-Es... Un buen chico. -¿Y? -insistió Romina.
-Nada -sacudió la cabeza Paula-. Está descartado así que quítate esa idea de la cabeza. Es justo lo contrario de lo que busco, la mera idea de comprometerse lo horroriza.
-¿Pero te gusta?
-Sí, está bien.
-¿Quieres explicarte, por favor?
-¿He mencionado que tiene una sonrisa que podría fundir los polos? -soltó Paula sin darse cuenta, ruborizándose y tapándose la cara.
-¡Vaya! -suspiró Romina-. ¿Quieres decir que cuando estás con él te tiemblan las rodillas?
-Me temo que sí -confesó Paula a su pesar.
-Mmm... Bien, eso es muy prometedor. ¿Estás segura de que no puedes probar con él?
-Absolutamente. Deberías haber visto su cara cuando le dije que quería tener un hijo. Y ni siquiera hablaba de él.
-Bueno, pero eso es perfectamente natural en un hombre -explicó Romina-. A Lucas también le costó hacerse a la idea, pero al final siempre cambian de opinión.
-Olvídalo -repitió Paula-. Con Pedro es mejor...
-Fantasear, espero.
Paula fingió no oírla, pero se ruborizó. Lo que había tenido con Pedro no eran fantasías... Eran imágenes rápidas que surgían en su mente justo cuando menos lo esperaba. Neuronas a la deriva, no fantasías.
-No pienso dejarme llevar por la apariencia o el sex appeal. Sólo quiero a una persona normal y estable.
-Aburrida -afirmó Romina con una mueca.
-Si es necesario...
-¿Sabes? Se puede ser normal y estable y además interesante.
-¿Sí?, ¿Dónde? -preguntó esa vez Paula.
-Lo siento, no está libre -repuso Romina refiriéndose a su marido-. Pero te aseguro que la parte responsable y estable está siempre oculta. Hay que buscarla, y a veces cuesta trabajo. Pero merece la pena.
-No sé si quiero que me cuentes cómo fue tu noviazgo con Lucas - respondió Paula.
-Fue... Interesante -rió Romina.
-¿Y crees que seguirán juntos toda la vida, ¿Verdad?
-Sé que sí -afirmó Romina.
Romina no vacilaba. Tenía completa seguridad. ¿Se trataba simplemente de una ilusión?
-Romi... ¿No te preocupa que Lucas te engañe alguna vez?
-No, él no lo haría. ¿Por qué?
-Nicolás y yo habríamos cumplido doce años juntos mañana -explicó Paula-. Pero da igual, olvídalo. Yo ya lo he olvidado. Prefiero pastar en prados más frescos. De hecho, tengo ya una cita para una entrevista en una agencia. Pedro me va a acompañar.
-Suena interesante -musitó Romina.
-Ya te he dicho que no necesito que sea interesante.
-¿Y no vas a volver a ver a Pedro antes de eso?
-¿Para qué? -sacudió la cabeza Paula-. No lo necesito.
Falso.
-Pedro, no hacía falta que vinieras, te dije que no era importante. Parecías muy ocupado, me siento culpable -repuso Paula.
Pero Pedro se había quitado ya la chaqueta y la había arrojado al sillón de siempre. Se sentó en el sofá, miró el reloj y contestó:
-Pasaba por aquí, así que es igual. Pero tengo que estar en otro sitio dentro de una hora. ¿Qué ocurre? Parecía urgente.
Paula se sentó frente a él y se preguntó qué decir. La razón por la que lo había llamado aquella mañana de pronto le parecía trivial. Quizá fuera buena idea reflexionar un poco sobre cada idea que se le ocurría antes de contársela a él.
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