martes, 21 de agosto de 2018

Curaste Mi Corazón: Capítulo 15

Él le lanzó una mirada interrogante.

—¿Por qué?

Paula no tenía por costumbre hablar de su vida personal, pero él parecía genuinamente interesado, así que, ¿Por qué no?

—Necesito que me guste un hombre y respetarlo para que haya una relación física. Cuando era estudiante, me consideraban rara porque era selectiva.

A él se le iluminaron los ojos.

—Y los hombres que seleccionabas eran muy envidiados, ¿No?

—¡No hubo muchos! Yo era feliz con mis amigas, una de las cuales, Romina Frears, está ahora prometida con Fabián, uno de mis inquilinos —ella suspiró—. Supongo que se irán juntos a algún sitio, así que tendré que buscar otra persona.

—Lo necesitas económicamente.

Paula asintió.

—Adoro mi trabajo, pero el sueldo no es muy alto y mantener la casa cuesta dinero —lo miró con curiosidad—. ¿A tí te gustó la vida de estudiante?

—Yo no fui a la universidad. Hasta el accidente, trabajaba duro en la Estancia. Luego vine aquí a la boda de un amigo y conocí a Eliana, que casi me mata —sonrió sin humor—. Cuando me recupere, volveré a Brasil para ayudar a mi padre a dirigir Estancia Grande. Es mi herencia.

Fue más tarde, después de que Jorge les hubiera dado las buenas noches, cuando Paula hizo la pregunta que había querido hacer desde que él sacara el tema.

—¿El peligro que dices que afrontabas estaba relacionado con tu trabajo en la Estancia?

—No —él sonrió con soma—. Pero preocupaba mucho a mi madre —hizo una pausa—. ¿Estás cansada?

—En absoluto. He dormido un poco antes.

—¿Entonces quieres pasear conmigo a la luz de la luna?

—Me encantaría.

Paula se levantó y le tendió la mano. Él la tomó y se incorporó. Cuando pasaron al lado de una de las columnas, pulsó un interruptor y se encendieron luces por los jardines.

—¡Qué bonito! —exclamó ella—. Si no te importa tomarme del brazo, no necesitarás el bastón.

—Será un gran placer —él soltó una risita.

—¿De qué te ríes? —preguntó ella.

—No es de buena educación hablar de mujeres pasadas, pero estaba pensando que a ninguna de ellas le habría gustado pasear en la oscuridad… ni tampoco a la luz del sol.

—¿Ha habido muchas?

—Suficientes —él se encogió de hombros—. Tenía dinero para gastar. Y hasta el accidente, no era mal parecido.

—¿Y todas eran actrices?

—Había también modelos.

—¿Pero cómo las conocías? Dijiste que Estancia Grande estaba lejos de la ciudad más cercana.

—Estuve muchos años trabajando fuera de casa hasta que volví a la Estancia.

—Eres muy misterioso sobre tus actividades fuera de casa —señaló ella.

—No era nada criminal —le aseguró Pedro.

Sonrió cuando ella soltó un gritito de alegría al llegar a la piscina.

—¡Está preciosa a la luz de la luna! —avanzó hacia un banco de hierro forjado—. ¿Nos sentamos un momento a admirarla?

—Tienes mucho tacto y crees que necesito descansar, ¿No? —preguntó él cuando se sentaron.

—No, la que necesita descansar soy yo con estos tacones —Paula se apoyó en el banco con un suspiro de satisfacción—. ¿Tienen piscina en la Estancia?

—Sí. Mi padre la está agrandando para cuando llegue yo. Como tú dijiste, tengo mucho por lo que estar agradecido, más de lo que merezco —la miró—. Cuando mi madre me dejó aquí para que me recuperara, no sabía que el destino te enviaría a mí.

Ella apartó la vista.

—Fue Juan el que me envió, no el destino.

Él soltó una risita.

—Prefiero mi versión. ¿Volvemos ya a la casa?

Paula tropezó cuando se levantaron y Pedro dió un salto para ayudarla, pero la pierna cedió y cayeron enredados hacia atrás, sobre el banco, riendo con ganas. Él apretó los brazos en torno a ella.

—Tengo que soltarte —dijo de mala gana—. Si no lo hago, mañana huirás de aquí, ¿Verdad?

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