jueves, 18 de abril de 2024

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 36

 -A veces. Sobre todo en la primera cita, sí. 


-¿Pero tú no se lo permites? - continuó Paula. 


-Por lo general no, a menos que se muestren muy insistentes.


-¿Y suelen insistir?, ¿Hasta qué punto?, ¿Cuánto es mucho?, ¿Cuánto es demasiado poco?


-¡Paula! -exclamó Thomas agarrándola de los brazos-. Eres la mujer más neurótica que he conocido jamás. No va a ocurrirte nada malo si haces algo mal.


-Pedro, déjate de charlas. Estamos llegando al postre, no queda tiempo. ¿Qué hago?


-De acuerdo, ofrécete a pagar. Si dice que no, insiste, pero no vayas demasiado lejos.


-Bien -contestó ella más tranquila, apoyando la frente en el pecho de él-. Me parece razonable. No vamos a pelearnos por la cuenta, ¿No?


-No -negó él dándole golpecitos en la espalda-. Enderézate, señorita. Todo saldrá bien. Parece un buen hombre.


-Sí, es majo. Verdaderamente agradable. Me gusta.


-Bien -respondió Pedro tomándola de la barbilla y acariciando su labio con el dedo pulgar-. No te muerdas el labio. Sonríe. Eres guapa. Espero que ese tipo aprecie el privilegio de salir contigo.


-Gracias -sonrió ella débilmente-. Tú también eres verdaderamente agradable, Pedro.


-Puedes apostar a que sí. Y ahora vuelve allí y enamóralo.


Paula se dió la vuelta y caminó dos pasos decidida, pero inmediatamente se giró de nuevo hacia él. Pedro sacudió la cabeza en señal de advertencia y dijo:


-No, Paula. Lo estás haciendo bien. Ve y conquístalo.


Ella vaciló, sonrió y se marchó. Y Pedro apretó los dientes. ¡Menuda suerte tenía Ignacio!


Paula se despidió de Ignacio a las puertas del restaurante. Le explicó que un amigo iría a recogerla allí y que se trataba simplemente de una medida de seguridad. Ignacio asintió y contestó que lo comprendía, y ella se quedó observándolo hasta que desapareció.  Todo había salido genial. Habría sido incluso perfecto de no haberla estado observando Pedro. Al principio ella había creído que su presencia le haría sentirse más segura, pero en lugar de ello... La había puesto más nerviosa. Pero no podía quejarse, Pedro sólo cumplía su promesa. Sin embargo verlo allí sólo servía para recordarle el beso y suscitar en ella fantasías eróticas con mucha más frecuencia.


-¿Se ha marchado? -preguntó Pedro a su oído, sobresaltándola.


-Sí, ya se ha ido.


-Enhorabuena, has sobrevivido a tu primera cita. ¿Qué tal? -preguntó Pedro poniendo un brazo por encima de sus hombros.


-No ha ido mal, en realidad ha estado bastante bien. Pero tú ya lo sabes, estabas delante.


-Parece que se llevan bien -comentó Pedro-. ¿Te lo has pasado bien?


-Sí, es amable, lo hemos pasado bien.


Incluso a oídos de Paula aquellas palabras sonaban poco entusiastas. Pedro pareció darse cuenta y preguntó:


-¿Hay interés?


-Sí, eso creo. Probablemente esté interesado. 


-Por supuesto que él está interesado -contestó Pedro impaciente-, ¿Qué hombre no lo estaría? Me refería a tí.


-Ah, sí. Es amable, creo que me interesa. 


-Repites mucho eso de amable, Paula. 


-Bueno, es que lo es.


-Vamos -dijo Pedro guiándola al coche-. ¿Crees que puede haber algo entre los dos?


-Sí, podría ser. Quizá.


-¿Volverás a verlo? -siguió preguntando Pedro.


Paula giró la cabeza hacia él confusa. Pedro hablaba con un tono de voz brusco. ¿Acaso Ignacio no le había gustado?, ¿Había visto en él algo peligroso, algo de lo que ella no se había percatado?


-Sí, el martes. Iremos a un museo.


-Bien. 


Pedro le abrió la puerta del coche y ella entró. A él no le había gustado Ignacio, era evidente. Paula se derrumbó. ¿Lo había juzgado mal?, ¿Se engañaba? Tenía que ser. Sin embargo, ¿Por qué Pedro no le contaba nada? 


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