-Sí, pero no es muy divertido con una mujer en estado comatoso a mi lado.
-Lo siento, a veces me pasa.
-Tenemos que hablar, ¿Verdad?
-Eso suena fatal -afirmó Paula.
-El otro día, en la puerta de tu casa, ese hombre...
-¿Sí?, ¿Qué ocurre con él? -preguntó Paula a la defensiva-. Se portó como una auténtica bestia, ¿Verdad? Sólo trataba de protegerme.
-Exacto, como la bestia protegiendo a la bella, ¿No? -sonrió Ignacio.
Ignacio era encantador. Con sólo que surgieran unas cuantas chispas a su alrededor... Paula fue incapaz de articular palabra, pero ésa pareció ser suficiente respuesta para él.
-No sé por qué sigues saliendo conmigo cuando es evidente que hay algo muy serio entre ustedes dos -continuó Ignacio.
-Es complicado -musitó Paula-. Realmente no hay nada entre nosotros. Pedro es... Bueno, no queremos las mismas cosas de la vida. Sus sentimientos hacia mí no son... -Paula se aclaró la garganta-. Bueno, dejémoslo en que es complicado.
-Por lo que yo pude ver sí había algo entre ustedes, lo cual es un excelente principio -contestó Ignacio encogiéndose de hombros-. Es exactamente lo que no hay entre nosotros, ¿Verdad? Somos compatibles, pero falta algo, ¿No crees?
Ignacio rompía su relación con ella, pensó Paula suspirando, sonriendo y asintiendo en su dirección con cierto alivio a pesar de todo. Volvía al punto de partida.
Faltaba sólo un día para el primer cumpleaños de Milo, lo cual significaba que faltaban dos días para el de Paula. Y las perspectivas eran más negras aún que antes. No sólo había perdido un posible marido, sino que había perdido además a su mentor. Y de paso había perdido el corazón, pero eso trataba de olvidarlo.
-No creo que las serpientes tengan ojos azules -comentó Paula poniéndole al pastel dos caramelos azules en el lugar de los ojos-. No puedo creer que vayamos a pintar un dibujo de tres colores en la tarta.
-Quiero que parezca una serpiente de verdad-contestó Romina.
-¿Con veneno y todo?
-¡Qué graciosa! No es una serpiente venenosa. ¿Qué tal tu pareja de la agencia?
-Bien, poco venenosa. Pero no es asunto tuyo-contestó Paula.
-Ya no me cuentas nada. Sigues viéndolo, ¿Verdad? ¿O es que ahora ves a otro?
-No, no hay ningún otro.
-¿Y Pedro?, ¿Sigue ayudándote? -continuó preguntando Romina.
-No, sólo me ayudó en los primeros pasos. Ahora estoy sola.
-Comprendo. Veo que voy a tener que emborracharte para que me lo cuentes todo. ¿Qué vas a hacer por tu cumpleaños?
-Ahora que lo dices, quizá me emborrache. No sería mala idea -contestó Paula.
-Pero harás una fiesta, ¿No?
-No lo sé, no tengo planes -respondió Paula-. Ni ganas. Probablemente encienda una vela para celebrar mi juventud perdida y me pase la noche pensando en los años dorados.
-¡Venga, vamos! -la animó Romina-. Tienes que celebrarlo. ¡Ya sé!, daremos la fiesta aquí. Como es al día siguiente de la de Milo no hará falta ni mover los muebles. Seguro que sobra comida.
-Sí, leche y tarta con forma de serpiente.
-¡Está decidido, daremos la fiesta aquí! -insistió Romina.
Tampoco tenía nada mejor que hacer, se dijo Paula de vuelta a casa. Además, emborracharse y hablar sin parar de Pedro a sus amigos siempre era mejor que acurrucarse con Frida y comer chocolate.
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