martes, 21 de junio de 2022

Atracción: Capítulo 18

 –Hola, abuela.


–Pedro.


Betty estaba sentada con un vaso de limonada en las manos.


–Gracias por venir hasta aquí. Llevo todo el día de pie, y me duelen mucho los pies.


–No deberías pasar tanto tiempo en el laboratorio –dijo él, dándole un beso en la mejilla.


–Es mi trabajo. Soy química.


Pedro arrugó el borde de la carpeta.


–¿Dónde está tu ayudante?


–En la clínica de animales –Betty puso su bebida sobre una mesa–. Tendrás que quedarte aquí conmigo.


–He venido a verte a tí –Caleb hizo una pausa–. Pau Chaves no es quien tú crees que es.


–Sé quién es Pau Chaves. Es una mujer trabajadora, dulce. Y es mi amiga.


–Tu amiga Pau, también conocida como Paula Chaves, es una criminal convicta. Pasó tres años en la cárcel de mujeres de Idaho.


Pedro esperaba ver alguna reacción por parte de su abuela, pero Betty permaneció inmutable.


–No estamos hablando de robar cosas en una tienda, abuela. Robo, allanamiento de morada y vandalismo.


Betty se tocó la mejilla.


–¿Cómo has averiguado todo eso?


–Con un investigador privado –levantó la carpeta.


–Que una persona cometa un error en el pasado no significa que vaya a cometerlos siempre.


–Es una maleante. Seguro que aprendió otras formas de infringir la ley mientras estaba en la cárcel.


Betty agarró su vaso de limonada y le miró.


–Paula me lo contó todo. 


–¿Lo sabías?


–Me lo contó todo antes de aceptar el trabajo –Betty guardó silencio un momento–. Pau nunca me haría daño.


–Es una criminal...


–La gente necesita una oportunidad para empezar de nuevo.


–Tú le diste muchas oportunidades a mi padre, pero las desaprovechó todas.


–Pau no es como él.


–Eso es cierto. Mi padre nunca estuvo en la cárcel. ¿Pero cuántas oportunidades le diste?


–Si estuviera vivo hoy en día, le daría otra más, al igual que estoy haciendo con Pau. Eso es lo que haces cuando quieres a alguien. Deberías hablar con ella de esto y calmar tu preocupación.


–¿Tan segura estás de ella?


–Sí. Y quiero que tú lo estés también. Deja que te explique lo que pasó.


Eso sería una pérdida de tiempo. Nada de lo que Paula Chaves pudiera decirle le haría cambiar de opinión. Absolutamente nada.


–Por favor, Pedro. Habla con Pau. Hazlo por mí.




Paula apretó los puños. El décimo piso de la sede de Fair Face era el último lugar en el que quería estar esa noche.


–El señor Alfonso la recibirá ahora –le dijo un guardia de seguridad uniformado–. Venga conmigo.


Paula avanzó por el desolado pasillo. Llevaba el quinto borrador del proyecto empresarial en el bolso. Se ajustó la correa. Ni siquiera sabía por qué había llevado los documentos. Miró al guardia.


–Todo está en silencio.


–La mayor parte de la gente ya se ha ido a casa.


La alfombra ahogaba el ruido de sus pasos. En el centro penitenciario el repiqueteo de los tacones retumbaba ominosamente. En lugar de celdas con puertas de metal, había puertas de caoba a ambos lados del corredor. Los nombres de los ocupantes estaban grabados en placas de metal. Nadie le susurraba insultos, ni tampoco le lanzaban miradas asesinas.  Nadie trataba de darle una paliza cuando los guardias miraban hacia otra parte. Pero los recuerdos estaban ahí, con más fuerza que nunca. Los sonidos, los olores, ese frío gélido que siempre sentía, incluso en los veranos más calurosos... 

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