-Bueno, así es la vida. Está llena de rechazos y decepciones. Hay que superarlos.
-No puedo llamarlos. Me niego. Es demasiado agresivo. No es propio de mí -alegó Paula.
-Bien, en ese caso podrías dedicarte a algunas actividades sociales en las que fuera fácil conocer a gente. Ir a alguna clase, hacer deporte, algo así.
-Es demasiado complicado, no tengo tiempo -negó Paula.
-Si no tienes tiempo para ninguna actividad, tampoco lo tienes para un novio, marido o hijos, pero bueno... Sólo queda el camino formal de conocer a gente. Hay agencias con buena reputación, está Internet, los anuncios personales...
La sola mención le revolvía el estómago. Paula comenzaba a perder el entusiasmo por aquel asunto. Pedro debía pensar que era una persona muy difícil.
-No sé, esas alternativas suenan tan mal... No tengo ganas de asistir a una interminable serie de citas a ciegas -contestó Paula.
-He oído decir que algunas de esas agencias son excelentes.
-¿Has utilizado tú sus servicios?
-No, ¿Y tú?
-¡No! -exclamó Paula.
-Entonces no sabes nada de ellas, así que olvídate de tus prejuicios. ¿Por qué no intentarlo? Es el método más rápido, y si lo hacemos bien, es seguro. Y si no sacamos nada en limpio, no pasa nada.
Paula seguía con el estómago revuelto. La idea le producía pánico.
-No sé, creo que me estoy arrepintiendo.
-Quizá no sea esto lo que quieras realmente, Paula.
-Por supuesto que sí, te lo he dicho.
-Pero ahora me dices algo completamente diferente -alegó Pedro-. Si lo que quieres es tener un hijo, tienes la posibilidad de hacerlo sin ningún hombre.
-No -negó Paula sacudiendo la cabeza con firmeza-, de ningún modo. No se trata sólo de eso. Quiero algo más que tener un hijo, quiero una familia. Te lo dije: No estoy buscando a alguien que simplemente me deje embarazada, Pedro. No quiero que mi hijo crezca sin padre.
-Pero todos los días hay rupturas matrimoniales, no tienes ninguna garantía de que la relación continúe. Y contratar a un consultor no va a servirte para encontrar al hombre adecuado.
-No lo comprendes, ¿Verdad? No busco al hombre perfecto, sólo busco a un hombre que quiera lo mismo que yo.
-¿Tener hijos? -preguntó Pedro escéptico.
-Y una familia, estabilidad. Debe haber algún hombre que desee eso. Sé que no hay garantías, pero si hago esto correctamente mis posibilidades de encontrarlo se multiplican.
-Cierto, te dedicas a la estadística -rió Pedro-. Pero tendrás que evitar
hablar de niños al principio.
-Tranquilo, no pretendo comprobar la capacidad reproductora de nadie en la primera cita -rió Paula a su vez.
-Te lo digo en serio -advirtió Pedro.
-Pero podré preguntarles si quieren tener hijos en algún momento, ¿No?
-¡Ni se te ocurra! -exclamó Pedro alzando un dedo-. La regla más importante de todas es no mencionar a los niños. Ni en la primera cita, ni en la décima. Al menos durante un año.
-¿Un año? ¡Pero eso es mucho tiempo!
-Es lo mínimo -contestó Pedro sacudiendo la cabeza-. Confía en mí, los espantarías. Los hombres tienen fobia a los compromisos.
-¡De eso precisamente se trata, de encontrar a uno que no los tenga! Y necesito saberlo antes de un año. Quizá pueda sacar a relucir el tema sutilmente...
-Menciónalo, y por muy príncipe que sea saldrá corriendo.
-Pedro, si conozco a alguien a través de una agencia lo más natural es hablar de qué espera cada uno de la vida -alegó Paula-. Y tener hijos es algo fundamental que tengo que preguntar.
-En ese caso tú serás la única responsable -contestó Pedro encogiéndose de hombros-. Te lo he advertido, así que no me eches a mí la culpa luego. Si él saca el tema, bien. Pero si lo haces tú, ten por seguro que no volverás a verlo. Tú decides.
Aquello sonaba muy serio, y Pedro debía saber bien lo que decía. Paula suspiró y contestó:
-De acuerdo, ni mencionarlo. Al menos durante las primeras citas. Pero después no te prometo nada. Es un asunto del que necesito hablar cuanto antes, de otro modo estaría perdiendo el tiempo.
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