sábado, 12 de marzo de 2016

El Negocio: Capítulo 6

Paula terminó sus huevos fritos y sonrió a su cuñada.

—Ya te he dicho que podéis tirar las flores a la basura. No me interesan.

—Mentirosa. Ninguna mujer es inmune a los encantos de Pedro Alfonso. El problema es que te dan miedo los hombres desde lo que pasó con Facundo. No has salido con nadie en serio desde entonces.

—¿Moi? —Paula se llevó una mano al corazón—. Yo no tengo miedo de nadie, pero Pedro Alfonso es un demonio. No hay más que verlo.

—Tonterías…

—Es un hombre con el que ninguna mujer sensata tendría una relación.

—Olvídate de ser sensata y vive un poco. Llevas varios meses en casa y la investigación en el museo sólo te ocupa un par de días a la semana. Estamos en primavera, cuando los jóvenes piensan en el amor…

—Pedro Alfonso no es precisamente joven.

—¿Qué más da que tenga diez o doce años más que tú? Una aventura apasionada con un hombre experimentado te vendría muy bien.

—No lo creo. Además, ahora mismo no tengo tiempo para esas cosas. Voy a ver apartamentos —respondió Paula para cambiar de tema porque Pedro Alfonso había ocupado gran parte de sus pensamientos desde que lo conoció y eso no le gustaba en absoluto. Se había negado a responder a sus llamadas, pero sobre las rosas no podía hacer nada.

—Por favor, olvídate del apartamento. Ésta es la casa de tu familia, lo ha sido durante generaciones y es suficientemente grande para todos.

Agustina puso los ojos en blanco, sin entender que alguien quisiera irse a un apartamento teniendo una casa como aquélla en el corazón de Kensington.

—Ya tengo edad para vivir sola —dijo Paula.

—Yo no quiero que te vayas y a tí no te gustaría vivir sola, admítelo. Y también deberías admitir que Pedro Alfonso te gusta. Me he dado cuenta de que te pones colorada cada vez que alguien menciona su nombre. A mí no me engañas.

Paula suspiró.

—Tu problema, Agus, es que me conoces demasiado bien. Pero voy a buscar departamento de todas formas. Después de todo, si voy a tener una apasionada aventura, debería tener mi propio departamento. Supongo que no querrías que traje sea mis amantes aquí, donde tu preciosa niñita podría ver y oír cosas inconvenientes — dijo, sonriendo.

—¿Vas a hacerlo? ¿Vas a salir con él?

—No lo sé. Si vuelve a llamar a lo mejor me lo pienso. ¿Contenta?

—¿Qué vas a pensarte? —preguntó Gonzalo, entrando en la cocina con su hija en brazos.

—Paula va a salir con Pedro Alfonso—anunció Agustina.

—¿Tú crees que eso es sensato? —Preguntó su hermano—. Es mucho mayor que tú. ¿Seguro que sabes lo que haces? Pedro Alfonso es un genio de las finanzas, pero como persona… es el tipo de hombre que hace que uno quiera encerrar a su mujer o a sus hermanas en casa. Tiene fama de mujeriego y…

—¡No me lo puedo creer! —Exclamó Paula—. Los quiero mucho, pero deberían coordinar sus opiniones.

Riendo, salió de la cocina.

El destino, o lo que fuera, hizo que sonara el teléfono cuando entraba en el salón. Era Pedro.

—Es muy difícil localizarte, Paula.Pero me gustan los retos. ¿Cenamos juntos esta noche?

Paula  decidió entonces hacer lo que llevaba días deseando hacer secretamente y le dijo que sí.

Luego fue a ver un departamento, pero no le gustó. Pasó el resto de la mañana en el museo y la tarde de compras, buscando un vestido que dejase a Pedro Alfonso boquiabierto.

Paula sonrió, contenta, al verse reflejada en el espejo. Estirando los hombros, tomó el bolso y un chal azul a juego con el vestido y salió de la habitación. Estaba nerviosa, pero no se le notaba cuando entró en el salón. Pedro Alfonso iría a buscarla a las siete y eran las siete menos diez.

—¿Qué tal estoy, Agus?

—Estás preciosa, Pau.

Ella se volvió al oír una voz masculina, sorprendida al ver a Pedro.

—Gracias —aceptó el cumplido con una sonrisa, aunque le costó trabajo. Le había parecido peligroso con su disfraz de ángel caído, pero con un traje gris, camisa blanca y corbata de seda estaba para quitar el hipo—. Llegas temprano.

Se había detenido a un metro de ella, mirándola de arriba abajo con un deseo que no podía disimular. Pero cuando la miró a los ojos, algo en ellos hizo que Paula se quedara sin aliento.

Por segunda vez en una semana, Pedro Alfonso no pudo controlar su excitación al ver a Paula Chaves. La había visto con un traje de látex y el pelo suelto, pero la Paula que estaba delante de él ahora era la sofisticación personificada.

El pelo rubio sujeto en un moño francés, los enormes ojos azules acentuados inteligentemente por el uso de cosméticos, el brillo de sus labios rojos…

En cuanto al vestido, era evidentemente de diseño. Él había comprado suficientes como para saberlo. Azul claro, a juego con sus ojos, cortado al bies, el cuerpo sujeto por dos finos tirantes, se ajustaba sobre sus firmes pechos marcando la cintura y cayendo luego en capa por encima de las rodillas. No demasiado corto, lo suficiente como para que un hombre fantasease con la idea de meter la mano por debajo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario