jueves, 9 de junio de 2022

Atracción: Capítulo 8

Paula reprimió una sonrisa. Betty no solo era inteligente, sino que también sabía cómo salirse con la suya. Con esa misma habilidad había logrado llevársela a vivir a su casa.


–No harías algo así –dijo él.


–Las fórmulas son mías. Las he desarrollado con mi dinero, en mi laboratorio, en mi casa. Puedo hacer lo que quiera con ellas.


Pedro apoyó las manos en el respaldo de la silla. Tenía los nudillos blancos. 


«Dí que no», pensó Paula. No quería que fuera su asesor. Necesitaban ayuda para empezar el negocio, pero no quería tener que volver a ver a Pedro Alfonso. La atracción física que sentía por él era innegable, pero prefería salir con hombres más normales y campechanos, gente de clase obrera, como ella. Sentir atracción hacia un hombre con dinero era estúpido y peligroso. Los hombres como ese podían llegar a arruinarle la vida. Uno lo había conseguido. Además, alguien como Pedro Alfonso jamás mostraría interés en ella. Nunca bajaría el listón, excepto para una aventura de una noche... «No, gracias». No quería saber nada más de él.



Pedro estaba entre la espada y la pared. A un lado estaban los muebles del patio y al otro estaba la abuela. Se suponía que la reunión iba a ser de otra manera. Le superaban en número y no tenía refuerzos. Sin duda, era esa tal Pau quien estaba detrás de aquella disparatada idea. Debía de ser una estafadora. A lo mejor, incluso le robaba a la abuela cuando no se daba cuenta. Su familia siempre había sido el objetivo de granujas y aprovechados, gente como Antonella. La abuela podía correr un peligro real. Era cierto que parecía una universitaria y no una timadora, sobre todo con esa camiseta que llevaba. «Ningún traje está completo sin pelo de perro», decía el lema impreso en el pecho.  Tenía unas piernas gloriosas. No podía negarlo. Esos vaqueros cortos las exhibían en toda su plenitud. Pero las apariencias podían engañar. Había caído en las redes de Cassandra gracias a su aspecto glamuroso. Pero la chica que tenía delante no era glamurosa. Llevaba el pelo muy corto, con un corte pixie, y no parecía haberse puesto nada de maquillaje. Era atractiva, pero sencilla. Era esa vecina guapa que podría haber tenido de no haber vivido en mitad de una enorme finca, rodeada de vallas y vigilada con cámaras de seguridad. Pero no todo eran luces. Sus ojos azules parecían cansados, endurecidos. No era tan inocente e ingenua como aparentaba ser. Definitivamente, no era una princesa de esas que había conocido en el colegio, pero tampoco era una de las trepadoras a las que se encontraba en la ciudad. Había algo en ella que no era capaz de formular con palabras, algo intrigante.


–No va a funcionar –le dijo a su abuela de repente.


Betty levantó la mirada hacia él. Los cinco perros que tenía a los pies se desvivían por llamar su atención.


–¿Qué es lo que no va a funcionar, cariño?


Paula esbozó una media sonrisa. La situación parecía divertirla. Pedro apretó los labios. La chica no le caía nada bien. Cualquier persona bienintencionada se hubiera puesto de su lado, y no le hubiera dado la razón a una anciana desprotegida. ¿Pero qué podía esperar de una mujer que llevaba sandalias deportivas con las uñas pintadas de naranja y verde neón? Seguramente estaba llena de tatuajes y piercings.


–Si te unes a uno de los rivales de Fair Face, los medios se volverán locos. Piensa en cómo reaccionarán los empleados. Tú eres la fuerza creativa de la empresa. ¿Cómo vas a compatibilizar lo que haces en una empresa y en la otra?


–Productos para animales en una. Productos para humanos en la otra –Betty esbozó una sonrisa inocente–. Solo fue una idea.


Un perrito trató de reclamar la atención de Pedro, frotándose contra su pierna y mirándole fijamente.


–Un truco.


–No me creerás capaz de recurrir a una táctica como esa –dijo la abuela, haciéndose la ofendida.


–Estoy seguro de que harías cosas mucho peores para conseguir lo que quieres –le dijo Pedro.


Eso le hizo ganarse una sonrisa de Paula. 


–No tengo que recurrir a nada. Le prometiste a tu abuelo que cuidarías de nosotros.


–Y estoy cuidando de tí de la mejor manera que sé.


Betty acarició a un perrito llamado Bobby, pero no dijo ni una palabra.


–Abuela...


–Betty, ¿No me dijiste el otro día que tu nieto está muy ocupado en Fair Face? –dijo Paula, interrumpiéndole–. Quizás sea mejor buscar a otra persona para que nos ayude.


Las sospechas de Pedro se dispararon de repente. Nadie era tan amable con un completo extraño.


–Buena idea –dijo él, siguiéndole la corriente.


A lo mejor lograba pillarla en una mentira, o quizás podría tenderle una trampa.


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