Al salir de la habitación, Delfina lanzó un silbido.
—Vas a dejarle sin aliento.
—Está acostumbrado a salir con modelos, Delfi—contestó Paula—. Casi tengo miedo.
—No te preocupes, todo va a ir bien.
—¿Estás segura?
—No, no lo estoy, pero quiero que todo te salga bien, Pau. Una de las dos merece ser feliz con el hombre al que ama.
Pedro nunca había estado tan nervioso como ahora, esperando a Paula. La terraza parecía un paraíso en miniatura. Había flores por todas partes y Emma, la planificadorade eventos, había llevado hasta fuentes y árboles adornados con lucecillas de colores y lamparillas japonesas. El camino que iba de la entrada a la terraza hasta el lugar en el que iban a cenar estaba alfombrado con pétalos de rosas. En cuanto a él, iba vestido con esmoquin y tenía una botella de champán en una cubeta de hielo. Llevaba en el bolsillo un anillo de compromiso, que había elegido tras horas de ir de joyería en joyería hasta encontrar el que le había parecido apropiado para Paula. Había ensayado mentalmente lo que quería decirle, pero no sabía cómo iba asalirle la confesión de amor. Sin embargo, no estaba dispuesto a que el miedo le detuviera. Esa noche iba a pedirle que se casara con él, iba a decirle que la amaba.
Había invitado a sus hermanos y también a la hermana de Paula y a Joaquín a que se reunieran con ellos más tarde, a los postres. Y esperaba que, realmente, tuvieran algo que celebrar. El teléfono sonó, indicándole que tenía un mensaje… de Nicolás: "Ya está aquí".
"Deséame suerte", respondió él en otro mensaje.Preparó la música, una canción de Dean Martin, para que sonara tan pronto como ella apareciera. Y, a partir de ese momento, solo le quedaba esperar.
Tan pronto como la vió, se quedó sin respiración. Estaba sumamente hermosa. No,era la mujer más hermosa del mundo. No podía dejar de mirarla. Pero al verla detenerse y quedárselo mirando, temió que fuera a darse la vuelta y a marcharse.
—Estás impresionante —dijo Pedro—. Ven aquí.
—Gracias —respondió ella, pero sin moverse de donde estaba—. Te sienta bien el esmoquin.
Pedro agradeció el cumplido con una inclinación de cabeza.
—Por favor, Pau, acércate.
—Creo que estoy soñando, Pedro—dijo ella, sacudiendo la cabeza—. Tengo miedo de que, al dar un paso más, me despierte y descubra que todo esto es… un sueño.
—¿Qué podría convencerte de que es real?
—Tú.
Pedro comprendió las palabras de Paula. Se acercó a ella, le tomó la mano, se la llevó a los labios y la besó.
—¿Y esto, te parece real?
Entonces, Pedro le rozó los labios con las yemas de los dedos.
—Lo tengo todo planeado. Ven conmigo, siéntate y te lo contaré.
—¿Tienes un plan?
—Sí. Y es importante que todo salga según el plan.
—¿Sí?
—Sí. Quiero compensarte por todo lo que te he hecho sufrir.
Pedro la condujo a la mesa, la ayudó a sentarse y luego se colocó delante de ella. Quería mantener la calma, pero no sabía si lo conseguiría.
—Te amo.
—¿Estás seguro? —preguntó Paula.
—Sí, lo estoy —respondió Pedro—. Maldita sea, no es esto lo que tenía pensado. Pero quiero que sepas que te quiero desde hace mucho, lo que ocurre es que tenía miedo de decírtelo.
Paula se humedeció los labios con la lengua y él lanzó un gemido, anhelando saborear su boca.
—¿Y tú, todavía me quieres?
—Sí, te quiero. He llegado a la conclusión de que siempre te querré.
—Estupendo. Quiero… —Pedro se interrumpió e hincó una rodilla en el suelo—. Quiero pedirte que te cases conmigo. ¿Lo harás, Pau? ¿Estás dispuesta a que pasemos juntos el resto de nuestras vidas?
Paula se lo quedó mirando y Pedro se dió cuenta de que se había olvidado del anillo.Se metió una mano en el bolsillo, pero ella le detuvo al ponerle las manos en los hombros.
—¿Estás seguro, Pedro? Si me pides que me case contigo, no voy a permitirte que cambies de parecer.
—Completamente seguro, Pau. Nunca lo había pasado tan mal como el tiempo que hemos estado separados. Te necesito, Pau. Te amo.
—Oh, Pedro, yo también te amo. Pero… ¿Podrías dejar de aparecer en los periódicos con otras mujeres?
—¡Sí!
—En ese caso, me casaré contigo.
Pedro se puso en pie, se sacó una cajita de terciopelo del bolsillo, la abrió, agarró el anillo, lo deslizó por su dedo. Entonces, la hizo levantarse, la rodeó con los brazos y la besó.
—Gracias por quererme. Has enriquecido mi vida.
Ella le sonrió.
—Lo mismo digo.
Cenaron bajo las estrellas y hablaron del futuro.Y cuando sus familias se reunieron con ellos a los postres, Pedro se dió cuenta de lo maravillosa que era su vida. Con Paula a su lado, lo tenía todo.
FIN
Al fin Pedro entro en razones!! Muy lindo el final!
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