Durante largo tiempo Paula fue incapaz de reaccionar. Lo que veían sus ojos era sencillamente imposible.
-Pedro es hijo de mi primer marido, Horacio Gonzalez. Su madre era de la familia de los Alfonso y él adoptó el apellido cuando vino a vivir a Nápoles -explicó Graciela, pero Paula apenas le prestaba atención.
Así que ése era Pedro Alfonso. El hombre al que había revelado tontamente sus ambiciones y sus estrategias para lograr lo que se proponía. Había confiado en él y él había callado su propio secreto todo el tiempo.
-Así que es él -dijo con los ojos clavados en la foto, sorprendida de su propia serenidad-. No, no lo conozco.
Era necesario guardar la calma. Nadie debía sospechar que había recibido un fuerte impacto. Tenía que sonreír y acallar el torbellino de su corazón. Era cierto, nunca había conocido a ese hombre. El amigo afectuoso nunca había existido. Se había burlado de ella, incluso la había animado a confiar en él. Y ella había confiado como nunca antes lo había hecho en otra persona. Y sintió escalofríos recorrerle el cuerpo al recordar algunas cosas que le había confesado. Lo peor de todo era que había empezado a creer que podría enamorarse de él. Tenía que marcharse de allí, regresar a Inglaterra, dejar la empresa y refugiarse en un lugar donde no fuera posible volverlo a ver.
Lucas se acercó a ellas.
-Mamma, todo el mundo pregunta por tí. Parece que hay crisis en la cocina -informó, y Graciela se alejó apresuradamente-. Paula, vamos a tomar una copa de champán y te presentaré a los invitados. ¿Te encuentras bien?
-Sí, muy bien.
Paula lo siguió como una autómata pensando que la única culpable era ella, porque siempre había sabido que Pedro era un embustero. Desde el primer día, cuando fingió ser su secretario. Ése fue un aviso que debió haber escuchado. En cambio, ciegamente se había convencido a sí misma de que todo había sido una broma.
Lucas había visto la fotografía con el rabillo del ojo y le había dado tiempo a ver el horror reflejado en la cara de Paula. Entonces comenzó a sospechar la verdad. «Así que el hermano Pedro ha sacado los pies del tiesto», pensó.
Lucas le presentó a Antonio, a sus hermanos y a algunos familiares mayores que se encontraban de visita en la villa. La calma glacial de Paula no dejó de inquietarlo, acostumbrado a las manifestaciones vehementes tan propias de los napolitanos.
-¿Quieres hablar? -preguntó con suavidad, en un aparte.
-No hay nada de qué hablar.
-Mi familia está encantada contigo, especialmente la Mamma.
-Es una mujer maravillosa. Ha sido muy amable conmigo.
Lucas se alejó un momento porque alguien lo llamaba. Entonces, Paula buscó a Graciela con la mirada y la vió justo cuando Pedro entraba al salón. Tras respirar hondo, la joven volvió la cara con la esperanza de que no la hubiera visto. Necesitaba recuperar el control sobre sí misma para enfrentarse a él con serenidad. Se suponía que no debía estar allí. ¿Por qué no la había avisado de que volvería a Nápoles?
-¡Lo has conseguido! Pensé que te quedarías un siglo en Londres -exclamó Graciela mientras abrazaba a su hijo.
-Logré solucionar las cosas con la rapidez de un relámpago. Lo único que deseaba era regresar cuanto antes.
-Has llegado en un momento muy emocionante. Lucas ha venido con una joven encantadora. Será una excelente esposa para él.
-Eso tú ya lo sabes, ¿No es verdad? -comentó Pedro con una sonrisa-. O sea, que lo único que te falta es persuadirla.
-Creo que lo voy a lograr.
-¿Y qué quiere Lucas? ¿Alguien le ha pedido su opinión?
-Si hubieras oído cómo se refirió a ella y la manera en que dijo: «Ella es toda mía»... Será maravilloso verlo casado. Y luego tendré que ocuparme de tí. Quiero que encuentres una mujer tan perfecta para ti como esta joven es para Lucas.
-Bueno, puede que ya haya sucedido.
-¿Es esa misteriosa mujer de la que has hablado mediante indirectas y que no te dignas presentar a la familia?
-Mamma, hemos estado todo el tiempo en Inglaterra, pero prometo que te la traeré muy pronto. -¿Te has decidido?
-Desde luego que sí.
-¿Qué alboroto es éste? -preguntó Antonio al ver que su mujer abrazaba a Pedro efusivamente.
-Pedro se va a casar y Lucas también.
-Creí que Lucas había conocido a la joven esta mañana. ¿No será un tanto prematuro?
-¿Qué importa el tiempo cuando dos personas están hechas la una para la otra? Tal vez celebremos una boda doble.
-¿Quieres calmarte, Mamma, por favor? -rogó Pedro-. Todavía no puedo pensar en casarme. Hay dificultades de tipo... práctico.
-Ya veremos. Mientras tanto, ven a conocer a la joven.
Pedro la siguió, felíz de estar en el lugar que tanto amaba y deseoso de haber llevado a Paula. Había pensado continuamente en ella, incluso se las había ingeniado para llegar de sorpresa y decirle de inmediato toda la verdad. Pero en el hotel le informaron de que había salido y nadie sabía su paradero. Resignado, había ido a la fiesta para complacer a su madre, aunque con el pensamiento puesto en ella. Con una sonrisa, siguió a Graciela a través del salón. Lucas se encontraba conversando animadamente con una joven de cabellos negros, peinados con gran elegancia. Aunque estaba de espaldas a él, había algo terriblemente familiar en ella; pero no podía ser, claro que no. Entonces ella se volvió y en un segundo la pesadilla se hizo realidad.
Ay! No podes cortarla ahí! Quiero leer qué pasa! Muy buenos capítulos!!!
ResponderEliminar