martes, 2 de abril de 2024

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 14

 -No, no tendré tiempo. Pronto cumpliré los treinta.


-¿Y qué? -preguntó Romina-. Yo he cumplido treinta y tres, es un número como otro cualquiera.


-Pero tú tienes marido e hijo, por supuesto que no significa nada para tí - objetó Paula-. Yo, en cambio, he estado desperdiciando óvulos uno tras otro. No hay tantos hombres disponibles en el mercado, ni siquiera me he molestado en buscar seriamente. Soy demasiado gallina.


-¡Pero Pau!, no comprendo por qué malgastas tu vida contando los años. Tienes un buen trabajo, amigos, haces lo que quieres -contestó Romina sacudiendo la cabeza-. ¿No te das cuenta de que me das envidia?


-Sí, puede que a veces eches de menos tu libertad, pero, ¿De verdad te cambiarías por mí? -preguntó Paula.


Romina no la comprendía, era imposible. Había encontrado su alma gemela antes incluso de ponerse a buscar, y jamás había vuelto a mirar atrás.


-No sabía que cumplir los treinta te hiciera sentirte así. Lo siento -contestó Romina sirviéndose una segunda taza de té-. Ojalá pudiera ayudarte.


-No me compadezcas, Romi, lo detesto. No me gusta el papel de solterona. Y seamos sinceros: Necesito un hombre. No me gusta vivir sola, con el trabajo no me basta. Quiero una familia, quiero casarme y tener hijos, y de momento no lo he conseguido.


-Lo conseguirás -declaró Romina-. Tiempo al tiempo. Pero asegúrate de que el bosque no te impide ver los Pedro.


-¿Los Pedro?


-Asegúrate de que el bosque no te impide ver el árbol -repitió Romina.





-Buenas noches, hermanito. ¿Trabajas siempre hasta tan tarde?


El tono de voz de Romina sonaba a guasa. ¿De dónde había sacado el número de teléfono de su oficina? Pedro y Romina no se llevaban mal, pero tampoco se conocían demasiado bien. El padre de él se había casado con la madre de ella cuando ambos eran ya adultos, así que no se habían visto mucho.


-Buenas noches, Romina.


-Es mona, ¿No te parece? 


Las intenciones de Romina no podían estar más claras. Pedro alzó la vista y se aseguró de que la puerta del despacho estuviera cerrada. ¿Le había tendido una trampa su hermanastra? ¿Quería emparejarlo con Paula, a pesar de prepararle la cita con Candela? No, imposible. Había conocido a Paula por casualidad, interrumpir su cita había sido algo totalmente accidental. Y la culpa era suya. Su misión era únicamente la de guardaespaldas. Él había salido a cenar con otra mujer. Sin embargo, su hermanastra parecía muy complacida con el giro inesperado que habían tomado los acontecimientos.


-Buen intento, Romi, pero ninguno de los dos está interesado, ¿De acuerdo?


-Te debo una, Pepe. Estuviste genial. Estoy impresionada.


Pedro sonrió recordando la expresión del rostro de Paula al proclamarle su amor. Al principio ella se había sobresaltado, había vacilado, pero luego había sonreído y se había decidido. Y entonces se había arrojado a sus brazos y lo había abrumado con su fragancia a flores femenina y excitante. Se había pasado la noche recordándolo, y había llegado al convencimiento de que rescatarla había sido la mejor solución.


-Bueno, es que la situación apremiaba, había que entrar en acción... -se defendió Pedro-. ¿Cómo se te ocurrió lanzar a esa pobre chica inocente aunque bien pertrechada contra ese desgraciado?


-¿Inocente aunque bien pertrechada? -repitió Romina-. Espera un minuto, ¿Estamos hablando de la misma mujer?


-Ya sabes a qué me refiero. Está fuera de onda, no está acostumbrada a salir. No sabía ni cómo tratar a ese tipo. Y tú vas y la lanzas al pozo... ¿Qué esperabas?, ¿Que se fabricara un bote salvavidas?


-¡Pero Pepe! Estaba preocupada, por eso te mandé de angelito de la guarda.


-Bueno, pues yo cumplí, pero ahora te toca a tí. Búscale un tipo decente y resárcela del desastre.


-Tranquilo, Pepe, eso está hecho -rió Romina.


Se refería a él, por supuesto. Pedro no sabía qué contestar, ni siquiera sabía qué le había contado Paula a Romina.


-No sé, después de ver al tipo de ayer...


-Eh, ¿Y tú qué? -se defendió Romina-. Dejaste a tu pareja con ese...


Sí, eso no había estado bien, reconoció Pedro sintiéndose culpable.  Tenía que llamar a Candela y disculparse, averiguar si todo había ido bien. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario