Él iba a ayudarla, tenía que conocer los hechos. Paula, no tenía ninguna razón para confiar en él, pero se fiaba de su instinto. Además no ganaría nada si no arriesgaba primero. En el fondo de eso trataba todo el asunto, de arriesgarse. Y él era un desconocido, de modo que si hablaba de ella a sus espaldas no la perjudicaría.
-Sí, es por culpa del insomnio. A las tres de la madrugada todo se nos antoja poco halagüeño, ¿Verdad? -contestó Paula dándole la vuelta al bloc para leer-. ¿Has podido descifrar mi letra?
-La verdad es que no -rió él-. Sólo he podido leer algunas palabras.
-Tranquilo, nadie la entiende. Ni yo, a veces. Supongo que el primer paso sería elaborar un plan que me permitiera conocer a hombres.
Paula alzó una vez más la vista. Aquellas notas se le antojaban aún más ridículas a esas horas que a las tres de la madrugada. Pedro, sin embargo, no se reía. Ni siquiera parecía pensar que estuviera loca.
-¿Se te ocurre algo?
-¿Te refieres a formas de conocer a gente? -preguntó Pedro a su vez, encogiéndose de hombros-. No sé, ¿En qué habías pensado tú?, ¿Algo formal, o informal?
-No lo sé.
-¿Es que no conoces a ningún hombre que te parezca interesante?
-La verdad es que no -repuso Paula.
Pedro apoyó los codos sobre la mesa y la miró alzando la vista con la cabeza inclinada hacia abajo. El efecto era extrañamente penetrante. Paula se inclinó hacia delante.
-Me dijiste que llevabas sola un año -dijo él-. Seguro que algún hombre te ha pedido que salgas con él durante ese tiempo.
-Sí, unos cuantos.
-Pero tú les has dado calabazas.
-Sí.
-¿Porqué?
-No estaba preparada -contestó Paula tras una pausa-. No quería salir con nadie sólo por despecho, tenía...
-¿Miedo? -sugirió Pedro.
-Sí, es cierto. Tenía miedo.
-¿De qué?
-Ya sé adónde quieres ir a parar, te comprendo.
-¿En serio? -preguntó Pedro.
-Crees que utilizo mi falta de experiencia con los hombres como excusa, que lo que de verdad me da miedo es involucrarme sentimentalmente con alguien otra vez.
Paula se preguntó si eso sería cierto, si se estaba engañando. ¿Se complicaba con los detalles prácticos sólo para retrasar el momento?
-No soy Freud, pero parece razonable.
-De todos modos no importa, ¿No crees? -preguntó Paula-. Esta vez dejaré que prevalezca la lógica. No se puede confiar en los sentimientos, ¿No te parece?
-No, los sentimientos te llevan invariablemente al batacazo -confirmó Pedro leyendo algunas palabras de las notas-. Estabilidad, seguridad, confianza... Eso es lo que buscas en una relación, ¿No?
-Sí.
-Bien, y tu plan consiste en conocer a unos cuantos candidatos y entrevistarlos para ver si son compatibles contigo, ¿No?
-Suena demasiado aséptico, ¿Verdad? -sonrió ella.
-No, en realidad para eso son las citas, sólo que tú lo haces de un modo más consciente.
-¿No te parece que estoy loca?
-¡En absoluto! -rió Pedro-. Bueno, al principio sí lo pensé, pero ya no. Cuéntame algo de esos hombres que han querido salir contigo. ¿Crees que alguno de ellos sigue aún dispuesto?
-No lo sé, no lo creo -contestó Paula-. Algunos tienen novia. Además, tampoco puedo llamarlos para responder que sí a una cita que me propusieron hace meses, ¿No?
-¿Por qué no?
-Porque... Porque... Sencillamente no puedo hacer algo así.
-Podrías -contestó Pedro encogiéndose de hombros-. Si se dan las circunstancias adecuadas. ¿Qué puedes perder?
-¡Ser rechazado no resulta nada divertido!
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