martes, 7 de agosto de 2018

Pasión y Baile: Capítulo 38

Pedro estaba sentado en un banco, en el parque, cuando vió a Paula aproximarse.

—Hola, Pedro—dijo ella, sentándose a su lado.

—Hola, Pau.

—¿Para qué querías verme? —preguntó ella sin preámbulos.

Se la veía cansada, cómo si llevara varios días sin dormir. No pudo evitar preguntarse si  estar separados esos días la había hecho sufrir a ella tanto como a él.

—¿Has hablado con Holloway?

—No. ¿Has quedado conmigo para hablar de eso?

—Sí.

—La verdad es que todavía no sé si le voy a llamar o no. Quiero pensarlo bien antes de tomar una decisión, y en estos momentos tengo mucho trabajo preparando la fiesta, así que no he tenido tiempo para reflexionar. La última vez que he actuado impulsivamente… digamos que la cosa no salió como esperaba.

—¿Te refieres a mí?

—Sí, me refiero a tí. Llevamos dos días sin vernos porque me has estado evitando.Y ahora que quieres hablar conmigo, es para preguntarme qué pienso hacer respecto a mi trabajo.

Pedro sabía que Paula tenía razón.

—De todos modos, Pau, no es de extrañar que te lo pregunte. Estás en un momento de cambio en tu vida, no es de extrañar que quiera saber si te vas a marchar o no.

—¿Te importaría mucho si me marchara?

—Naturalmente, Pau. Te tengo mucho cariño —respondió él, incapaz de decir nada más.

—No es suficiente. Sobre todo, después de haberte confesado mi amor.

—Lo sé.

Paula se puso en pie.

—¿Por qué no puedes decirme que me amas? No tienes problemas en decirme que me deseas, pero eres incapaz de hablar de amor. ¿Por qué? ¿Tan poco te importo?

Pedro sabía que la situación estaba escapando a su control.

—Estás disgustada y así no se puede mantener una conversación.

—No estoy disgustada, estoy decepcionada. Por fin, cuando encuentro a un hombre del que me enamoro de verdad, es incapaz de decirme que me quiere.

—Sé que eres importante para mí, Pau.

—Lo siento, Pedro, pero no es suficiente. Si no puedes decirme que me quieres, no tenemos nada más que hablar. No puedo seguir contigo, enamorada de tí, sabiendoque tú no lo estás de mí. No, Pedro, eso acabaría conmigo. No quiero vivir así.

Y tras esas palabras, Paula se dió media vuelta y se alejó, dejándole solo y más triste que nunca.



Paula tardó unos días en hablar con Rodrigo Holloway, cuando por fin lo hizo, fue para rechazar su muy generosa oferta de trabajo. No quería renunciar a su familia ni a la ciudad en la que quería vivir. No quería que nadie, ni siquiera Pedro, la hiciera huir. A partir de ese momento, se lanzó de lleno a trabajar. Pasaba el día entero en el Luna Azul. Quería que su trabajo, la coreografía y el baile que iba a presentar en la fiesta del décimo aniversario, fueran impecables. Pedro debía estar muy ocupado, y ni un solo día había asomado la cabeza por la sala de ensayos. Una noche que estaba ensayando sola, oyó una voz a sus espaldas:

—Ya es hora de que te vayas a casa.

Paula volvió la cabeza y vió a Nicolás en la puerta.

—Todavía no. Quiero ensayar un par de cosas que Gabriel me ha sugerido. Tengo que prepararlo con los bailarines para que lo vea antes de marcharse de Miami.

—Los bailarines son buenos, igual que tú —repuso Nicolás—. Vamos, necesitas descansar. Y lo sabes.

—Sí, lo sé —pero en casa no descansaba.

Llevaba dos semanas sin poder dormir bien, desde que había roto con Pedro en el parque.

—¿Por qué estás aquí todavía, ya casi medianoche? —le preguntó Nicolás.

—Estoy bien, en serio. No te preocupes —insistió Paula.

—¿Estás bien… aunque Pedro y tú ya no salen juntos? —preguntó Nicolás, sorprendiéndola.

—No quiero hablar de eso contigo —Paula comenzó a recoger sus cosas—. Bueno,supongo que tienes razón, será mejor que me vaya a casa ya.

—No, todavía no. Ya que estás aquí, y como sé que mi hermano no consigue pegar ojo por las noches, me gustaría saber qué ha pasado entre los dos.

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