—Hola.
Las manos de Paula empezaron a temblar.
—Hola. Justamente estaba pensando en tí.
—¿No es fantástico entonces que aparezca?
No estaba segura de qué responder, así que apoyó los antebrazos en la mesa y lo miró con detenimiento. Estaba distinto, pero no era capaz de decir por qué.
—¿Era bueno? —preguntó él.
—¿Qué?
—Lo que pensabas de mí.
—Oh
—¿Bueno? No desde su perspectiva, pero si se lo decía sería contravenir la norma que acababa de imponerse—¿Por qué tengo la sensación de que andas a la caza de cumplidos?
—Porque es así.
—Bueno, entonces... -¿Cómo salía de aquello? ¿Maniobras de evasión?—. ¿Cuál era la pregunta?
—¿Por qué estabas pensando en mí?
Podría haber dicho que porque era masoquista o estaba loca, porque pensar en Pedro no era muy inteligente. Así que era el momento de cambiar de tema.
—Déjame puntualizar. Técnicamente me estaba preguntando sobre cómo habría ido tu charla con Luciana.
Él terminó de entrar a la habitación y se sentó en una de las sillas que había frente a la mesa. Interesante. Normalmente se metía dentro de su espacio y ella tenía que hacer un gran esfuerzo para controlar sus hormonas. Era realmente sorprendente que él hubiera mantenido la distancia pero que sus hormonas siguieran revolucionadas.
—¿Que cómo fue la conversación? —dijo Pedro distraídamente— Fue muy diferente de la que tuve con ella sobre de dónde venían los niños.
—Eso es no decir nada —informó ella.
—Todavía estoy valorando los daños.
Paula decidió ser más explícita.
—¿Qué te dijo luciana?
—Tiene dudas sobre la boda.
—Ya.
—No está segura de si está enamorada de Nan o si se casa porque a todo el mundo le parece una buena idea.
—Me lo temía —admitió Paula.
—¿No te sorprende? —preguntó él con una sonrisa fugaz.
—Al ser la reina del recelo matrimonial, reconozco los síntomas.
Se miraron y Pedro apoyó los codos en las rodillas.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—¿Lo de Luciana?
—No —dijo él— lo de tus dudas.
De ningún modo, pensó ella. Nada de hablar de ese tema. Sobre todo porque su mayor duda había sido si él la amaba. Y ya sabía que no.
—Lo más importante es saber si quieres que siga adelante o no con la organización de la boda.
—Congela un poco las cosas.
—De acuerdo —asintió— Todavía no se ha hecho nada en firme, así que no hay daños graves. Ahora, sobre...
—Sobre nosotros —la interrumpió él— Sé que las cosas fueron muy deprisa, pero podías haberme dicho algo.
—Está bien saberlo —sonrió y desvió la mirada, intentando con todas sus fuerzas que su cuerpo no respondiera a la masculinidad de Pedro. Miró el calendario y dijo, intentando cambiar de tema— Creo que tengo una cita telefónica con Melina St. George.
—¿Quién?
—Una chef de Nueva York. Íbamos a comentar posibles menús —se mordió los labios— Lo dejaré de momento. Esperaré a que Luciana me haga saber qué quiere que haga.
—Sí, hablar del problema puede que rebaje su estrés.
—Estoy de acuerdo. ¿Algo más? Si no, tengo trabajo.
—¿Qué pasa contigo? — preguntó Pedro, irritado.
—Yo podría preguntarte lo mismo. Estoy intentando ser una empleada productiva. ¿Cuál es tu excusa?
—De trabajo es de lo último que quiero hablar.
—Pues eso descarta cualquier tema que no sea personal y a mí eso no me apetece. ¿No estás cansado de escuchar las historias de la pobre Paula? Porque yo si estoy cansada de contarlas.
Él deslizó las manos en los bolsillos.
—Si me hubieras hablado de tus padres y de su divorcio antes de nuestra boda, habría...
—¿Qué? —preguntó casi sin poder contener la emoción que le oprimía el pecho. Unió las manos y las apoyó en la mesa— Puedo admitir que estaba aterrorizada de repetir los errores de mis padres. Su matrimonio era mi único modelo y era terrible. ¿Cómo iba yo a hacerlo mejor? —suspiró— Pero el momento que elegí fue el peor. Y no hay manera de que lo hubieras entendido, por mucho que lo creas ahora.
—Ahora sé que cada vez que los medios mencionan a Pedro Alfonso la historia incluye una acotación sobre que fue plantado en el altar por la guapa Paula Chaves.
El corazón comenzó a latirle rápidamente cuando lo miró a los ojos y descubrió que la amargura había desaparecido. Era como si los muros invisibles que había entre ellos hubieran caído y eso no era bueno.
No la podes cortar justo allí! Otro más pelease!
ResponderEliminarMuy buenos capítulos! Quiero saber cómo termina esta charla!
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