jueves, 13 de abril de 2017

Te Necesito: Capítulo 32

—¿Me besas sin una brizna de autocontrol y no quieres salir conmigo? No lo entiendo.

Se dió la vuelta y salió de la casa con la esperanza de que ella se sintiera tan frustrada como él.

Aquel beso no tenía nada que ver con que Paula aceptara asistir con Pedro a un acto público para un hospital unos días después. No, él se lo había pedido para jugar la baza de la publicidad, sembrando entre la prensa la sospecha de que podían ser pareja. Aun así el beso nunca desapareció del todo de sus pensamientos.

Lo miró. Estaba tan guapo con su esmoquin negro... El corazón se le aceleraba y perdía el ritmo al recordar el tacto de sus labios y la sensación de su cuerpo, que le había hecho olvidar su decisión de mantener con él exclusivamente una relación laboral. Echó un vistazo alrededor, a las mesas de la sala de banquetes del Cesar’s Palace. Pedro y ella estaban solos en la mesa para seis mientras los otros cuatro esperaban su turno para pronunciar sus discursos. Pedro era el invitado de honor. Sus miradas se encontraron.

—¿Por qué el Hospital Lirio del valle te agasaja de este modo? ¿Les has construido a las enfermeras una sala de bingo?

—Se supone que deberías estar contenta por mí —le recordó— La gente está mirando. No queremos ninguna foto tuya con mala cara en People.

—Perdón —suspiró y volvió a la carga—¿Qué has hecho?

—Una donación.

—Ya.

Miró las flores, las velas, las lámparas de araña y los manteles de lino. Si las joyas y objetos de diseño que había en aquella sala salieran a subasta, se sacaría suficiente dinero como para dar de comer a un país del tercer mundo durante una buena temporada. Cenas como aquélla podían costar mil dólares por persona y más, y no se conseguía ser el invitado de honor con una simple donación.

—Las donaciones desgravan —dijo ella.

—No me digas. Pareces una asesora fiscal.

—Sigue tomándome el pelo, pero sé que una donación que hace que seas el invitado de honor tiene que ser una inversión en las Torres Alfonso. Hay cámaras de todas las emisoras locales de televisión. Todo el mundo tiene intereses creados en la atención médica de calidad. Así que al dar dinero a un hospital das un buen empujón a tu operación comercial.

Antes de que pudiera responder, las luces se atenuaron y los oradores se colocaron en fila tras el atril.  Giró la silla para mirar al escenario y Pedro se colocó a su lado, tan cerca que podía sentir su pierna a través de la delgada gasa negra del vestido. Un foco iluminó al hombre del micrófono, que se presentó a sí mismo como el vicepresidente regional responsable del Hospital Lirio del valle. Después de presentar a todos los que estaban en el escenario, agradeció su esfuerzo a la gente que había trabajado para organizar la cena en homenaje a Pedro Alfonso. Dirigió la atención del público a una gran pantalla donde aparecieron unas fotos. Vió una imagen detrás de otra de bebés, pequeños trozos de humanidad conectados a tubos y máquinas. Un escalofrío recorrió su espalda y tuvo que tragar para desprenderse de la emoción que le atenazaba la garganta. Estaba impresionada por las imágenes de criaturas increíblemente prematuras que sobrevivían y crecían sanas en la unidad de neonatos del hospital, abierta gracias a la generosidad de Pedro. Diferentes sentimientos la atravesaban como si de rayos láser se trataran. Se sentía como una verdadera basura por haber menospreciado el donativo de él al hospital. De todas las posibles causas a la que ayudar, había elegido a los bebés. Una lágrima cayó de uno de sus ojos. El homenaje lo siguió como entre niebla y durante el resto de la velada fue increíblemente fácil sonreír a Pedro. Cuando estaban de vuelta en la limusina hacia su casa en Henderson, pudo por fin hacer la pregunta que había estado queriendo plantear toda la noche.

—¿Por qué no me detuviste, Pedro?

—Pensé que querías la tarta de queso.

 —No, cuando hablé como una víbora sobre el bingo y tus negocios... No has hecho ese donativo por ahorrarte impuestos ni atraer la atención de los medios.

—¿No? —había algo de diversión en el tono de su voz, pero los retazos de luz que entraban desde la calle mostraban emoción en sus ojos.

—No. Fue por tu hija, ¿Verdad? —el recuerdo le llenó a Paula los ojos de lágrimas, pero consiguió contenerlas— La unidad de neonatos es increíble, las fotos eran impresionantes, sobre todo las de criaturas que cabían en la palma de la mano.

—Sin esa unidad esos bebés no saldrían adelante —dijo él— El equipo es de alta precisión y sofisticado. Extremadamente especializado, hasta las camas. Las incubadoras están diseñadas con calentadores para mantener de forma constante la temperatura del bebé prematuro.

—No sólo has firmado el cheque, además has hecho los deberes —dijo sorprendida.

Él se encogió de hombros.

—Para los niños prematuros, esas máquinas marcan la diferencia entre la vida y la... —se interrumpió— Digamos la supervivencia y el desarrollo. Todas esas campanitas y timbres no son baratos, pero el dinero puede comprar auténticos milagros de la tecnología.

—Me habría gustado que hubieras comprado un milagro para nuestra niña.

—A mí también —se le quebró la voz.

Paula parpadeó y lo miró fijamente. Nunca lo  había visto así. Ni una sola vez, nunca. Casi no podía creerlo. Se sentía fatal por haberle tomado el pelo esa noche.

2 comentarios:

  1. Me re emocionó este último capítulo!!!

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  2. Hermosos capítulos!!! Muy emocionantes! Ojalá que superen todo y sean felices#

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