martes, 23 de abril de 2024

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 37

Nada más sentarse él al volante Paula preguntó:


-No te ha gustado, ¿Verdad?


-Claro que sí, no tengo nada en contra de Ignacio.


-Pedro, sé sincero. ¿Qué te dice tu instinto?, ¿Me traerá problemas?


-Sinceramente, Paula -contestó Pedro pasándose una mano por la frente y arrancando-, no veo ningún problema. Podría ser el hombre de tus sueños.


-¿De verdad?


-Sí, así que... ¿Puedo dar por terminado mi trabajo y desaparecer del horizonte?


-No -negó Paula, poco convencida aún-. Oh, no, te necesito, Pedro. Vendrás al museo, ¿Verdad?


-¿Para qué? Habéis roto el hielo, es un buen hombre... ¿Cuál es el problema?


-Eres mi red de seguridad, como en el circo -explicó Paula-. Un instrumento necesario en un mundo cruel y malvado...


-Paula...


-¡Por favor! -rogó ella.


Pedro apretó los labios y sacudió la cabeza, pero finalmente accedió:


-Está bien, lo haré. Pero no cuentes conmigo para siempre.


-No, por supuesto. Tranquilo. Algún día tendré que salir solita, lo sé.


-Sí, y algún día yo tendré que aprender a decir que no a una bella dama.



Pedro se sentía como si abandonara a su chica. Observaba a Paula prepararse para la cuarta cita con Ignacio, la primera en la que él no haría de carabina, y respondía a sus miles de preguntas sin que ella hiciera caso de las respuestas. Por supuesto ella no era su chica, pero Pedro comprendía lo que sentía un padre. Lo malo era que al contrario que un padre, no podía llamarla por teléfono cada diez minutos. No, tenía que esperar hasta el día siguiente para saber cómo había ido el encuentro. Era horrible. Paula estaba también muy nerviosa. Lo adivinaba en el lenguaje de su cuerpo, aunque ella lo negara.


-No, no estás bien, Paula. Estás casi temblando. ¿Por qué? Lo conoces, se llevan bien. Yo no he tenido que intervenir una sola vez. No me necesitas. ¿Por qué te preocupa tanto salir sin mí?


-No es eso lo que me preocupa.


-Entonces, ¿Qué? -preguntó Pedro-. Cuenta, hablar ayuda.


-¿En serio, doctor Alfonso?


-Venga usted aquí, señorita Chaves -contestó Pedro fingiéndose un doctor austriaco. Cuénteme sus problemas.


En lugar de sentarse, Paula caminó de un lado a otro unos minutos hasta que finalmente llegó a una decisión.


-Está bien, mi problema es éste: creo que puede que haya llegado el momento.


-¿El momento de qué?


-De besarlo -susurró Paula-. Creo que puede que esta noche sea ya hora de... Besarlo.


La voz de Paula sonaba lo menos entusiasta que podía sonar. Parecía como si estuviera considerando la posibilidad de pedir un limón agrio para cenar. Y a Pedro no le costaba imaginar lo amargo que podía resultar. La idea le revolvía el estómago. ¿Hacía ella lo correcto?, ¿Hacían los dos lo correcto? Pedro observó su rostro pálido y sacudió la cabeza. Se puso en pie y se acercó a ella. 

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