-Bien, eso nos lleva de vuelta al punto número uno: Cómo conocer hombres.
Paula suspiró hastiada e inclinó la cabeza hacia delante hasta tocar la mesa.
-Yo podría presentarte a algunos amigos míos -sugirió Pedro.
-No -negó Paula enderezándose y sacudiendo la cabeza-. Eso crearía una situación muy complicada entre nosotros, sobre todo si la cosa va bien. No, mejor desconocidos.
-De acuerdo. Entonces, ¿Por qué no lo intentamos con una agencia?
-¡Dios! -exclamó Paula cerrando los ojos aterrada.
-¿Quieres elegirla tú o la elijo yo?
-Las Páginas Amarillas están en el tercer estante, el ordenador en el salón - indicó Paula.
Pedro se echó a reír, se puso en pie y puso una manó en su hombro, diciendo:
-Tranquila, no es para tanto. Vamos, ven a ver qué encontramos en Internet.
-Entonces, ¿No has probado nunca ninguna agencia? -volvió a preguntar Paula.
-No.
-Pero alguna vez habrás sufrido alguna cita horrible, ¿No?
-Como todo el mundo.
-Cuéntame cómo fue la peor de todas -pidió Paula.
Pedro miró fijamente la pantalla del ordenador y contestó:
-No, prefiero no acordarme. Recordar los detalles puede tener consecuencias desastrosas. Para los dos.
-Vamos, cuenta, ¿Cómo fue?
-¿No quieres darme tus datos para que los introduzca en el ordenador? Sólo estás tratando de retrasar la búsqueda -sonrió él volviendo la cabeza.
-¡Pero mira, eso no es ni siquiera una agencia! -exclamó Paula mirando la pantalla-. Es sólo un sitio de citas. Y muy sospechoso. ¿Ves esa foto?
-Es lo primero que ha salido -se encogió de hombros Pedro-, pero escribir tus datos no va a matarte. Siéntate aquí -ordenó levantándose-. Será mejor que lo escribas tú.
Paula le cambió la silla de mala gana y comenzó a escribir sus datos. Le faltaban sólo unas pocas semanas para cumplir treinta años.
-Leer, cuidar plantas, cocinar... -leyó Pedro frunciendo el ceño.
-¿Algún problema?
-No, pero pareces treinta años mayor.
-¡Hay muchas jóvenes a las que les gusta cuidar plantas! -se defendió Paula-. Eso son prejuicios.
-Aun así, funcionan. ¿No tienes otras aficiones? ¿Cine?, ¿Música?, ¿Bailar?, ¿Leer novelas románticas?
-Sí, supongo.
-¿Cuál? -siguió preguntando Pedro.
-Todas, más o menos. Excepto las novelas -contestó Paula-. No quiero dar la impresión de que soy una romántica en busca del verdadero amor. Prefiero dar la imagen de compañera compatible.
-Bien, nada de amor verdadero. Sólo una compañera con un carácter compatible. Escríbelo.
-¿Por qué tengo la sensación de que no lo apruebas? -preguntó Paula.
-No es que no lo apruebe, es que es triste conocer a alguien tan desilusionado como para tener ese punto de vista tan cínico.
-Pues tú tampoco eres adicto a los finales felices, que digamos.
-No, pero creo que puede ocurrir -repuso él.
-¿En serio?
-Sí, todo es posible. A veces. Quizá me ocurra dentro de unos años... Pero no antes de los treinta y cinco. No pienso casarme antes -afirmó Pedro.
-Entonces, ¿Crees en el amor?
-Bueno, con el amor ocurre como con Santa Claus: Puede que exista, pero no puedo afirmarlo ni negarlo hasta no tener una prueba de peso.
-Así que eras un niño cínico, ¿Eh? -preguntó Paula.
-No, sólo razonable.
-Bueno, señor Spock, ya he escrito mis datos. Y ahora, ¿Qué?
-Busca algo interesante -contestó Pedro pasando las hojas de las Páginas Amarillas.
-Pedro...
-Relájate, Paula, no va a ocurrir nada que tú no quieras. Sólo estamos buscando. Sigue con el ordenador mientras yo miro en las Páginas Amarillas. ¿Quién sabe? Quizá tu alma gemela esté a un solo «Click».
Paula obedeció de mala gana. El ordenador le propuso una lista de candidatos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario