-Nada en realidad... Me siento un poco estúpida por haberte llamado.
-Creía que habíamos acordado que dejarías de llamarte estúpida a tí misma -contestó Pedro.
-Pero es que en este asunto me estoy portando como una estúpida.
-Deja de quejarte y dime qué ocurre.
-Anoche... Me desperté por culpa de una pesadilla y...
-¡Ah, vaya!
-¿Quieres saber qué soñé? -preguntó ella.
-Vamos a ver... En mi última pesadilla soñé que una araña gigante tejía una enorme tela a mi alrededor. ¿Se trata de algo así?
-No, mucho peor -aseguró Paula.
-¿Peor?
-Estaba hablando por teléfono, llamando a la persona que la agencia me va a buscar y... No sabía qué decir.
-No es peor que el hecho de que una araña te coma vivo -contestó Pedro.
-Tú no comprendes, estaba paralizada...
-¿Tienes idea del efecto del veneno de una araña?
-¡Pedro!
-Está bien, te escucho -sonrió Pedro-. ¿Qué ocurrió?
-Nada, que me desperté sudando, aterrada, y entonces me dí cuenta de que eso sería lo que me ocurriría en la realidad. No sabré qué decir. Y seré yo quien tenga que llamar, según me dijeron el otro día. Soy yo la que debe pedir la cita, elegir el lugar y...
-Paula, no es para tanto -comentó Pedro.
-Lo es. ¿Te importa que practiquemos?
-¿Qué quieres decir?
-Quiero que salgamos juntos, que entrenemos. Desde la llamada telefónica hasta la despedida, todo.
-¿Fingiendo que es nuestra primera cita?
-Sí -afirmó Paula.
-No se me da bien eso de fingir.
-Tú imagínate que sales con una chica. Eres el experto. Te olvidas de mi cara cuando estemos juntos y te imaginas que soy una de tus Candelas.
-¿Una de mis Candelas? -repitió Pedro.
-La que sea -explicó Lea.
-Candela jamás me interesó.
-Da igual. ¿Qué te parece? Ya sé que no formaba parte del trato, pero me haría sentir mucho mejor.
-Está bien, de acuerdo. Practicaremos -accedió Pedro tras una pausa.
-Estupendo, gracias -sonrió Paula apretando su mano-. Voy a nombrarte empleado del mes. ¿Qué te parece mañana?
-Bien, ¿Adónde quieres ir?
-Tú eres el experto -contestó Paula-. ¿Adónde va la gente en la primera cita?
-Hay miles de posibilidades.
-¿Lo ves? ¡Miles de posibilidades, y a mí sólo se me ocurre ir a un restaurante o a un café! ¿Qué otras alternativas hay?
-El teatro, un concierto, un paseo por el parque, un centro comercial, una galería de arte. También puedes ir al zoo, al acuario, a un espectáculo deportivo, a la bolera -sonrió Pedro mientras enumeraba-. Las opciones son infinitas.
-Ya veo, ¿Qué me recomiendas?
-No sé, depende de la pareja, pero en una cita a ciegas no sabes nada de la otra persona.
-Bien, pero ésta es una cita de entrenamiento, y la otra persona eres tú. ¿Adónde quieres ir? -insistió Paula.
-Si vamos a hacerlo, hagámoslo bien -repuso Pedro-. Hagamos un ensayo al detalle. Tienes que tomar una decisión basada en lo que sabes de la otra persona, en este caso yo.
-Mm... No sé demasiadas cosas acerca de tí.
-Yo creo que a estas alturas vamos conociéndonos -la contradijo Pedro-. De hecho sabes más de lo que sabrás acerca del hombre que te proporcione la agencia.
-Ni me lo recuerdes. Bien, contigo al menos sé que las galerías de arte están descartadas.
-Me gusta el arte, simplemente no me gusta...
-El arte horrible -terminó Paula la frase por él.
-Exacto.
-No me gustan los deportes, así que quedan descartados -continuó Paula-. Con tantas opciones es difícil decidir.
-Piensa en lo que quieres conseguir con esa cita, el tipo de mensaje que quieres dar a la otra persona -aconsejó Pedro.
-¿Qué quieres decir?
-¿Quieres un ambiente que conduzca inevitablemente al romance, o prefieres que quede claro que lo mejor es mantener las manos quietas? ¿Quieres un lugar que muestre tus intereses y tu personalidad?
-¡Oh, Dios!
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