Paula se detuvo junto al recinto donde se iba a celebrar la competición de Best in Show. Los perros, incluyendo a Princesa, habían obtenido una buena clasificación, y Rocky había quedado primero de grupo. Además, todo el mundo hablaba de los productos de Betty.
–Pareces tan calmada –Pedro estaba a su lado–. No pareces nerviosa en absoluto.
Ella le miró. Tenía mariposas en el estómago. Se alegraba tanto de tenerle allí.
–Estoy emocionada más que nada –quería pellizcarse para asegurarse de que no fuera un sueño–. No importa cómo lo haga Rocky. Ya hemos ganado. La gente está muy interesada en los productos de Betty.
–Pero a tí tampoco te vendrá nada mal ganarte esa reputación.
–Ni a Rocky tampoco. Se está convirtiendo en un gran campeón. Pero nunca ha ganado el premio Best in Show.
–Hoy podría ser ese día.
Las palabras de Pedro, dichas con tanta sinceridad, le llegaron al corazón. Examinó a Rocky para ver si todo estaba en orden.
–Eso espero.
–Buena suerte.
Su mirada tierna la hizo sentir como si fueran las dos únicas personas en el mundo.
–Tampoco es que la necesites.
Pedro continuó mirándola. La ternura se convirtió en algo que se parecía al deseo. Paula entreabrió los labios, pero entonces se dió cuenta... No estaban solos. El presentador anunció que el concurso estaba a punto de empezar.
–Los vas a dejar K.O. Ya lo verás –le susurró Pedro al oído–. No tienen ni una oportunidad frente a Rocky.
Paula se puso en la cola con otros seis adiestradores y sus perros. Le miró por última vez y entró en el recinto. El espectáculo acababa de empezar.
¡Best in Show!
Rocky había ganado. Pedro sintió una ola de orgullo. Esbozó una sonrisa complaciente. La multitud aplaudía. Grabó toda la ceremonia de entrega de premios. Rocky retozaba como si supiera que era el ganador, pero era la sonrisa de Paula y sus ojos llenos de alegría lo que más llamaba su atención. Un fotógrafo les hizo fotos oficiales junto al juez. Los adiestradores le estrecharon la mano. Paula hacía malabarismos con la cesta del premio, las flores y tres galardones de un metro de longitud. Pedro se mantuvo al margen, lejos de la entrada del recinto, y esperó. La gente le daba la enhorabuena. La pequeña Pilar y su madre le dieron un efusivo abrazo.Poco a poco todo el mundo se fue dispersando. Paula fue hacia él con los brazos extendidos, llenos de cosas.
–¡Best in Show!
–Enhorabuena –Pedro le dió un abrazo–. Lo has hecho muy bien.
Ella se sonrojó.
–Gracias, pero Rocky hizo todo el trabajo.
–Tenemos que celebrarlo. Hay muchos restaurantes buenos en Bend.
–Gracias, pero no quiero dejar a los perros solos en la caravana.
–Podemos buscar un sitio que tenga reparto a domicilio.
–Ya he comido mucho. Y nunca dejo el recinto una vez llego al lugar. Además, Betty querrá celebrarlo en cuanto lleguemos a casa. Ninguno de sus perros ha ganado nunca ese premio. Seguro que hace una fiesta.
–Muy típico de la abuela.
Pero Pedro no quería esperar. Quería que esa noche fuera especial para ella.
–Pero podemos celebrar un poco aquí.
–Creía que te ibas a casa esta noche. ¿No tienes que ir al aeropuerto?
–Tenía... Tengo. A menos que quieras que me quede.
–No pierdas todo el fin de semana aquí. Vete a casa. Así podrás desayunar con Betty y con tu hermana mañana.
Pedro lo hacía todos los domingos, pero prefería pasar ese con ella. Le quitó la cesta de las manos y también las flores.
–Las tengo.
–Gracias –una sonrisa le iluminó el rostro.
La gente estaba abandonando el lugar. Se encendían motores por todos lados. Los perros ladraban. Los cláxones pitaban. Paula metió a Rocky en su jaula bajo la sombra de un toldo y miró a los otros perros.
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