ¿Cuándo?

—En la fiesta de compromiso. Notó que no estaba actuando de forma natural y me preguntó por qué. Todos esos sentimientos sobre Nan han removido muchas cosas, incluyendo los recuerdos sobre Paula y tú y la noche antes de la boda —evidentemente, se estaba poniendo en el lugar de su ex cuñada.

—¿Qué dijo cuando te disculpaste?

Luciana  se encogió de hombros.

—Lo típico en Paula, alguna tontería graciosa.

Esa era su Paula. No, suya no. La rabia se había esfumado, pero eso no significaba que tuviera que volver a intentarlo con ella. Aunque era capaz de mirar hacia atrás sin resentimiento, veía su situación desde una perspectiva diferente. Las cosas entre ellos habían pasado deprisa. No había sido capaz de bajar el ritmo porque ella era graciosa, divertida, inteligente y atractiva. Y tan hermosa... Echó de menos la rabia, quería que volviera para esconderse tras ella. Para que le ayudara a olvidar los buenos recuerdos. Porque si no lo hacía, recordaría que la necesitaba y eso haría que quisiera pasar la vida con ella. Y nadie sabía mejor que él que todo podía hacerse pedazos en un instante.

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