martes, 21 de junio de 2022

Atracción: Capítulo 20

Paula caminó hasta una de las estanterías de libros, la que estaba más cerca de la puerta y más lejos de Pedro.


–No soy una mala persona.


–Yo no he dicho que lo fueras.


Paula reparó en una fotografía en la que aparecía junto a otro hombre, también muy atractivo. No era tan guapo como Pedro, pero tenía el mismo físico musculoso y viril. Encima de la instantánea había una bandera americana doblada en forma de triángulo, con cintas militares. De repente se dió cuenta de que estaba dejándose vencer. Era mejor zanjar el asunto lo antes posible. Le miró.


–Tómate tu tiempo.


–No quiero prolongar esto por más tiempo. Nico me preguntó que si quería salir con unos amigos suyos. Yo le dije que sí, pensando que las cosas empezaban a ir en serio si quería presentarme a sus amigos.


–Una suposición muy razonable.


–Razonable, pero errónea. Estaba interesado en mí, pero no como novia. Me iban a tender una trampa. Yo iba a ser el chivo expiatorio, el pardillo de turno. Iba a ser la persona a la que podían culpar si el plan iba mal. Tenían pensando entrar en la casa del presidente del banco para robar dinero y poder comprar drogas.


–Bueno, no eran hermanitas de la caridad precisamente.


–Eran una panda de gamberros, pero llevaban ropa de marca y conducían coches de lujo.


–Tú también estabas metida en ello.


–No. No sabía qué se traían entre manos –Paula se obligó a mirar los títulos de los libros de empresariales que tenía delante para no tener que mirarle a los ojos–. Nico me dijo que íbamos a saltar la valla para meternos en su jacuzzi. El hombre estaba de vacaciones. Yo llevaba el biquini puesto y había metido una toalla en el bolso. Pero ninguna de esas cosas le había importado a la policía.


–No me dí cuenta de lo que estaba pasando hasta que entramos en la casa. Pero pensaba que a Nico le gustaba de verdad, así que...


Se mordió el labio. No era capaz de decir las palabras.


–Le seguiste la corriente. 


–Quería encajar en su mundo. Tenía miedo de decir algo, así que le seguí sin más. Nadie sabía que había una alarma en la casa. La policía nos sorprendió dentro, y entonces...


Tomó el aliento un par de veces.


–Todo el mundo se volvió en mi contra. Me señalaron con el dedo. Me echaron la culpa. Dijeron que todo había sido idea mía, que yo había forzado el cierre, que había robado el dinero.


–Pero la policía debería haber...


–La policía les creyó. ¿Cómo no iban a creerles? Mi padre había pasado un tiempo en prisión por una pelea. Yo vivía en un camping de caravanas. A nadie le sorprendía verme metida en algo así, por no mencionar el hecho de que mis huellas estaban por todas partes.


–¿Y cómo pasó eso?


–Nico me tenía dominada. «Abre la puerta, cielo. Sujétame este taburete, preciosa. ¿Alguna vez has visto tanto dinero junto? ¿Me lo sujetas?».


–Pero los otros chicos eran cómplices. Y Nicolás también.


–Cierto, pero tenían abogados muy buenos y caros que lograron reducir los cargos o hacer que los retiraran. Mi abogado me recomendó que me declarara culpable para conseguir una sentencia mejor.


Pedro guardó silencio.


Paula contempló una foto en la que aparecía rodeado de supermodelos en biquini. Había otra foto de la familia Alfonso. En ella aparecía con otra joven que debía de ser Carolina, y con sus abuelos. Los cuatro parecían tan felices.


–Debiste de asustarte mucho.


–Estaba aterrorizada. Te entiendo si no me crees. Pero eso es lo que pasó.


–Una lección difícil de aprender.


Paula regresó junto a la silla, pero permaneció de pie.


–Lo siento –dijo él finalmente.


–¿Disculpa? –dijo ella, levantando la vista.


–Siento que hayas tenido que pasar por todo eso.


Ella guardó silencio. No sabía qué pensar de sus palabras.


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