martes, 7 de junio de 2022

Atracción: Capítulo 3

La abuela agitó los brazos en el aire, como si así pudiera ahuyentar las cosas malas del mundo. La luz se refractaba en sus tres anillos de diamantes, regalos de aniversario de su abuelo.


–No debería haber mencionado a esa diablesa.


Por lo menos él sí había salido ileso. Su padre, en cambio, había terminado con dos hijos a los que no quería. La anciana salió al exterior por la puerta de la sala de estar. Pedro fue tras ella. También había hecho cambios en la terraza. Había una mesa nueva con dos sillas de madera a juego, una hamaca y tumbonas acolchadas. El sol quemaba. Pedro le sacó una silla a la anciana.


–Hace mucho calor. Déjame abrir la sombrilla.


La señora agarró un mando a distancia que estaba sobre la mesa.


–Lo tengo –apretó un botón y una sombrilla automatizada se abrió sobre ellos–. ¿Qué te parecen los productos para perro?


No se oía ni el canto de un pájaro. Incluso los grillos parecían estar durmiendo la siesta. Lo único que Pedro oía era el ladrido ocasional de un perro y la voz de su abuelo. «Haz lo que hay que hacer. Por Fair Face. Por tu abuela». ¿A quién quería engañar? Hubiera preferido estar en su despacho, revisando informes de contabilidad. Hubiera preferido estar en cualquier otro sitio en ese momento.


–Unas muestras muy interesantes, con una textura y una fragancia agradables.


Betty silbó.


–Y espera a ver lo que hacen.


Unos perros salieron corriendo de una esquina. Eran un borrón marrón, negro y gris. Se detuvieron frente a Betty, jadeando y moviendo la cola.


–Mira qué suaves son –dijo, llena de orgullo, como si los animales también tuvieran sus genes.


Pedro apoyó las manos sobre la mesa. No quería tocar a ninguno de los animales.


–El pelo es suave si el perro está limpio.


–El de Apolo no.


Betty recogió del suelo al perrito marrón. Tenía el ojo derecho cerrado y no se parecía en nada a esos carísimos perros de exhibición. Debía de haber sido rescatado de una perrera.


–Tenía el pelo seco y áspero... Alergias. Los animales tienen alergias, al igual que los humanos. Es por eso que las empresas tienen que usar ingredientes orgánicos y naturales. Nada de sustancias químicas ni de aditivos tóxicos. Mira cómo está Apolo ahora –miró al perrito como si fuera uno de sus nietos, a los que había criado desde niños.


Su padre los había dejado allí tras el abandono de su madre.


–Es por eso que he creado la nueva línea de Fair Face para animales.


Ignorando al perrito gris que tenía a los pies, Pedro levantó las manos.


–Fair Face no fabrica productos para animales.


La sonrisa de Betty se mantuvo intacta.


–Todavía no, pero lo hará. He probado las fórmulas en mí misma y mi ayudante también. Las he usado con mis perros.


–No sabía que habías contratado ayuda.


–Se llama Pau. Te encantará.


Pedro no pudo evitar mostrarse escéptico. La mayoría de ayudantes solo iban a por el dinero. Tendría que averiguar unas cuantas cosas sobre esa tal Pau.


–Entiendes que Fair Face es una empresa de cuidados para la piel. La piel humana.


–Piel o pelo. Dos patas, dos piernas... El cambio y la renovación son importantes para una empresa.


–En este caso, no –debía tener cuidado para no herir los sentimientos de la abuela–. No contamos con muchos recursos ahora que estamos lanzando la nueva línea para bebés. No es el momento para asumir más riesgos.


Unas finas líneas de expresión se dibujaron alrededor de la boca de Betty.


–Tu abuelo creó Fair Face asumiendo riesgos. A veces hay que hacer un pequeño esfuerzo.


–Pero, si nos esforzamos demasiado, podemos llegar a rompernos algo. Tengo mil ciento treinta y tres empleados que dependen de esta empresa para pagar sus facturas.


–Lo que te estoy pidiendo no es arriesgado. Las fórmulas están listas para ser fabricadas. Puedes poner en marcha un proyecto piloto de ventas y ya está.

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