Y lo conseguía. Paula era la única mujer con la que no podía controlarse. Quizá fuera por eso por lo que la amaba. ¡Maldición! ¿La amaba? ¿A pesar de los esfuerzos que estaba haciendo por evitarlo? No quería hacerle daño, pero sabía que también estaba tratando de protegerse a sí mismo. No sabía cómo amar a una mujer, si se exceptuaba lo que estaba haciendo. Por eso,bajó la mano, la tocó y la encontró mojada y a la espera. Entonces, la penetró, y Paula,echando la cabeza hacia atrás, gimió.
—Pedro…
Pedro se movió en el cuerpo de ella, con frenesí. Paula le agarró los hombros y le hincó las uñas mientras temblaba con los espasmos del orgasmo, y él eyaculó. En mitad de la noche, la despertó y le volvió a hacer el amor. Y por la mañana, cuando la dejó, después de llevarla a su casa, reconoció que iba atener que hacer una de dos cosas: o superar el miedo a comprometerse con Paula, o aprender a vivir sin ella.
Paula no se dió cuenta de que Pedro no le había dicho que la amaba hasta dos días después, cuando notó que la estaba evitando. No le había vuelto a ver desde la noche en el barco y estaba preocupada. Dejó de pensar en él y volvió a centrarse en el trabajo. Estaba con un grupo debailarines del barrio, ensayando unos bailes que iban a realizar con Tomás y Jesica. El grupo era bueno y algunos bailarines mostraban un gran talento.
—Volvamos otra vez al principio.
La música empezó a sonar otra vez y, desde un extremo de la sala de ensayos,sentada, Paula les observó detenidamente, fijándose en los errores para corregirlos. Sin embargo, no tenía la cabeza para eso en aquel momento, no lograba dejar de pensar en Pedro. No sabía qué hacer, solo sabía que no podía permitir que la relación fuera muriendo por sí sola. Iba a enfrentarlo y, si él quería acabar, tendría que decírselo a la cara. Lo necesitaba. Le amaba y no iba a permitir que la dejara sin luchar por él. Paró la música y dijo:
—Los del fondo, quiero ver más pasión en lo que hacen. Empecemos de nuevo.
Los bailarines comenzaron una vez más; esta vez, con más entusiasmo. Cuando dieron por finalizada la sesión, vió a Nicolás apoyado en el marco de la puerta.
—¿Tienes un momento, Paula? —le preguntó él.
—Sí. ¿Qué pasa?
—Verás… me encuentro en una situación bastante difícil.
Paula sintió una súbita angustia. ¿Había enviado Pedro a su hermano para que se deshiciera de ella?
—Dime lo que sea, no te andes con rodeos. Creo que sé lo que me vas a decir.
Nicolás se adentró en la estancia.
—Lo dudo. ¿Conoces a Rodrigo Holloway?
—¿El multimillonario de Nueva Zelanda? No, no me muevo en ese mundo.
—Quiere tú número —dijo Nicolás.
—El único hombre que me interesa es Pedro. Dile que gracias, pero que lo siento mucho.
—No, Paula, no es porque quiera salir contigo —le explicó Nicolás—. Lo que quiere es contratarte. Por cierto, ¿Te pasa algo?
Paula se sintió como una estúpida. ¿Cómo se le había ocurrido pensar eso?
—Estoy cansada.
—Con esto de los preparativos para la fiesta del décimo aniversario, trabajas sin parar. Te lo agradezco mucho, pero debes tomártelo con más tranquilidad y descansar.
—No voy a parar. Dime, ¿Por qué crees que Rodrigo Holloway quiere contratarme?—preguntó ella.
—Me ha dicho que quiere que vayas a trabajar para él. Ha oído que eres muy buena bailarina y quiere montar espectáculos en sus clubs.
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