Paula se preguntaba dónde se habían ido las últimas seis semanas. Probablemente con la increíble cantidad de horas de trabajo que había dedicado a preparar la fiesta de compromiso. Demasiado para un pequeño cóctel y pocos invitados. Pero había ocurrido todo a la vez. Incluso había hecho entrevistas para la revista People y para In Síyle. Justo antes de que llegaran los invitados estaba atendiendo a un redactor y un fotógrafo de Celebrity Access, enseñándoles las salas del banquete en la última planta del Hotel Alfonso.
Marina Robinson miró alrededor y suspiró.
—Esta sala parece mágica. Las rosas rojas de las mesas son fabulosas. Parece un cuento de hadas.
—Gracias. Mi trabajo consiste en contratar a la gente de más talento.
Paula estaba encantada con cómo había quedado la decoración de las mesas, baja y circular, de manera que los invitados podían verse sin problemas mientras mantenían una conversación. Las rosas señalaban el centro de cada mesa, dibujando una macha roja sobre el blanco de los manteles. Había flores y plantas por todas partes y se habían situado pequeñas luces blancas en lugares estratégicos para darle al lugar un aire mágico y romántico.
El fotógrafo la situó en frente de un enorme ventanal desde el que se veían los neones de Las Vegas. Como tantas otras veces y sin que sonara odioso, dijo que el hermano de la novia estaba construyendo las Torres Alfonso en el solar contiguo al hotel.
—Paula, estás fantástica, ¿Verdad, Javier?
El fotógrafo asintió mientras miraba por el objetivo.
—La cámara la adora.
—Me alegro de que pienses así.
—Tu vestido es impresionante. ¿Quién lo ha diseñado?
A ella siempre le había parecido extraño ese tema, pero entendía que los diseñadores también necesitaban publicidad.
—Vera Wang —la falda larga de tafetán negro se cruzaba sobre el abdomen y seguía con un corpiño con el escote en uve.
—Estás deslumbrante —dijo Marina.
—No podría haberlo descrito mejor —la voz de Pedro surgió de detrás del fotógrafo.
—Pedro, llegas justo a tiempo —dijo Paula—. Estos son Marina Robinsón y su fotógrafo, Javier, de Celebrity Access. Como hermano de la novia y mejor amigo del novio deberías salir en las fotos.
—Encantado de conocerlos —dijo estrechándoles las manos.
Después se colocó junto a Paula y la expresión de sus ojos la dejó sin respiración. Mientras el flash de la cámara los iluminaba, él le susurró al oído
—Está usted muy guapa, señorita Chaves.
—Usted tampoco está mal —respondió dedicándole una minuciosa observación.
Estaba perfecto con su traje negro. Al verlo se había quedado sin palabras, así que tuvo que hacer un gran esfuerzo para elegir lo que decía el resto de la entrevista.
—¿Armani? —preguntó Marina.
—Buen ojo —bromeó Pedro.
Marina parpadeó unas cuantas veces, carraspeó y mirando a los dos, preguntó
—¿Hay alguna posibilidad de que los dos vuelvan a estar juntos?
—Trabajamos juntos en varios proyectos —respondió Pedro con suavidad.
—Quiero decir como pareja, ¿Paula? ¿Algún comentario?
—Sí —dijo mirando a Pedro de soslayo. Había una pregunta en los ojos de él— De momento toda nuestra energía está puesta en la boda de Luciana Alfonso y la gran inauguración de la oficina de ventas de las Torres Alfonso en unas ocho semanas.
—¿Y después de todo eso?
—Seguimos siendo buenos amigos —dijo Pedro tomando la mano de ella y colocándola junto a su codo para dar por concluida la entrevista.
El gesto los mantendría intrigados, se dijo Paula. Eso era de lo que se trataba. Cuando ya no estaban al alcance del oído de ellos, dijo:
—Los periodistas odian que no se cruce la línea de «viejos amigos».
—Seguramente, pero nosotros somos amigos —dijo él. ¿Lo eran?, se preguntó ella.
—Tranquilo, con nuestra historia y la insaciable curiosidad de los medios, hasta las negativas son una garantía de mantener encendida la llama de la especulación y de que tu apellido siga apareciendo en los medios.
—Gracias —oyó a un grupo entrando en la sala— Luciana y Hernán están aquí con la familia de él.
Paula ya los conocía, el padre de Hernán, Ricardo, su madre Beatríz y dos hermanos más pequeños, Carla y Joaquín. La familia prácticamente había adoptado a Luciana y Pedro tras la muerte de sus padres. Y ella era la mujer a la que habían visto plantarlo en el altar. Probablemente sabrían que ella era la que había organizado esa recepción, pero verla por ahí no sería muy agradable.
—Voy a revisar los detalles de última hora —le dijo a Pedro.
—De acuerdo —la miró un momento antes de darse la vuelta.
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