jueves, 23 de junio de 2022

Atracción: Capítulo 22

Asintió una vez con la cabeza. Ella le observó atentamente.


–El servicio militar es una profesión muy respetable, pero también estás siguiendo los pasos de tu abuelo dirigiendo la empresa.


Señaló otra foto en la que aparecía con unas cuantas modelos en biquini.


–La mayoría de los hombres matarían por estar en tu lugar.


Pedro miró a su alrededor. Jamás había querido ser ese hombre en el que se había convertido. Siempre había soñado con ser un Navy SEAL, y no el director general de una empresa de cosmética.


–Seguro que soñabas con ser algo cuando eras niña.


–Veterinaria. Pero entonces era muy pequeña, muy ingenua. No sabía nada del mundo.


–Yo tampoco. Pero así es como somos de niños. Soñamos con ser algo maravilloso sin saber cuál es el lugar que nos corresponde en el mundo.


–Qué pena que no puedas cambiar tu trabajo por el de Leandro durante una semana. Apuesto a que a él le gustaría mucho pasearse por ahí con supermodelos mientras tú te dedicas a limpiar suelos en la cubierta de un barco o en un submarino.


Pedro casi se echó a reír. La fregona que Paula imaginaba en manos de su amigo más bien debía de ser un rifle M4. Sergio pertenecía a un equipo de élite entrenado para operaciones especiales.


–Parece que hubieras querido alistarte, como tu amigo. ¿Por qué no lo hiciste?


–Por mi familia, la empresa. Me necesitaban.


–No habrías estado en la marina para siempre.


–No, pero aquí me necesitaban. Lo que yo quería hacer... –miró la foto de Leandro y de él–. Era algo secundario.


–Quieres mucho a tu familia.


–Mucha gente no está dispuesta a sacrificar sus sueños.


Se encogió de hombros. No quería tener esa conversación. Miró el reloj, por pura costumbre.


–Se está haciendo tarde. Te acompaño al coche.


–Gracias, pero no es necesario –dijo Paula. La voz le temblaba–. Tengo el coche en el estacionamiento de Park & Ride. Vine en autobús al centro.


–¿Viniste en autobús?


–La gasolina es cara.


Su abuela debía de pagarle muy bien, y además le proporcionaba un sitio donde dormir.


–No deberías tener problemas de solvencia.


Paula le atravesó con la mirada.


–¿Qué? –le preguntó él, levantando las palmas de las manos.


–No he dicho que no pudiera permitírmela. ¿Por qué iba a querer gastarme la gasolina que tanto me cuesta ganar para venir a la ciudad y darte la oportunidad de echarme? Ahorrar siempre es buena idea, sobre todo cuando tienes motivos para hacerlo. Mi abuelo me enseñó a ahorrar para cuando lleguen las vacas flacas. Nunca sabes qué te deparará el futuro. Es mejor prepararse para lo que venga.


Pedro metió el portátil en su maletín.


–Vamos. Te acompaño fuera.


Él también se preparaba para casi todo, pero no estaba preparado para Paula Chaves. 

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