-No, no está interesado en mí, Romina. En absoluto. Y no se trata de ninguna estrategia. Además, yo no quiero una persona como él. Lo que busco es exactamente lo contrario, alguien dispuesto a comprometerse.
-Ningún hombre está dispuesto a comprometerse, es contrario a su naturaleza. Por eso tenemos que cazarlos y domarlos, ¿Comprendes? Y en eso consiste el romance, en domarlos.
-¿De qué hablan? -preguntó Lucas apareciendo por detrás.
-¡Vaya! Hola, cariño. Bienvenido a casa -lo saludó Romina-. En realidad, eso no tenías que haberlo oído.
-Es evidente. Así que me has domado, ¿Eh?
-Sólo un poco -contestó Romina.
La pareja se besó, y Paula estuvo a punto de gritar. Después de tantos años seguían enamorados. Así que sí podía ocurrir, se dijo. Sólo que a ella no. Era ridículo esperar el milagro, el tiempo no perdonaba. Lucas revolvió el cabello de su hijo y comentó:
-Bueno, los hombres dejamos que piensen que nos doman, pero lo que ocurre en realidad es lo contrario. ¿Qué tal?, Paula, ya me he enterado de lo de anoche por Julián. Parece que Nicolás te conquistó otra vez.
-¡No, no fue Nicolás! -negó Paula.
-¿No? Pues eso ha dicho Julián hoy.
-Debió decir mi ex, pero no fue Nicolás -explicó Paula-. No volvería con él ni loca.
-¿No? Yo sólo repito lo que me cuentan -se defendió Lucas-. Venga, cuéntanos quién era ese tipo que te raptó y te besó hasta estremecerte. -
-¿Besarme hasta...? -repitió Paula atragantándose.
-¡Vaya, eso no me lo habías contado a mí! -exclamó Romina.
-Nadie raptó a nadie -explicó Paula-. Y hace tanto tiempo que no me besan, que ni siquiera me acuerdo. No puedo creerlo. ¡Y luego dicen que las mujeres somos cotillas! ¿Qué más se rumorea por tu oficina?
-Dicen que ese tipo y tú no podían apartar las manos el uno del otro - respondió Lucas-, que estuvieron un rato largo en el coche antes de arrancar, y que hasta las ventanillas estaban empañadas.
-¡Eso es mentira! -respondió Paula ruborizada mientras Romina la miraba suspicaz-. Nos fuimos inmediatamente.
-De todos modos se supone que tengo que darte las gracias a tí y a ese tipo... ¿Cómo se llama? -preguntó Lucas.
-Pedro -contestó Paula.
Romina, que en ese momento daba un sorbo de té, se atragantó. Y comenzó a toser.
-¿Pedro...? -repitió Lucas frunciendo el ceño y mirando a su mujer-. ¿En serio? Así que...
Romina estaba colorada. Inmediatamente dió un codazo a su marido y dijo:
-Lucas, deja de interrogar a la pobre chica.
-Pero si yo sólo...
-¡Lucas! -gritó Romina en tono de advertencia-. ¡Basta! Ni una palabra más.
Lucas se quedó mirando a su mujer y se encogió de hombros. Romina volvió la vista hacia Paula y se quedó pensativa. Ella sacudió la mano ante su rostro y preguntó:
-¡Eh! ¿Estás ahí?
-Sí, sólo estaba... Pensando -contestó Romina.
-En mi vida amorosa, sin duda -comentó Paula.
Romina ladeó la cabeza, la miró. y comenzó a sonreír tímidamente, diciendo:
-Sí, son noticias fascinantes... ¿Seguro que no estabas haciendo nada... nada divertido... En el coche con ese Pedro? ¿Ni siquiera hubo un beso? Venga, cuéntalo ya -añadió sonriendo abiertamente.
-Seguro, no es el tipo de hombre cuyos besos se puedan olvidar -declaró Paula.
-¡Aja! -exclamó Romina-. ¡Lo sabía! Viste estrellitas, ¿A que sí?
-Bueno, una o dos, lo confieso. Pero no me interesa. No quiero un hombre como él -insistió Paula-. Y él tampoco está interesado en alguien como yo. Se lo dije bien claro.
Romina recogió a su hijo del suelo y lo puso en brazos de su marido, diciendo:
-Llévatelo. Al baño. Vamos, ésta es una conversación entre mujeres.
Lucas obedeció, y Romina preguntó:
-¿Por qué no te lanzas sobre ese caballero cuyos besos no se pueden olvidar? Parece interesante.
-Precisamente, lo es. Pero yo no busco emoción, Romi -explicó Paula-. Si salgo con hombres es por otra razón.
-Te lo tomas demasiado en serio, no te comprendo. ¿Por qué?
Paula señaló los biberones de Milo sobre la mesa y contestó:
-Por esto. Quiero tener un hijo.
-Ya tendrás tiempo...
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