sábado, 25 de febrero de 2017

Juegos Peligrosos: Capítulo 32

-Me gusta tener a los hijos conmigo. Sé que soy poco razonable porque ya son mayores, pero las madres somos así. Aunque tal vez sea mejor que ahora Pedro y Lucas se mantengan separados por un tiempo.

-¿Por qué ahora? -Paula intentó no demostrar demasiada curiosidad.

-No es fácil de explicar. Se han pasado la vida peleando por una u otra razón. Hay algo en ellos mismos que tiende a enervarlos.

Conmocionada,  constató que Graciela todavía ignoraba la razón de la querella entre los hermanos. Todavía pensaba que Pedro y ella se habían conocido en la fiesta.

-¿Era Pedro? -preguntó Lucas desde la puerta.

 -Sí, está bien y envía saludos a todo el mundo.

-¿Incluso a mí?

-Incluso a tií -respondió Graciela, con firmeza.

 -Seguro que es un saludo venenoso.

 -¡Déjalo ya! -ordenó Graciela, con repentina dureza-. Pase lo que pase entre ustedes, todavía es tu hermano.

-Lo siento, Mamma -dijo tímidamente antes de abrazarla-. No es nada. Tú sabes que siempre reñimos por cualquier cosa.

-Pero esta vez va en serio. Lo sé. ¿Por qué no me lo cuentas?

-Porque no tiene importancia. Vamos, tú nos conoces bien. Si no reñimos no somos felices, Mamma.

Esa noche no volvieron a mencionar a Pedro, aunque Paula no dejó de pensar en él, y al parecer Lucas tampoco, porque cuando conducía de vuelta a casa comenzó a hablar de su hermano.

-Es un hombre contradictorio -comentó pensativamente-. Es capaz de sentir algo con todo su ser mientras actúa exactamente en la dirección opuesta.

-Muchas personas lo hacen, ¿No te parece?

-Sí, pero él llega a los extremos. Tal vez sea el resultado de no saber bien si es italiano o inglés. Sólo hay que ver cómo se comportó respecto a nuestro hermano Fabián.

-¿Quién es Fabián exactamente? -preguntó con curiosidad-. He oído algo sobre él, pero nunca una información completa. Es como un fantasma.

-Durante años fue un tema tabú en la familia. Todos sabíamos que la Mamma tenía otro hijo, aunque ignorábamos qué había sido de él. Cuando tenía quince años se quedó embarazada. Sus padres hicieron algo imperdonable, seguramente desesperados ante el escándalo de una hija que sería madre soltera.

-¿Qué hicieron?

 -Dieron al bebé en adopción y le dijeron que su hijo había nacido muerto.

-¡Dios mío! -exclamó Paula, conmocionada.

-La Mamma nunca superó la pérdida de su bebé. Más tarde se casó con Horacio Gonzalez y se convirtió en la madrastra de Pedro, que no recordaba a su madre biológica, así que la adoraba. Cuando me adoptaron, lo pasó muy mal porque yo competía con él por la atención de mamá. Y desde entonces, siempre hemos reñido. Cuando Graciela descubrió que su hijo no había muerto, desesperadamente intentó encontrarlo, pero era demasiado tarde. Lo habían adoptado. Su matrimonio no duró mucho. Cuando se divorció me llevó consigo, pero Pedro era hijo legítimo de Horacio, así que no pudo pedir su custodia.

-Pobre niño, debe de haberse sentido abandonado -murmuró ella.

-Así fue. Cuando Horacio falleció, la familia italiana de Pedro por parte de madre, lo trajo al país y Graciela volvió a hacerse cargo de él. Desde que se casó con  Antonio Alfonso, tío de Pedro, todos hemos formado una gran familia.

-Eso me ha parecido.
-Aunque la Mamma nunca olvidó a su primer hijo -prosiguió, en tono reflexivo-. Y Pedro se propuso buscarlo. Después de largos años de complicadas pesquisas, al fin lo encontró. Pero lo más extraño es que siempre sintió celos de Fabián por haberlo desplazado como hijo mayor. Sin embargo, lo hizo por su madre. Te diré que tardó quince largos años, y cuando le dieron una pista fiable viajó a Inglaterra. Tras convencerse de que Fabián era el hijo de Graciela, lo trajo a Nápoles.

-¡Lo que hizo fue maravilloso! -comentó Paula, conmovida.

-Sí, fue maravilloso. Pero mi hermano a veces me desconcierta. Es demasiado seguro de sí mismo y muy obstinado, pero de pronto hace algo que me obliga a preguntarme si yo podría ser tan generoso como él.

De inmediato, Paula recordó las bondadosas palabras de Pedro a Cesar en su afán por calmarlo. Y luego no vaciló en regresar a Londres para estar con él.

-Quince años -murmuró-. Tiene que haber sido muy joven cuando empezó a buscar a su hermano.

-Es verdad. Quince años de búsqueda activa, de observación y paciente espera. Ése es Pedro. Un tipo que se toma su tiempo.

Las palabras de Lucas arrojaron una nueva luz sobre la conducta de Pedro en Inglaterra. Un hombre dedicado a observar y esperar, moviéndose lentamente hacia su objetivo, oculto en las sombras mientras ella se burlaba de otro hombre. Y ese hombre era él mismo. Paula deseó haberlo conocido en otras circunstancias. ¡Qué diferentes habrían sido las cosas!

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Muy buenos capítulos! Quiero que se reencuentren y solucionen las cosas!

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