martes, 16 de abril de 2024

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 31

Paula estuvo encantadora al teléfono a pesar de los nervios, y a Ignacio pareció gustarle. Pedro se quedó impresionado, aunque sólo pudo oír el murmullo de la voz de Ignacio. Paula colgó el teléfono ruborizada y lo abrazó.


-¡Lo he hecho! ¡Tengo una cita! El viernes. Parece una buena persona. No creo que sea un asesino ni nada por el estilo.


-Bien, estupendo. ¿Adónde van a ir?, ¿Al Acuario?


-No, él sugirió otro lugar, un restaurante que está frente a la agencia. Es terreno neutral, pero los dos conocemos la calle. No es mala idea.


-No -respondió Pedro.


Mejor. No tenía muchas ganas de volver al Acuario, y esa vez para vigilar a Paula de la mano de su nueva pareja. Eso lo habría hecho sentirse... Mal.


-¡Oh, Dios! -exclamó Paula casi saltando-. ¡Tengo una cita! ¡Una verdadera cita con un hombre pensado para mí! Y todo te lo debo a tí.


-Eso no es cierto.


Paula no lo oyó, pero progresivamente se fue calmando y dejando de saltar hasta quedar al borde del sofá.


-Todo saldrá bien -repuso Pedro.


-Tú no comprendes, es el viernes. Sólo quedan dos días.


-¿Y qué tienes que preparar?


¿Cómo un hombre inteligente podía hacer una pregunta así? Había miles de decisiones que tomar: El vestido, el perfume, el maquillaje, la altura de los tacones. Y había que definir la estrategia. Había un artículo en una revista sobre cómo impresionar a tu pareja que Lea, por supuesto, no había leído. Apenas le había echado un vistazo. Sin embargo recordaba cada detalle. ¿Quería mostrarse coqueta o tímida?, ¿Misteriosa o abierta?, ¿Comunicativa o callada? Ser una misma, por supuesto, pero... ¿Qué aspectos resaltar? Las estadísticas resultaban infinitamente más sencillas.


-¡Las citas son un lío! -suspiró Paula.


Pedro, sin embargo, siguió mirándola sin comprender. Sí, para los hombres era muy sencillo.


-¿Qué he hecho ahora? -preguntó él alzando las manos en un gesto de impotencia. 


-¿Cuándo fue tu última cita, Pedro?


-Debió ser el día que tú saliste con el señor Pie Atrevido y yo con la señorita Chicle Verde.


-Fuimos muy crueles dejando a Candela allí -comentó Paula.


-Tranquila, la llamé al día siguiente y me disculpé. Estaba perfectamente. Incluso tenía pensado volver a ver a Julián.


-¿Y no has vuelto a salir con ninguna mujer?


-He estado ocupado -contestó él.


-Ah, lo siento, estoy echando a perder tu reputación.


-No te preocupes por mi reputación. Cuéntame, ¿Va a venir a recogerte?


-No, nos encontraremos allí. Es una de las medidas de seguridad que sugirió la agencia -explicó Paula.


-Bien, y a propósito de seguridad, quería decirte una cosa: No deberías subir al coche de un extraño.


-¡Por supuesto! Yo jamás... -Paula se interrumpió.


-Exacto.


-Bueno, pero contigo es diferente -se defendió Paula.


-No me conocías.


-Pues me alegro de haber subido a tu coche. No habría llegado tan lejos sin tí -sonrió Paula-. Aún estaría con Julián, escondiendo las piernas debajo de la silla.


Pedro bajó la vista hacia sus piernas. Paula sintió la mirada como una caricia y se aclaró la garganta. 


-¿Harías una cosa por mí?


-¿Qué? -contestó él tras una pausa, tomándose su tiempo antes de alzar la mirada.


-¿Te importa que salgamos juntos para entrenar?


 -Eso ya lo hemos hecho. 


-¿Podemos repetir? -insistió Paula. 


-¿Estás de broma?


-No, me sentiría mejor si fuéramos a un restaurante. Para practicar.


-Claro, ¿Mañana?


-¿Y por qué no ahora? Olvídate de la pizza. Llamaré a ver si quedan mesas libres.

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