jueves, 2 de junio de 2022

Juntos A La Par: Capítulo 53

 —Está bien —dijo Paula, radiante de felicidad.


—Cielo mío, si sigues así, tendré que parar a besarte.


La bienvenida en la casa de Lady Haleford sí que fue cálida. Los recibieron en el vestíbulo la señora Twitchett, Nélida, Félix y Marc, y los llevaron al salón, donde los esperaba Lady Haleford.


—¡Qué alegría verte, Paula! —dijo al verla—, aunque según me ha dicho Pedro, esta visita será breve. Sin embargo, nos veremos pronto, sin duda. Los echaré en falta a tí, a Félix y a Marc. Pedro los traerá cuando tenga tiempo, pero es lógico que primero deba llevarte a ver a su madre. ¿Se casarán pronto?


Paula se sonrojó y Pedro respondió por ella:


—En cuanto podamos, tía.


—Bien. Iré a la boda, y también la señora Twitchett y Nélida. Ahora tomemos el té...


—Todavía no me lo has pedido —dijo Paula una hora más tarde, nuevamente en el coche.


—Ya lo haré —dijo él, lanzándole una breve mirada mientras sonreía—. Cuando estemos solos y tranquilos. He esperado mucho tiempo, cielo mío, pero no voy a declararme mientras conduzco por la autopista.


—No sé dónde vives.


—En una tranquila calle de casas georgianas. Tiene un jardín con un muro alto, perfecto para Félix y Marc. Bernardo y su mujer nos cuidan a Tiger y a mí, así que desde ahora os cuidarán a vosotros tres también.


—¿Es una casa grande?


—No, no. Ideal para que un hombre viva cómodamente con su esposa y sus hijos —respondió ilusionado el doctor.


Lo cual le dió a Paula mucho en lo que pensar. Iba mirando por la ventanilla la oscuridad, y lo veía todo de color de rosa, tranquilizada por la voz de Pedro de vez en cuando y los tranquilos movimientos de los tres animales en el asiento trasero. Cuando llegaron, las casas adosadas le parecieron elegantes y respetables, con sus hermosas puertas de entrada y escalerillas hacia el sótano. Una estaba abierta, iluminando la calle con su luz, y alguien esperaba junto a ella. 


—Hemos llegado a casa —dijo Pedro, tomándola del brazo.


Paula sentía un poco de inquietud por Bernardo, pero no era necesario; este le sonrió como un tío amable y la señora de Bernardo le estrechó la mano con una sonrisa tan amplia como la de su esposo.


-Pase directamente al salón —dijo Bernardo, abriendo las puertas.


Cuando entraron, la tía Teresa se acercó a recibirlos.


—No esperabas verme, ¿Verdad, Paula? —preguntó—. Pero Pedro es muy respetuoso de las reglas, como corresponde. Tendrás que soportarme hasta que se casen—dijo, ofreciendo su mejilla para que la besasen y se dirigió a la puerta—. Iré a ocuparme de tus animales — señaló—. Ustedes tendrán mucho de que hablar.


Salió y cerró la puerta firmemente tras de sí. El doctor le desabrochó el abrigo a Paula y, a continuación, lo lanzó sobre una silla, antes de tomarla en sus brazos.


—Ésta es una declaración, pero primero, eh... —se inclinó y la besó apasionadamente—. ¿Quieres casarte conmigo, Paula?


—¿Me besarás siempre así? —preguntó ella.


—Por siempre jamás, amor mío.


—Entonces me casaré contigo —dijo Paula—. Porque me gusta que me beses así. Además, te quiero.



Había solo una forma de responder a aquello... 






FIN

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