—No quiero hurgar en secretos íntimos, pero cuando dices separados te refieres a...
— Sí, no dormimos juntos. -¿Idea tuya o de él?
— Mía —aceptó Paula de mala gana—. Fue algo que sucedió. Yo no podía dormir después de perder al niño, así que comencé a dormir en mi propia alcoba y seguí haciéndolo.
—¿Pedro no trató de impedirlo?
—Al principio no, luego hubo un tiempo... pero yo me puse histérica cuando me tocó. Tuvimos una discusión terrible y yo dije cosas muy amargas.
—¿Seguías culpándolo por lo del niño?
—Sí, aunque por lógica sabía que no era su culpa, pero no podía olvidar que él no le quería. Sentía... aunque parezca estúpido... que él lo había matado.
Flor se sobresaltó al ver la palidez de su rostro.
—¿Y eso le dijiste?
-Sí.
—Eso debió ser lo que acabó con todo.
— Fue horrible. —¿Y desde entonces?
—Ha sido como vivir en la Antártida.
Flor terminó de comer en silencio y apartó el plato.
—Pau, esto no puede seguir... tienes que pedirle a Pedro empezar de nuevo. Hablale como me hablaste a mí, calmada, sin amargas recriminaciones.
—Sí, ya sé. He querido hacerlo, pero existe un enorme abismo entre nosotros y se hace más profundo cada vez que trato de hablarle.
Su amiga la miró pensativa.
—Tengo una idea. Esta noche doy una fiesta. ¿Por qué no vienes y traes a Pedro? Ah, sí, se me olvidaba, ¡David asistirá! Cada vez que lo veo me pregunta por tí. Le encantaría volver a verte... ustedes dos siempre estaban juntos. Paula, ¡tienes que venir!
—No sé, a Pedro nunca le gustaron sus amigos del teatro.
—Te daría la oportunidad de salirte de tu círculo vicioso -señaló Flor.
— Sí —se daba cuenta de ello. Seguramente sería diferente y ella necesitaba algo así en ese momento. Animación, color, ruido. Lo supo al ir a Londres—. Lo intentaré, te prometo que lo intentaré. ¿A qué hora?
- A cualquier hora - Flor le sonrió -. Ya sabes cómo es... una vez que nuestras fiestas comienzan siguen toda la noche y termina con el desayuno del día siguiente.
—Para los que pueden comer -aceptó Paula, riendo también, sintiéndose contagiada por la alegría de Flor. Había olvidado la habilidad que tenía su amiga de levantar los ánimos. Estar unas horas en su compañía había sido como un tónico. Miró el reloj-. Si encuentro a Pedro en su despacho evitaré que vaya a casa, porque una vez que esté allí, será difícil sacarlo de nuevo —por las noches se quedaba en el estudio con la cabeza metida en montones de papeles y casi nunca pasaban juntos la velada. Él trabaja hasta tarde y Paulase acostaba temprano, después de unas palabras y rozar fríamente la mejilla de él con la suya.
—Es una buena idea —dijo Flor—. Puedes llamarle desde aquí.
Paula jugueteó con los dedos e inclinó la cabeza.
—Será mejor que vaya en persona. No funcionaría un mensaje telefónico, voy a tener que rogarle para que venga. —No se podía persuadir a Pedro con facilidad.
Flor dijo intencionadamente:
—Nunca entendí lo que os unió a vosotros. Reconozco que tiene atractivo, pero en su interior debe ser un bloque de piedra.
—Fue una de esas cosas que pasan -suspiró Paula.
—¿Cómo se conocieron? Nunca lo supe.
—Me tropecé con él... en la calle.
—¿Y te pidió una cita? No lo creo... ¿Hizo eso Pedro Alfonso?
Paula se rió.
— Hizo que pareciera muy razonable. Me tiró al suelo e insistió en invitarme a una copa para que me repusiera del choque.
-Eso es propio de él. ¿Y una cosa llevó a otra?
-Nos casamos tan rápido que casi no supe lo que sucedía —confesó Paula.
Pedro era un extraño, su mundo era completamente diferente para ella. Él a su vez no conocía nada del ambiente alegre y bohemio de ella, pero estaba tan loca por él que casi no se dio cuenta cuando tranquilamente la apartó de sus amistades. De todas maneras, durante mucho tiempo no necesitó a nadie más que a él. La luna de miel duró cuatro meses y su idílico aislamiento los hacía dichosos. Paula comenzó a sentirse sola y a darse cuenta que extrañaba a sus amigos cuando Pedro volvió a su trabajo y se apartó de ella.
—La gente todavía se pregunta cómo te esfumaste. Desapareciste sin dejar huella.
— Eso es lo que hace el matrimonio.
—A mí me parece que tu depresión se debe a algo más que a la pérdida de tu hijo.
—Nunca supe estar sola.
—Cuando yo te conocí eras toda fuego -dijo Flor cálidamente- Animada y vivaz. Nunca debiste dejar tu carrera.
-Eso fue lo que él quiso.
-¡Qué egoísta!
Paula respiró y se levantó para marcharse.
—Tomaré un taxi hasta su despacho. Seguramente estará en el juzgado, pero veré a Withers.
-¿Withers?
— Su ayudante. Es una persona amable —Paula miró a su alrededor—. ¿Puedo telefonear para que manden un taxi?
— Yo te conseguiré uno —dijo Flor. Paula se despidió cuando llegó el taxi.
—No olvides... espero verte esta noche. Habrá personas que conoces y otras que no... será una bonita fiesta.
En el taxi, Paula ensayó la forma de decírselo a Pedro mientras se retorcía los dedos con nerviosismo. Pensó que le tenía miedo y eso la hizo acobardarse. Admitió que su sentimiento de temor aumentó con el tiempo.
Muy buen comienzo.
ResponderEliminarmmmmm Intriga!!!
ResponderEliminarMuy buen comienzo! Por qué pienso que Paula se va a llevar una sorpresa cuando lo vaya a buscar a Pedro...
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